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Escapadas a media distancia

La Rochelle, un puerto lleno de historias

Es la tercera ciudad más visitada de Francia.

El Ayuntamiento de La Rochelle, en restauración.
El Ayuntamiento de La Rochelle, en restauración.Inma Moscardó

La sal y el vino y, más tarde, el azúcar la hicieron poderosa y rica, y quizás por eso, se amuralló frente al Atlántico. Fortificaciones y atalayas se mantienen en pie, siglos después en La Rochelle, en el oeste de Francia, como testigos con mucha historia, ligados al mar y al comercio. Bastión hugonote y protestante en una nación católica, esta preciosa ciudad medieval resistió heroicamente el asedio ordenado por el cardenal Richelieu en 1627, aunque no pudo evitar ser arrasada.

A menos de 200 km de Burdeos y Nantes y a tiro de piedra de la exquisita isla de Ré, esta villa recibe cada año unos tres millones de turistas, lo que la convierte en la tercera más visitada de Francia. Muchos de estos visitantes llegan en yates o veleros, que verá entrando o saliendo de su imponente puerto de recreo, porque el mar forma parte intrínseca de la historia de la pequeña roca, como también se conoce a la urbe portuaria.

Un legado que permanece intacto en muchas de las calles del casco antiguo, buena parte de él peatonal, con sus travesías estrechas y empedradas y las fachadas de sus casas medievales marcadas por los característicos entramados de madera, recubiertos de pizarra, para paliar la humedad. Algunas de estas antiguas viviendas, lejos de convertirse en museo, han sido rehabilitadas y están habitadas; reconocerá también por sus paredes de piedra esculpida, edificios de los siglos XVI y XVII, muchos de ellos, con una sucesión de soportales, a ras de suelo, que a ratos parece interminable –más de tres kilómetros–, que cobijaban a comerciantes y mercancías de las inclemencias del tiempo.

La calle de Les Merciers es una de las arterias más típicas de La Rochelle por sus numerosas galerías y sus edificios renacentistas, con gárgolas talladas, junto a casas medievales. Hoy en la ciudad, con gran ambiente universitario, predominan tiendas de lo más chic y concurridas terrazas, cafés y restaurantes donde degustar los famosos mejillones de Ré, ostras u otros mariscos.

Panorámica del puerto viejo con sus dos icónicas torres.
Panorámica del puerto viejo con sus dos icónicas torres.

En su visita a este antiguo pueblo de pescadores, campesinos y comerciantes es imprescindible el paseo por el puerto viejo con sus célebres torres, la de San Nicolás y la de Las Cadenas, símbolos e imagen más repetida de la roca, y puerta de entrada a la ciudad. La primera, de 42 metros de altura, data del siglo XIV y funcionaba como puesto de vigilancia. En su interior se sucede un laberinto de escaleras y pasillos. Frente a ella, más bajita, la Torre de Las Cadenas, que también se usaba para observar el tráfico portuario. Una cadena unía ambas torres.

Otra tercera destaca en el viejo puerto. La reconocerá fácilmente por la aguja gótica que la corona: es la Torre de la Linterna. Este antiguo faro es la más alta de las tres y se utilizó como cárcel para corsarios o militares y religiosos caídos en desgracia. En su interior quedan antiguas pintadas de los presos y en lo alto se ha habilitado un mirador que ofrece magníficas vistas de la ciudad.

Un cuarto minarete, la Torre del Reloj, une a través de un pasadizo el viejo puerto con el casco viejo: es la Porte de la Grosse Horloge, también medieval aunque en el XVIII, se le añadió un campanario con el reloj que la da nombre. Puede sacar una entrada conjunta para visitar todas las torres o individuales.

En la actualidad, en el viejo puerto solo verá barcos de recreo, aunque el nuevo, Les Minimes, en el exterior de la ciudad, es el primer astillero de recreo de la costa atlántica, donde fondean 5.000 embarcaciones de este tipo. Allí se ubica también el acuario, uno de los más grandes de Europa, con tiburones incluidos.

Muy cerca, el barrio holandés, con sus típicas casitas bajas de madera pintadas de colores, en sus murales podrá observar el arte callejero. No puede marcharse de La Rochelle sin visitar el vistoso y animado mercado local ni la bonita plaza donde se ubica el Hôtel-de-Ville, el Ayuntamiento, arrasado en un incendio.

Guía para el viajero

CÓMO IR. En avión, lo más práctico es ir a Nantes o Burdeos. Air Nostrum tiene vuelo directo a ambas ciudades (consultar precios en Airnostrum.es). En coche, desde Burdeos o Nantes a La Rochelle tendrá que hacer 190 km o 136 km, respectivamente.

DÓNDE COMER. Si visita el acuario y viaja con niños, una opción es el Café de l’Acuarium (Quai Louis Prunier, 4), en la planta superior del mismo y con fantásticas vistas panorámicas sobre el puerto, aunque el servicio es algo lento e inexperto. Para cenar, el elegante y original Les 4 Sergents (Saint Jean du Perot, 49). Cocina elaborada, servicio también mejorable.

DÓNDE DORMIR. En el Best Western Hotel Le Champlain (Rambaud, 20-30) destaca el aire aristocrático del edificio, un antiguo palacete rehabilitado, con muebles de estilo, una refinada decoración y un excelente y amable servicio.

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