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Elecciones Estados Unidos

Trump, un jardinero con excavadora

El nuevo presidente ejerce, según los expertos, un liderazgo transformador Combina la comunicación con el entretenimiento

Reuters

Acaba de ser elegido 45ª presidente de Estados Unidos y es una incógnita para el mundo entero. Donald Trump (Queens, 1946), que durante la campaña electoral ha protagonizado sonrojantes y polémicos momentos, tiene al resto del planeta expectante sobre su comportamiento futuro. “Es difícil proyectar cómo va a actuar. Es lo mismo que le sucedió a Barack Obama, que en la campaña electoral como candidato ejerció un liderazgo, en cuanto a comunicación y movilización, diferente a lo que luego como presidente puso en práctica. Anunció, por ejemplo, que cerraría Guantánamo y luego vio que era complicado”, explica el director de la cátedra de Liderazgos y gobernanza democrática de Esade, Ángel Castiñeira, que ensalza el share de audiencia conseguido por el candidato republicano, a pesar de haber contado con un presupuesto menor que Hillary Clinton.

A destacar, por tanto, la capacidad de Trump para aprovechar los recursos y generar espectáculo durante la campaña. Es lo que llama el consultor de comunicación y asuntos públicos, Santos Ortega, infotainment, la suma de información y entretenimiento, “aunque su verdadero liderazgo, a pesar de que en la campaña se haya manifestado de una determinada forma, está aún por descubrir”.

Si algo se ha podido comprobar a lo largo de estos meses es la capacidad del magnate inmobiliario para comunicar, cabe recordar que fue presentador del reality show The Apprentice de la NBC, su empatía y su habilidad para movilizar a la gente, sobre todo con los electores blancos descontentos con las élites políticas y económicas. “Los que se tomaron en serio el muro con México fueron los profesores de Hardvard y la élite norteamericana. La gente humilde y los más desfavorecidos han sido quienes le han votado. Ese carisma para llegar al grueso social es el que tiene que mantener”, afirma el profesor de dirección de personas en IESE, Guido Stein.

Donald Trump encarna precisamente el sueño americano. Tiene experiencia en levantarse tras la derrota. Él mismo lo cuenta en su libro Nunca tires la toalla (Gestión 2000), donde explica cómo convirtió sus retos en éxitos y cómo ha vuelto a empezar después de un fracaso. “Sufrí un revés tan mayúsculo a principios de la década de 1990 que estoy en la lista de récords Guinness por ostentar el mayor descalabro económico de la historia”, explica en estas memorias, donde afirma que “negarte a tirar la toalla será probablemente la mejor estrategia”. Es el principal accionista de Trump Organization y fundador de la empresa de hoteles y juegos de azar Trump Entertainment Resorts, y propietario de varios hoteles en Estados Unidos, Irlanda, Escocia, Canadá, Brasil o Panamá; campos de golf en distintos rincones del mundo y hasta viñedos en Virgina. Su riqueza, según Forbes, suma 4,5 billones de dólares (4.120 millones de euros) y le coloca en el puesto 324 de las mayores fortunas del mundo.

Pero es precisamente esta trayectoria de empresario poderoso, acostumbrado siempre a tomar decisiones sin consultar con nadie, uno de sus principales handicaps en política, “no tiene finura negocaciadora ni sabe escuchar otras opiniones”, afirma Castiñeira, quien afirma que todo liderazgo es contextual. “Hay que entender las claves internas para comprender de qué materia está hecho. Apela a nuestro cerebro, a nuestros miedos y esperanzas”. Como ejemplo, añade, “cuando valoramos el liderazgo de Putin lo estamos haciendo desde los parámetros de valores de una sociedad como la nuestra, diferente a la rusa”.

En opinión del experto de Esade, existen dos modelos de liderazgo. El primero, el transaccional, que es el que ha ejercido Obama y la candidata demócrata. “Son como jardineros cuidadosos, que le dedican atención a las distintas partes del jardín, lo abonan, lo riegan, es la diplomacia, el smart power (poder inteligente), la gestión predictible, que genera tranquilidad y esperanza”.

Y, por otro lado, está el transformacional, en el que se incluiría a George W. Bush y ahora a Trump. “Es el jardinero que se sube a una excavadora y entra en el jardín con intención de cambiarlo todo, lo arrasa. Es un liderazgo más visionario, heróico, intimidatorio, donde no hay cabida para la negociación, porque son líderes que saben cuál es el futuro, y eso genera que no solo los actores internos sino también la comunidad internacional los vean con temor”, señala Castiñeira.

