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Tribuna
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La desigualdad empieza en la EPA

Casi el 80% del aumento de las diferencias en los ingresos de los hogares se debió al aumento del desempleo

La Fundación BBVA y el Ivie han difundido recientemente el número 13 de la publicación Esenciales, centrada en la evolución de la desigualdad en España. En este número la publicación ha sido elaborada por el profesor de la Universidad de Valencia e investigador del Ivie, Francisco Goerlich. Su aportación permite interpretar los resultados de la EPA recién publicados desde una perspectiva poco habitual. Según estos, el desempleo ha sido el principal determinante del incremento de la desigualdad de la renta en España, pudiendo explicar hasta el 80% del mismo. Por lo tanto, reducir el desempleo y la precariedad del mercado de trabajo son condiciones necesarias para disminuir la brecha de ingresos entre los hogares españoles.

Hasta 2007, España había mantenido bastante estables los índices que miden la desigualdad en la distribución de los ingresos de los hogares, un rasgo compartido por el conjunto del país y, en líneas generales, por sus CC AA. Sin embargo, con la crisis la situación cambió drásticamente. España fue uno de los países donde la desigualdad y la pobreza más crecieron en estos años. La renta disponible de los hogares –que había crecido de forma continuada hasta comienzos de la crisis– cayó en promedio un 20% entre 2007 y 2013. Los estratos intermedios y más bajos de renta –que viven fundamentalmente de su salario– han sido los más perjudicados. Puesto que alrededor del 75% de la renta de los hogares procede de los salarios, no es de extrañar que el comportamiento del mercado laboral sea el principal responsable. De acuerdo con el estudio mencionado, casi el 80% del aumento de la desigualdad en los ingresos de los hogares se debió al aumento del desempleo –con elevadas cifras de paro de larga duración y nulas o escasas prestaciones– y a las peores condiciones del trabajo existente, con el auge del empleo temporal y a tiempo parcial.

Que la persistencia del paro de larga duración –con sucesivas caídas en las prestaciones hasta quedar reducidas a una paga simbólica transcurridos dos años en el mejor de los casos– genere desigualdad es bastante evidente. El empleo temporal está justificado para algunas actividades, como las relacionadas con la agricultura o el turismo. El problema es el abuso con el que se está utilizando esta fórmula en ocupaciones que de temporales no tienen nada. Respecto al empleo a tiempo parcial, puede considerarse como una ventaja si es elegido libremente entre las partes, por ejemplo. porque permite conciliar la vida laboral y familiar, los estudios o cualquier otra actividad. Sin embargo, en España, es, como el temporal, un trabajo precario no elegido por los trabajadores, que preferirían acceder a un salario a ser posible indefinido y de jornada completa.

Los resultados ofrecidos por la EPA para el conjunto del año son más positivos de lo que se reconoce porque, como hemos mencionado, la mejora del empleo es la forma más rápida y eficaz de corregir las diferencias de renta. El empleo ha aumentado en casi 414.000 personas. Los asalariados lo han hecho, en 397.000 y de ellos casi 170.000 (el 43%) con contrato indefinido, lo que son buenas noticias. Como también lo es que los parados de larga duración (los que llevan dos o más años buscando empleo) se hayan reducido en el año en más de 325.000. La última variable que hemos mencionado, el empleo a tiempo parcial, es la única que ha tenido un comportamiento menos positivo al aumentar en algo más de 19.000 personas.

"La distinción por niveles de estudio vuelve a mostrar la profundización de la brecha entre los trabajadores con niveles más bajos de formación"

Pero además de las diferencias en ingresos, hay otros tipos de desigualdad con consecuencias socioeconómicas también muy relevantes. La primera es la diferencias entre sexos. Las tasas de paro de las mujeres son sistemáticamente más elevadas que las de los hombres, y así continúan siendo (20,2% y 17,2%, respectivamente). La nota positiva es que el empleo de las mujeres ha aumentado prácticamente lo mismo que el de los hombres en valores absolutos pero, al ser menor su número, ha mejorado más en términos relativos, con tasas de crecimiento más elevadas (2,5% frente a 2,1%).

La desigualdad por grupos de edad también es bien conocida. Según la EPA, la ocupación ha aumentado en todos los grupos de edad, menos en el de 30 a 39 años. Este colectivo perdió en 2016 más de 123.000 empleos. La buena noticia es que el grupo más castigado por sus elevadas tasas de paro –el de 20 a 29 años– ganó algo más de 55.000. Las mayores ganancias fueron, como era de esperar, para el colectivo entre 40 y 59 años.

La distinción por niveles de estudio vuelve a mostrar la profundización de la brecha entre los trabajadores con niveles más bajos de formación, que han perdido 64.000 empleos, frente al aumento de 163.000 de los que tienen estudios superiores. En este último segmento, el aumento en la ocupación de las mujeres (casi 90.000) ha superado al de los varones (74.000).

En definitiva, las cifras proporcionadas por la última EPA del año 2016 ofrecen un panorama que puede considerarse bastante positivo. La desigualdad se ha reducido no solo en términos de renta de los hogares por la mejora en la ocupación, pero también desde la perspectiva de las diferencias de género y de edad. La ampliación de la brecha entre los más y menos cualificados no va a dejar de aumentar. Esta no es en sí misma una mala noticia, pero sí deberíamos estar preparados para afrontar el reto que ello supone.

Matilde Mas es catedrática de Análisis Económico en la Universidad de Valencia y directora de proyectos internacionales del Ivie.

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