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Tribuna
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La contabilidad del balance social

La visión de la contabilidad como técnica de análisis numérico ha cambiado y los aspectos sociales empiezan a ser incluidos en la formulación de los estados contables, que tradicionalmente solo tenían un carácter presupuestario y financiero.

En la actualidad, la nueva tendencia que contempla la contabilidad del balance social, incluye los recursos humanos, el capital intelectual o el medio ambiente, entre otros, y no solo pretende informar sobre los aspectos sociales de carácter interno y externo, sino convertirse a través de las oportunas agregaciones, en un instrumento de la comunicación de la empresa, de la toma de decisiones y, sobre todo, del control y la definición de políticas sociales en la empresa y en el entorno en el que está implantada; prestando especial atención a su proyección social, puesto que hoy día, es un importante elemento para la valoración integral de la empresa, lo que en el caso particular de las pymes, presenta una gran trascendencia para lograr su adecuada financiación.

La contabilidad social, al igual que la contabilidad en general, en un mundo cambiante, responde a factores de evolución por las exigencias del entorno, ya sea el estrictamente empresarial, el histórico, el cultural o el político, que van determinando nuevas orientaciones y tendencias. Entre esas tendencias podemos encontrar algunas que conviene destacar.

En primer lugar, la exigencia de una contabilidad social integrada con los sistemas contables de variables sociales que se encuentre bien articulada con los sistemas contables de variables financieras, administrativas y económicas.

En segundo lugar, una contabilidad pluridimensional que arroje informaciones y evaluaciones sobre los diversos aspectos de la propia empresa, como la propia responsabilidad social y ambiental.

En tercer lugar, los sistemas contables permitirán una contabilidad de gestión y resultados sociales en materia de eficiencia, equidad, ética y responsabilidad.

En cuarto lugar, deben hacer referencia a los aspectos que no se materializan en activos físicos o inventarios materiales pero que representan actividades que agregan valor a la empresa, como inversiones o estrategias determinadas.

Por último, la contabilidad social deberá estar fundamentada en bases de datos de las que se obtendrá información a la medida y se dará satisfacción a las necesidades de los diversos usuarios: desde entidades de crédito, inversores o Administraciones, hasta clientes y trabajadores, entre otros; es decir, debe contemplar las necesidades de todos los agentes implicados.

En los últimos tiempos, frente a la creciente complejidad de la realidad, la contabilidad social no solo debe contemplar realidades concretas consideradas individualmente y de alcance micro, sino también desde una óptica macro con el objeto de concebir el sistema social como un todo dinámico y complejo.

Existe el riesgo de que las diversas expresiones de la contabilidad social, como es el caso de la contabilidad ambiental se conviertan en una herramienta de legitimación de determinadas actuaciones más que como mecanismo de información y control de un cambio en las prácticas productivas u otras. Y ello porque a veces el ánimo de productividad y el crecimiento sin límites contrastan con el hecho incuestionable del sistema natural y finito en el que vivimos.

Por último, habría que insistir en que en el informe o balance social donde se registran términos cuantitativos y cualitativos que permitan evaluar, también en ambos términos, la gestión integral de la empresa se comprendan tanto aspectos internos como externos a la empresa.

En cuanto a los primeros, han de recogerse las características sociolaborales de sus trabajadores, los servicios sociales que les son facilitados por la empresa y su integración y desarrollo laboral y humano. En cuanto al área externa deberán estar comprendidas, en primer lugar, las relaciones con el entorno más o menos inmediato a la propia empresa que abarca familias, accionistas, jubilados, proveedores, clientes, competencia, consumidores, distribución, transportes; conjuntos todos ellos que guardan relación con la propia identidad y proyección de la empresa. En segundo lugar, las relaciones con la propia sociedad civil y las administraciones públicas más cercanas, en cada caso, así como con otras instituciones, según se trate de un tipo de empresa o de industria u otra y, con carácter general, con el sector de actividad, los medios de comunicación e información y centros de formación e investigación pertinentes.

A fin de cuentas, la responsabilidad social da carácter y constituye una filosofía de la empresa, de forma que no debe representar una tarea o proyecto aislado sino que es parte de la propia definición o concepto de cada empresa. A partir de ese contenido básico, se pueden deducir los objetivos y las metas, lo que requiere la participación, en mayor o menor medida, de las diversas partes.

Desde esta perspectiva en el balance social incluimos valores tangibles e intangible si bien, strictu sensu, más allá de los resultados meramente cuantitativos, todos son intangibles o valores debidos a sentimientos que transcienden de lo puramente material.

José María Casado Raigón es Director de Relaciones Internacionales del Consejo General de Economistas

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