Uno de los valores de Donald Trump es que ha sabido conectar con lo que sucede en el mundo, con un populismo que triunfa, “a través de mensajes primarios, emocionales, dando remedios sencillos a problemas complejos, ofreciendo soluciones a los votantes con menor cualificación”, explica Santos Ortega sobre la promesa del presidente republicano de mirar hacia dentro del país, de recuperar la esencia americana, en contra de la globalización y del escenario internacional. “Trump ha demostrado que es ajeno a las críticas, le gusta que hablen de él aunque sea mal. Ha jugado a la figura de la autoridad, sin empatía, dividiendo al país, pero no le va a quedar otra que negociar, llegar a acuerdos, sino lo va a tener complicado incluso dentro de su partido”, señala este consultor.

Esto es precisamente lo que Trump hizo ayer, en opinión de Stein, tras conocerse los resultados. “En su primer discurso ha hablado como presidente, y no como candidato. Cuando las elecciones terminan, hay que dejar de hacer campaña, y felicitar a la familia Clinton y decir que hay que gobernar en unión es un paso muy importante”. Es algo similar a lo que sucede en el mundo de la empresa, prosigue Stein. “Suele decirse que en una promoción, lo que te ha hecho ascender no es lo que va a permitir que te mantengas, y Trump, hombre de empresa, conoce esto”.

El nuevo inquilino del Despacho Oval “no puede dejar de ser el personaje que ha sido hasta ahora”, apunta el director del Master en Comunicación Política de Barcelona School of Management, adscrita a la Universidad Pompeu Fabra, Toni Aira, “ya que en ese caso perdería la conexión con quienes le han votado, que en gran parte han sido los desheredados, descontentos con la élite que representa Clinton”. Eso sí, matiza, “el poder también modera, y es necesario que se quite de esos excesos que ha mantenido durante este año y medio de campaña electoral”. Guido Stein reafirma esta idea: “La esencia de preocupación social no debe perderla, pero los argumentos racistas y misóginos debe dejarlos de lado. A más responsabilidad en el cargo, más responsabilidad en los actos”.

Donald y Melania Trump, ayer durante la celebración de los resultados.
Donald y Melania Trump, ayer durante la celebración de los resultados.

Trump necesitará el contrapeso que Obama encontró en Michelle

Es de sobra conocido el peso que la primera dama tiene dentro de Estados Unidos. Pero tras la victoria de Donald Trump, esta situación previsiblemente cambiará, más aún teniendo en cuenta el legado que deja la influyente Michelle Obama, abogada y esposa del primer presidente negro del país. Será difícil, según los expertos, para la nueva inquilina de la Casa Blanca, Melania Trump.“El perfil de Donald Trump, impulsivo, llamativo y excesivo en muchos casos, requiere de un contrapeso que le guíe, le equilibre y le ayude. Un número dos”, explica el profesor de dirección de personas en IESE, Guido Stein, “y en este caso, Melania Trump no parece serlo”. No obstante, recuerda el director del máster en Comunicación Política de Barcelona School of Management, adscrita a la Universidad Pompeu Fabra, Toni Aira, el caso de Michelle Obama fue “excepcional, de las pocas que se recuerda, con química y capacidad comunicativa”.

Por eso, con la victoria de Trump, lo más factible es que vuelva el esquema tradicional y conservador estadounidense, “de una acompañante del presidente, que dulcifique la imagen de su marido, ya que, por otra parte, de Melania Trump nadie espera grandes luces en política”, prosigue Aira.

Si Michelle Obama fue una compañera de su marido, “que caminaba a su lado”, el caso de la exmodelo eslovena, de 46 años, tercera esposa del mandatario y madre del pequeño de sus cinco hijos, será totalmente opuesto. Será una mujer que se mantendrá siempre detrás de su marido”, sentencia Aira. Lo más lógico es, por tanto, que ese equilibrio, necesario en la figura de cualquier presidente, pero previsiblemente mucho más importante en Trump, el presidente lo encuentre en alguien de su equipo, en un perfil que haya sido determinante en la campaña.

El equipo será determinante. Por ejemplo, así lo destaca el consultor en comunicación y asuntos públicos Santos Ortega, deberá acercar posturas con el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, que durante la campaña mantuvo su oposición a algunas de las ideas de Trump.

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