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El futuro de la UE

Arranca la cuenta atrás de 730 días para el ‘brexit’

Reino Unido solicita hoy oficialmente la salida de la Unión Europea Bruselas y Londres disponen de dos años para pactar las condiciones

Londres invoca hoy el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea, que permite a un país abandonar el club en un plazo máximo de dos años. Tan sencillo enunciado oculta uno de los momentos más trascendentales en la historia reciente del Viejo Continente.

Se abre una negociación de 730 días y otras tantas noches que supone la primera marcha atrás de un proceso de integración política y económica que parecía insoslayable e irreversible. La petición de Londres de abandonar el club, que será entregada hoy en Bruselas por el embajador británico ante la Unión Europea, marca la primera ruptura de la Unión desde su nacimiento en 1957.

El club había crecido hasta ahora de seis socios hasta 28 sin perder un solo miembro. Pero la cuenta atrás de los 730 días del brexit (salida del Reino Unido) consolidará el precedente más temido por Bruselas, porque puede abrir una vía de salida difícil de cegar.

Para Londres,  se abre también un peligroso período de fragilidad interna, porque en el referéndum del 23 de junio de 2016, Inglaterra y Gales votaron a favor del brexit, pero Escocia e Irlanda del Norte apoyaron la permanencia en la UE.

La UE se fija como prioridad las garantías de los ciudadanos

Ayer mismo, el Parlamento de Edimburgo aprobó solicitar permiso a Londres para convocar un referéndum de independencia en Escocia con el objetivo de permanecer en la UE o regresar lo antes posible.

Las dos partes, por tanto, tienen prisa. La primera ministra británica, Theresa May,  para no quedar atrapada en un limbo legal qaue podría costarle el puesto, siempre amenazado por los partidarios de un brexit tajante y rápido. Y Bruselas, porque los 27 socios afrontan el brexit en un momento de escasa unidad y cada día que se mantenga abierta la negociación puede agravar la división.

Este viernes, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, fijará ya las directrices que deben marcar la negociación desde el punto de vista europeo. Y las primeras fisuras han surgido sobre los períodos transitorios que deben ofrecerse a Londres.

El primer objetivo, según el borrador de las directrices, es garantizar el reconocimiento recíproco de los derechos de los ciudadanos de ambas partes, con 2,8 millones de residente europeos en Reino Unido y 1,2 millones de británicos en la UE (300.000 en España).

Las directrices también marcarán el camino para calcular la factura de salida, que se anuncia como la primera bronca entre Londres y Bruselas.

España defiende períodos transitorios para las empresas

Y las directrices de Tusk deben fijar los principios del período de transición para las compañías (sobre todo las financieras) que decidan trasladarse de Reino Unido a la UE tras el brexit. España y otros países desean un período generoso que minimice el impacto.

El 29 de abril, en una cumbre extraordinaria en Bruselas, los 27 socios pactarán el mandato de negociación para el equipo encargado de llevarla a cabo, que estará encabezado por el ex comisario europeo Michel Barnier.

Fuentes europeas  reconocen, sin embargo, que a partir de hoy  la prioridad no es sólo alcanzar un buen acuerdo sobre el brexit sino apuntalar el club. “El objetivo es evitar otra salida, muy en

particular, la de Francia”, señalan con preocupación fuentes comunitarias.

La candidata de ultraderecha a las presidenciales francesas,  Marine Le Pen, promete un referéndum sobre la salida de su país como el que Reino Unido celebró el 23 de junio, en el que la opción se salida se impuso con el 51,9% de los votos y una participación del 72,2%. Le Pen

augura un resultado similar en Francia y el pasado domingo ya aseguraba en un mitin que “la UE morirá porque la gente ya no la quiere”.

El frexit [salida de Francia], sería el final de la UE”, reconocía al día siguiente el comisario europeo de Asuntos Económicos, el socialista francés Pierre Moscovici. Y aunque Bruselas considera la victoria de Le Pen como una posibilidad remota, fuentes comunitarias indican que, a partir de hoy, la principal tarea será evitar que la grieta del brexit se extienda y resquebraje del todo la estructura institucional que sostiene el mercado interior europeo, la libre circulación y la

moneda única.

El XX fue un siglo provisional. El final de una era y, muy probablemente, el comienzo de otra”, escribe el profesor John Lukacs en su Historia mínima del siglo XX. Hasta hace poco, la UE parecía a salvo de ese carácter provisional y destinada a repetir en el siglo XXI sus éxitos pasados. Pero en unos meses todo cambió. En junio de 2015, el club europeo se enfrentó con Grecia a la primera expulsión de la zona euro (frenada in extremis, pero todavía no descartada). Y un

año después, a la primera salida de la UE en Reino Unido. “El brexit es clave porque nos ha puesto de manifiesto nuestra propia crisis”,  suspira un diplomático europeo.

Una bronca de 60.000 millones

“En la UE no se paga por salir pero hay que saldar las cuentas”, subrayó la semana pasada Michel Barnier, negociador jefe del brexit por parte europea. Bruselas reclama a Londres una factura de 60.000 millones de euros en concepto, entre otras cosas, de los fondos estructurales ya pactados y todavía pendientes de pago. A cambio, la CE se compromete a ejecutar todas las partidas de gasto comunitario previstas para el Reino Unido, lo que podría suponer unos 9.000 millones de euros. Londres considera inaceptables esas cifras, por lo que el regateo se anuncia como la primera bronca y la más tangible de la negociación del brexit. Sin embargo, parece que no será la más complicada desde el punto de vista técnico y diplomático. Mucho más enrevesada se perfila la negociación en torno a la futura relación entre Reino Unido y la UE que, además, tendrá que ser ratificada individualmente por los 27 socios de la UE. En principio, la compatibilidad legal y regulatoria está garantizada, porque Londres tiene previsto transformar toda la legislación erupea actual en legislación británica a través de una Ley de la que pronto dará detalles la primera ministra británica, Theresa May. Pero Bruselas teme que Londres se aleje de los estándares europeos (en material laboral o fiscal, por ejemplo) si las negociaciones se tuercen o Reino Unido no logra sus objetivos. Las dos partes aspiran a un acuerdo de libre comercio. Pero Bruselas ya ha advertido que Londres no obtendrá un acceso al mercado europeo comparable al de los socios actuales. Si se cumple el calendario previsto, el 29 de marzo de 2019 Reino Unido será un país tercero para la UE y será tratado como tal a efectos comerciales o financieros. Londres ya ha amagado con convertirse en un paraíso fiscal para las multinacionales si la UE le cierra demasiado las puertas de su mercado. “Debemos evitar un dumping regulatorio”, ha advertido Barnier. El acuerdo de liberalización comercial, según Barnier, “debe ser ambicioso, pero también debe ser ambicioso en cuanto a los estándares sociales, fiscales, medioambientales y de protección al consumidor”.

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