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Tecnología

Atención: las impresiones 3D pueden traer problemas legales

Las reproducciones deben respetar derechos de propiedad intelectual

El ingeniero Travis Lerol, creador de la pistola Liberator, apunta con una de ellas.
El ingeniero Travis Lerol, creador de la pistola Liberator, apunta con una de ellas.Getty Images
Manuel G. Pascual

Las impresoras 3D eran hasta hace poco herramientas reservadas a ingenieros y arquitectos. Sin embargo, la expiración en 2014 de una importante patente de impresión por capas ha permitido que esta tecnología gane presencia en tiendas e incluso en jugueterías. ¿Qué pasará cuando se popularicen las impresoras 3D? Por lo pronto, ya empiezan a plantear problemas legales.

Por ejemplo, ¿puede un particular comprarse un muñeco de Shrek, escanearlo e imprimirlo luego en casa? En teoría, no debería hacerlo sin pagar derechos a Dreamworks, la productora responsable de las películas y merchandising del ogro verde. Aunque no tenga intención alguna de vender la reproducción. “No es legal, pero no van a ir por ti. No sale a cuenta ponerse a perseguir a millones de personas”, explica Pedro Saturio, abogado de Elzaburu, especializado en propiedad industrial e intelectual.

“En su momento pasó lo mismo con las fotocopiadoras: en teoría no se puede replicar un libro, pero la gente lo hace”, aclara Saturio. Siguiendo con el ejemplo de la figurita, lo normal es que los dueños de sus derechos solo inicien acciones legales si quien las produce pretende sacar algún provecho económico.

¿Fabricar pistolas en casa? Es posible, pero está prohibido

El ingeniero estadounidense Travis Lerol desarrolló un modelo de pistola, bautizada como Liberator, capaz de ser reproducido con una impresora 3D. Todos sus elementos son de plástico duro, a excepción de unos pocos tornillos y de la munición, la misma que la de las armas convencionales. Su creador, un firme defensor de las armas, compartió el diseño a través de una fundación tejana.

Una reciente sentencia de una corte federal ha prohibido su difusión, al considerar que no se puede apelar a la libertad de expresión (Primera Enmienda de la Constitución de EE UU) para compartir los archivos que contienen los diseños de armas. Los magistrados consideran que Liberator contraviene la seguridad nacional, por mucho que el derecho a tener armas esté garantizado por la Segunda Enmienda.

¿Qué pasará en caso de que las impresoras 3D se conviertan algún día en un objeto imprescindible en los hogares? Eso podría cambiarlo todo. Lo normal es que circulen por la red diseños 3D de los más diversos objetos, que los usuarios puedan descargarse para imprimir cosas en casa. Todo será legal si quienes difunden esos diseños han pagado los derechos correspondientes. “Si no, se produce una infracción indirecta cada vez que alguien use esos planos”, indica Saturio.

Ya hay plataformas, como Thingiverse o Pirate 3D, en las que se pueden obtener de forma gratuita diseños adaptados a distintos modelos de impresoras 3D. Si esta clase de webs se popularizan es muy posible que acaben siendo perseguidas, como pasó en su momento con Napster y otras páginas de intercambio de archivos de música o vídeo. “Lo que se hace normalmente es ir a por la fuente”, apunta Saturio.

Por supuesto, existe también la posibilidad de que particulares se lleven la producción a casa o a talleres clandestinos. Con la tecnología disponible se podrían fabricar, por ejemplo, piezas para la industria del automóvil: solo hace falta conseguir planos detallados de ellas. Lo mismo puede pasar con casi cualquier objeto. “En España todavía no, pero en Estados Unidos ya empieza a haber jurisprudencia al respecto”, indica este experto. Por ejemplo, un juez prohibió la impresión de aparatos de ortodoncia al considerar que se vulneraba la patente.

También se dictaminó que una estatua tiene copyright: la universidad de Augustana College, en Illinois (EE UU), pidió a un usuario que retirara el diseño de una de las estatuas que decoran su campus de la mencionada web Thingiverse. La batalla legal por fijar los límites de la impresión 3D acaba de empezar.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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