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A fondo

Merkel se juega su legado europeo frente al yihadismo

El atentado de Berlín aumenta la presión electoral sobre la canciller El giro de Alemania hacia posiciones nacionalistas puede tensar la relación con la UE

La canciller de Alemania, Angela Merkel, y el alcalde de Berlín, Michael Mueller, en homenaje a las víctimas de la matanza del mercado de Navidad en la capital alemana.  REUTERS/Michael Kappeler/Pool
La canciller de Alemania, Angela Merkel, y el alcalde de Berlín, Michael Mueller, en homenaje a las víctimas de la matanza del mercado de Navidad en la capital alemana. REUTERS/Michael Kappeler/PoolREUTERS

El liderazgo de Merkel parece a prueba de atentados y ni siquiera una matanza como la ocurrida el lunes por la noche en Berlín pone en duda sus posibilidades de volver a ganar las elecciones en 2017. La amenaza yihadista, sin embargo, sí que pone en peligro el legado de la canciller alemana, que podría llegar al final de su carrera política con una Europa hecha trizas si se ve obligada a virar a la derecha para contener la presión ultra y xenófoba de una parte del electorado alemán.

Merkel, de momento, parece dispuesta a resistir. Y hoy se ha reafirmado en su deseo de una Alemania “libre, unida y abierta” sólo unos minutos antes de acudir al mercado de Navidad berlinés, arrasado la noche anterior por un camión que dejó 12 víctimas mortales y más de 40 heridos, algunos de ellos, de extrema gravedad.

La matanza parece ser, según todos los indicios, el primer ataque yihadista de envergadura en suelo alemán dentro de la oleada terrrorista que desde 2015 ha golpeado repetidas veces en Francia (más de 200 muertos) y en Bélgica (32 muertos).

El atentado se produce sólo unos días después de que la canciller alemana, Angela Merkel, haya aceptado presentarse a la reelección en 2017 como candidata conservadora de la CDU/CSU. Y a nueve meses de la cita con las urnas, la mayoría de los analistas coinciden en que la tragedia marcará el debate político y electoral en Alemania de manera inevitable. No está tan claro, sin embargo, cuál puede ser el impacto real de este tipo de atentados en la opinión pública.

En Francia, por ejemplo, la opinión pública cerró filas con el Gobierno tras las sucesivas matanzas (Charlie Hebdo, Bataclán, Niza...) y hasta el presidente François Hollande se benefició momentáneamente de un repunte de popularidad, aunque no suficiente como para poder aspirar a la reelección.

En Alemania, el liderazgo de Merkel no está en duda y la ausencia de rivales de peso (los socialistas del SPD ni siquiera han elegido todavía candidato) la convierte en la imagen de seguridad y estabilidad que probablemente reclame el electorado. Los atentados yihadistas, sin embargo, pueden abrir una vía de agua en su candidatura, sobre todo, si se asocian a su política de puertas abiertas con los refugiados en 2015, una decisión que permitió la entrada en Alemania de casi un millón de personas sin apenas verificar su origen ni filiación, lo que provocó la mayor caída de popularidad de la canciller en sus 11 años de gobierno.

La propia policía estableció el peligroso vínculo en la noche del lunes al anunciar la detención del presunto autor de la matanza del mercado de Navidad, que resultó ser un refugiado de origen paquistaní. El martes, la policía reconoció que se había equivocado y puso en libertad sin cargos al joven de 22 años. Pero la amalgama ya había cuajado.

“Son los muertos de Merkel”, atacaba la misma noche del lunes uno de los líderes de Alternativa por Alemania (AfD), partido de extrema derecha que, según los sondeos, puede captar el 15% de lo votos y convertirse en 2017 en la tercera fuerza política de Alemania, por detrás de CDU y SPD.

AfD nació como un movimiento contra el euro y contra el multimillonario e infructuoso rescate de Grecia. Pero su xenofobia intraeuropea ha mutado en xenofobia internacional con la crisis de los refugiados y parece dispuesto a redoblar la presión sobre Merkel con la crisis de seguridad en ciernes.

“El gobierno de Merkel no va a sobrerreaccionar a unos meses de las elecciones”, auguran en el centro de estudios Eurasia Group. Ese think tank estima que Merkel no se embarcará en una agenda de ultravigilancia, que podría chocar con la sensibilidad alemana por la privacidad, ni revisará su política de asilo (recogida, en parte, en la Constitución alemana).

Los analistas de Eurasia también dudan de que AfD salga beneficiado de la inseguridad actual porque el electorado podría castigar cualquier maniobra que interpreten como una explotación electoral de las víctimas.

Merkel, sin embargo, se verá obligada a adaptar su discurso a las demandas de dureza que surgen en su propio partido. Un giro con potenciales consecuencias para todo el continente.

Europa rota

Antes del atentado del lunes, la canciller ya dio el primer aviso de hacia dónde se dirige su campaña electoral. Por primera vez, Merkel se pronunció a favor de prohibir el burka, un tema de identidad religiosa o cultural que la canciller había preferido obviar hasta ahora.

Los aliados bávaros (CSU) de Merkel reclaman ya otros pasos, como el establecimiento de controles sistemáticos en las fronteras alemanas. El atentado del lunes, cometido con un camión llegado desde Polonia, puede reforzar esa petición. Pero dada la situación geográfica del país, el cierre de fronteras en Alemania supondría prácticamente el fin de la zona Schengen. Sólo desde Polonia entran cada año 3,1 millones de camiones en territorio alemán; más 3,8 millones desde Austria; y 6,5 millones desde Holanda, según los datos recogidos por el centro de estudios Bruegel.

La difícil supervivencia de la zona Schengen (nacida en 1995) se une al brexit (salida del Reino Unido), la primera escisión en 60 años de historia de la UE, y al grexit o salida de Grecia de la zona euro, un riesgo que vuelve a resurgir a mitad de camino del tercer rescate (que expira en 2018).

Los tres mayores logros de la construcción europea -la unificación del continente, la supresión de fronteras y la creación de una moneda única- penden, en gran parte, de la posición de Merkel durante los próximos nueve meses, hasta las eleccioenes de otoño de 2017.

La canciller puede verse ante el terrible dilema de tener que elegir entre satisfacer a su electorado, que reclama el blindaje de fronteras y tolerancia cero con Atenas, o salvar Europa aunque sea a costa de su popularidad.

En la crisis del euro, Merkel ha logrado mantener desde 2010 la dureza con Grecia sin llegar a la ruptura de la Unión monetaria, aunque por poco. El equilibrio fue mucho más frágil con la crisis de refugiados en 2015 y la zona Schengen se resquebrajó con la proliferación temporal de controles fronterizos. Con la previsible convergencia de las dos crisis en 2017, tal vez ni siquiera Merkel pueda mantener al mismo tiempo su popularidad y la unidad de Europa.

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