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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Señales de alerta en el ascenso de los alquileres

CINCO DÍAS

El precio del alquiler se ha convertido en un peaje inasumible para buena parte de las familias. En paralelo al estirón inflacionista que ha encarecido la cesta de la compra, el precio del alquiler ha marcado un alza del 1,5% en un mes, un 9,1% en el año, para marcar máximo histórico en 11,6 euros por metro, según los datos del portal inmobiliario Idealista. Barcelona no solo es la capital donde es más caro alquilar una vivienda, también es donde más rápido sube.

El problema tiene dos vertientes, ambas interconectadas: la social y la económica. El acceso a la vivienda es un derecho consolidado en la Constitución, pero choca con las leyes del mercado. La intervención pública en mercados tan heterogéneos y sensibles debe hacerse con pies de plomo; en este sentido, la ley de vivienda, que no interviene directamente, pero habilita a administraciones municipales y autonómicas a hacerlo, no tiene visos de crear tantas distorsiones, pero tampoco de solucionar el problema.

Por otro lado, la carestía y la escasez del alquiler sienta unas bases peligrosas en el mercado inmobiliario. En la medida en que a los ciudadanos les penaliza no tener un piso propio (por el precio actual y por las perspectivas de precios), tenderán en la medida de sus posibilidades a intentar comprar la vivienda, estimulando la demanda y tirando al alza de los precios. La dinámica clásica de oferta y demanda sugiere que los precios deberían reequilibrarse, favoreciendo de nuevo el alquiler como sustituto. Pero el mercado inmobiliario no funciona así: es mucho más fácil ver subir un alquiler que baje un precio de venta. Y las expectativas juegan un papel tan relevante como los precios: si las casas suben y los ciudadanos se convencen de que seguirán subiendo, la demanda no baja, sino que crece todavía más. Así ocurrió hace 20 años.

Afortunadamente, en los últimos años tanto entidades financieras como clientes han sido más cautos que en tiempos pretéritos (el listón no estaba precisamente alto), y prácticamente ningún analista considera que exista un riesgo tangible de crac inmobiliario. Pero las dolorosas consecuencias de aquella burbuja deben prevenir ante cualquier riesgo de complacencia. El aumento de la oferta es la única medida que puede atacar tanto el ángulo social como macroeconómico, pero es una labor a varios lustros vista. Mientras tanto, solo cabe esperar que las administraciones vigilen los dos riesgos asociados al alza del alquiler.

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