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La UE, del revés

A 100 días del voto más reñido de la historia de la UE

La noche del 25 de mayo, cuando se conozcan los resultados de las próximas elecciones al Parlamento Europeo, la primera lectura será sin duda nacional (¿aguanta Rajoy, resiste Rubalcaba?) o incluso regional (¿cómo queda CiU sin ERC?). Pero la cita europea de este año, para la que hoy faltan 102 días, llega cargada también de otros interrogantes que prometen una noche electoral y, sobre todo, los días posteriores, con mayor sabor continental que en anteriores ocasiones.

Por lo pronto, si los sondeos se confirman, se esperan las elecciones europeas más reñidas de los últimos 30 años. Las dos grandes formaciones, Partido Popular Europeo (PPE) y Partido Socialista Europeo (PSE), llegan a las urnas codo con codo, una situación que no se producía desde hace más de 30 años, cuando solo participaban 9 o 10 países y no 28 como ahora).

Entonces, ganaban los socialistas europeos por un puñado de escaños, brecha que se amplió hasta más de 60 eurodiputados de diferencia. A partir de 1999, los resultados dieron un vuelco a favor de los populares, que también fueron distanciándose de sus rivales hasta los 80 escaños de ventaja con que terminan esta legislatura.

Ninguno de los dos grandes partidos parece ahora en condiciones de marcar tanta distancia. Los sondeos indican que por primera vez en 20 años (desde 1994) los socialistas podrían terminar en cabeza. Pero los populares se quedarían muy pocos votos por detrás.

La probable ausencia de un vencedor claro abre una segunda incógnita, también de carácter europeo y mucho más trascendental si cabe. Por primera en la historia de la UE, el nombramiento del futuro presidente de la Comisión Europea (puesto ocupado ahora por José Manuel Barroso) tendrá que hacerse “tomando en cuenta el resultado de las elecciones”, según el artículo 17 del Tratado de Lisboa.

Se trata de un requisito ambiguo y abierto a interpretaciones, pero que obligará a los 28 Gobiernos de la UE a negociar más que nunca el nombre de su candidato con los líderes del nuevo Parlamento Europeo.

El presidente del Consejo de la UE, Herman Van Rompuy, ya ha citado a Merkel, Hollande, Letta, Rajoy y compañía para una cena informal en Bruselas el martes 27 de mayo, solo 48 horas después de que se cierren las últimas urnas (a las 10 de la noche del domingo, en Italia).

En ese encuentro, los líderes europeos esperan pactar, si no el nombre del presidente de la Comisión, al menos el perfil al que pondría responder en función del color del nuevo hemiciclo. Los parlamentarios temen que se trate de una treta de Van Rompuy para vaciar de contenido el artículo 17 del Tratado y elegir al futuro presidente a la vieja usanza, es decir, con un acuerdo a puerta cerrada entre los Gobiernos con independencia de los candidatos presentados por los diferentes partidos.

Para intentar evitarlo, el Parlamento Europeo intentará generar la máxima expectación en torno a esos candidatos, aun a sabiendas de que será difícil que nombres como Schulz, Verhofstadt o Tsipras resuenen en unas campañas que suelen girar en torno a los números uno de las listas nacionales y unos debates que se centran en la agenda de cada país.

En ese esfuerzo por abrirse un hueco en los 28 Estados se celebrará, por primera vez, un debate televisado para toa Europa ente los aspirantes a sustituir a Barroso, aunque no resultará fácil captar audiencia con un formato que necesariamente deberá incluir la interpretación simultánea en varios idiomas y la participación de figuras que no serán demasiado familiares para el telespectador.

Los grupos parlamentarios, sin embargo, disponen de un segundo arma mucho más poderosa para frenar a un presidente de la Comisión que no responda al sentido del voto popular: su nombramiento tendrá que ser aprobado por mayoría absoluta, es decir, por el voto a favor de 376 de los 751 europarlamentarios. Se trata, sin embargo, de un arma de doble filo en un Parlamento sin claras mayorías, porque en situación de empate las capitales podrán justificar buscar un nombre consenso fuera de las listas electorales.

Schulz llega a la campaña con una ligera ventaja

Fue el primero en maniobrar para colocarse como aspirante a presidente de la Comisión Europea y por ahora la estrategia le ha dado resultado. Martin Schulz, socialista alemán al frente del Parlamento Europeo, inicia la cuenta atrás hacia las elecciones de mayo con serias posibilidades de lograr su objetivo. El próximo 1 de marzo, en Roma, será proclamado oficialmente por el Partido Socialista Europeo (PSE) como su candidato oficial para sustituir en Bruselas a José Manuel Barroso. Aparte del resultado electoral, que se pronostica muy reñido, Schulz podría contar con el apoyo de los socialistas que gobiernan en países como Francia (en solitario) o Alemania, Italia y Bélgica (en coalición).

El Partido Popular Europeo (PPE), sin embargo, no ha dado por perdido un puesto tan importante como la presidencia de la Comisión, el más poderoso de Bruselas. Y el 7 de marzo, en Dublín, anunciará el nombre de la persona llamada a competir con Schulz. Entre los posibles candidatos se menciona desde veteranos como Jean-Claude Juncker, ex primer ministro de Luxemburgo, a líderes actuales como Jiri Katainen, primer ministro de Finlandia. O incluso, la representante de la troika, Christine Lagarde, directora gerente del FMI y ex ministra de Sarkozy, si no la veta París.

Cuatro días de votación

Las elecciones al Parlamento Europeo son un ejercicio democrático mastodóntico, que abarca 28 países para elegir 751 eurodiputados (54 de ellos en España, el quinto país con más escaños). Las votaciones se celebrarán desde el jueves 22 de mayo al domingo 25 (día en que se votará en España). El hemiciclo resultante contará con toda probabilidad con siete u ocho grupos políticos. Además de un probable empate entre PPE y PSE, se espera un incremento de IU (Izquierda Unitaria), que podría incluso superar a unos Liberales y Verdes en retroceso. Se prevé también una nutrida y heterogénea presencia de diputados euroescéptico o de extrema derecha, aunque sin capacidad para entorpecer la legislatura.

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