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Máxima incertidumbre ante las elecciones del 25 de octubre

Polonia se juega sus credenciales europeas

Polonia ha entrado en una fase de renovación política que en poco más de un mes (elecciones generales el 25 de octubre) puede suponer el regreso al poder de Ley y Justicia, partido euroescéptico fundado por los hermanos Kaczynski que entre 2005 y 2007 ya tensó peligrosamente la relación con las principales capitales europeas.

Tras ese turbulento periodo, el país se convirtió en el estandarte del éxito político y económico de la gran ampliación de la Unión Europea de 2004.

En solo una década, el PIB polaco ha crecido un 48,7%, más que el resto de los socios que ingresaron al mismo tiempo (salvo Eslovaquia). Polonia ha sido, además, el único país de la UE que ha capeado sin problemas la gran crisis financiera. Y a nivel diplomático, Varsovia se ha abierto un importante hueco en las instituciones europeas tras los choques iniciales de Bruselas y Berlín con los Kaczynski.

Los Gobiernos del conservador Donald Tusk (2007-2014) estabilizaron la relación y se ganaron el favor de la canciller alemana, Angela Merkel, y el ya ex primer ministro polaco ocupa ahora la presidencia del Consejo Europeo. Pero Polonia podría perder todas esas credenciales europeas si se consuma la llegada al poder de un Gobierno mucho más cercano al euroescepticismo de Londres o Budapest que a las tesis de Angela Merkel o la Comisión Europea.

Los sondeos apuntan a ese escenario de tensión con una victoria de Ley y Justicia, que ya se hizo en mayo con la presidencia de la República. Y aunque el partido se ha renovado y cuenta con una nueva candidata, Beata Szydlo, el veterano Jaroslav Kaczynski sigue siendo el poder en la sombra (su hermano Lech falleció en un accidente aéreo en 2010).

El recién elegido presidente, Andrzej Duda, ya ha enseñado las garras durante el debate europeo sobre la crisis de los refugiados y se ha mostrado mucho más beligerante contra las propuestas europeas que el Gobierno de la primera ministra, Ewa Kopacz (de Plataforma Cívica, la formación de Tusk, integrada en el Partido Popular Europeo).

Si Kopacz pierde el poder, como indican los sondeos, la confrontación con Bruselas parece probable en materias como disciplina presupuestaria (Polonia debe situar este año el déficit público por debajo del 3%), reformas (con probable marcha atrás en pensiones), energía (ayudas de Estado al carbón), o relaciones exteriores (mayor tensión con Moscú). El giro político en Varsovia complicaría, además, el ingreso de Polonia en la zona euro, para el que todavía no hay fecha. Y reforzaría al ala euroescéptica de la UE en un momento en que en varios países aumentan las dudas sobre la viabilidad o la utilidad del club.

El gran beneficiado sería el primer ministro británico, David Cameron, que se había quedado prácticamente sin aliados entre los países de Europa Central y del Este. El partido de Kaczynski forma parte del grupo que Cameron creó en el Parlamento Europeo para desmarcarse del PPE de Merkel. El Gobierno húngaro de Viktor Orban también podría verse reforzado. Orban pertenece al PPE, pero es un miembro cada vez más incómodo para el resto. La deriva de Polonia podría fortalecerle ante un posible choque con sus socios europeos.

Este repentino distanciamiento de la UE de un país como Polonia, aparentemente tan beneficiado por el club, ha sorprendido fuera de sus fronteras y los analistas buscan explicaciones políticas y económicas al nuevo fenómeno.

El agotamiento del partido de Kopacz parece evidente tras ocho años en el poder. Pero el enfado de una parte del electorado también parece relacionado con las dificultades que todavía soporta una parte de la población en un país con un PIB per cápita que todavía equivale al 67% de la media europea (menos que Grecia y Portugal) y donde el gasto social para paliar las diferencias alcanza el 18% del PIB, 11 puntos menos que la media europea.

Las exitosas cifras macroeconómicas eclipsan una realidad menos halagüeña de un país que envejece (tiene la segunda tasa de natalidad más baja de la UE) y en el que la emigración sigue siendo la escapatoria laboral de muchos jóvenes (de 1,5 millones de emigrantes en 1990 se ha pasado a 3,6 millones en 2013). Polonia pierde trabajadores a un ritmo peligroso y en 2020 podría situarse por debajo de los 20 millones, frente a lo 27 millones de la actualidad.

Los informes de la Comisión Europea ya alertan, además, del riesgo de estancamiento que acecha a Polonia, vez que agote su ritmo de convergencia con el resto de la Unión Europea. Para evitarlo, más que la reacción proteccionista que preconiza Ley y Justicia, Polonia necesitaría, según Bruselas, profundizar las reformas y modernizar la economía. Los votantes polacos (casi 17 millones) tienen la última palabra.

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