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Reunión entre Varoufakis y Dijsselbloem

Grecia no pedirá prórroga del rescate europeo

Jeroen Dijsselbloem recibe a Yanis Varoufakis antes de su reunión en Bruselas.
Jeroen Dijsselbloem recibe a Yanis Varoufakis antes de su reunión en Bruselas.KOSTAS TSIRONIS (REUTERS)

El Gobierno griego de Alexis Tsipras lanzó el viernes el mayor órdago desde que Syriza ganó las elecciones el pasado domingo. El nuevo ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, se reunió en Atenas con el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, y le comunicó su intención de no solicitar una prórroga del rescate puesto en marcha en 2010 y que expira el 28 de febrero.

La cancelación de ese programa sin fórmula alternativa podría dejar a Atenas a la intemperie financiera y provocar serias turbulencias en la zona euro. Varoufakis también dejó claro su negativa tajante a seguir negociando con la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional), una estructura al margen del ordenamiento legal europeo, creada ex profeso para Grecia a instancias de Alemania y que se ha mantenido como autoridad en el resto de rescates en la zona euro (Irlanda, Portugal y Chipre).

Dijsselbloem, que había llegado a la capital de Atenas como primer paso hacia una renegociación del rescate, solo pudo señalar que “el programa actual llega hasta finales de febrero y, antes de esas fechas, decidiremos qué hacer; todavía no hay ninguna conclusión”. Más tajante se había mostrado en Berlín, poco antes de la reunión de Atenas, el ministro alemán de Finanzas,Wolfgang Schäuble, quien advirtió que no está dispuesto a discutir el marco general del rescate y “nosotros [Alemania] somos difíciles de chantajear”.

El choque de Atenas y Berlín augura un mes de febrero muy tenso, con una cuenta atrás hasta el final del rescate plagada de incertidumbre.

En teoría, Grecia podría negociar por separado con Bruselas y Washington, porque las deudas con el fondo de rescate de la zona euro y con el FMI están separadas. Y la presencia del BCE tampoco es estrictamente imprescindible, salvo en la parte bancaria del rescate.

Pero hasta ahora, Berlín siempre ha exigido que el FMI participe en la gestión de los rescates, no tanto por su aportación económica (que es relativamente menor) como por desconfianza hacia la Comisión Europea, a la que acusa de ser demasiado complaciente.

La extinción del rescate sin la prórroga que deseaba el Eurogrupo también genera numerosas incógnitas. Sin un acuerdo con Bruselas, Atenas no solo perdería el acceso a los fondos todavía disponibles (más de 33.000 millones de euros) sino que tampoco podría acogerse al plan de compra de deuda anunciado por el Banco Central Europeo el 22 de enero. El BCE incluso podría cortar las líneas de liquidez de urgencia a las que pueden recurrir los bancos griegos en caso de que se acentúe la fuga de capitales que ya se ha iniciado.

A pesar del encontronazo de Varoufakis con Dijsselbloem, la mayoría de las fuentes en Bruselas siguen confiando en la posibilidad de un acuerdo con Atenas. Por ahora, sin embargo, el Gobierno de Alexis Tsipras parece decidido a mantener el pulso para cambiar un rescate que buena parte de su electorado percibe como una humillación y como un reparto injusto de los sacrificios.

Gestos aparte, sin embargo, Atenas dispone de poco margen de maniobra, pues sigue con números rojos y sin acceso a los mercados. Tras seis años de ajustes, el cierre provisional de 2014 ha arrojado todavía un déficit de 3.697 millones de euros. El superávit primario (antes del pago de intereses) alcanzó los 1.872 millones de euros, lo que, en teoría, le permitiría al Gobierno de Syriza cubrir su gasto corriente (sanidad, pensiones, educación, ejército, etc.) sin ayuda externa. Pero ese superávit es mucho más escaso de lo previsto (Atenas esperaba rozar los 5.000 millones de euros) y falta por ver si se confirman las cifras.

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