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Gestión empresarial

John LeFevre: “Invitar a drogas y mujeres es común en mi negocio”

El autor muestra en sus memorias 'Directo al infierno' los trapos sucios de los ejecutivos de Wall Street

Imagen promocional de la película "El lobo de Wall Street".
Imagen promocional de la película "El lobo de Wall Street".

John LeFevre (Texas, EE UU, 1979) jamás podrá volver a trabajar como banquero de inversión. El retrato que hace de las tripas del opaco mundo de las grandes firmas de Wall Street en su libro Directo al infierno (Deusto), que ya se ha convertido en un bestseller mundial, ha causado gran controversia en el sector. Tanto por no escatimar detalles en la descripción del estilo de vida de estos profesionales, entre los que la droga, el alcohol y las prostitutas forman parte de su dieta habitual, como por los amaños de honorarios y la ligereza con la que cierran acuerdos millonarios de emisión de bonos.

Asia es el lugar en el que podemos hacer lo que nos dé la gana sin enfrentarnos a las consecuencias”, apunta el autor

Comer cada día con botellas de vino de al menos 300 dólares, dilapidar 25.000 dólares en un fin de semana loco, pensar en qué superdeportivo comprarse con el siguiente bonus, banalizar sobre la vida del servicio que les atiende o avisar al compañero antes de entrar en una reunión de que su nariz conserva un rastro de la cocaína eran constantes en el mundo de este exempleado de Salomon Brothers, Citigroup y Goldman Sachs. “Mucho de lo que hacíamos era terrible, por la forma en la que tratábamos a la gente, por cómo timábamos a los clientes y gastábamos fortunas y por estar constantemente de fiesta”, explica a CincoDías desde su retiro en EE UU, donde ahora vive de las rentas. “En su momento lo disfruté. Hasta que me cansé de ese estilo de vida. Ahora me centro en mis hijos y en el golf”.

Lo interesante del libro de LeFevre es que no deja claro si esas costumbres de las que habla son una forma de escaparse de la presión de su trabajo o una dimensión más de este.  “Un consejero delegado chino solía pedir a las mujeres analistas que nos abandonaran tras las cenas de trabajo para poder llamar a las putas con más tranquilidad. Yo vi cómo un alto cargo indonesio concedió un mandato de bonos al Deutsche Bank y no a otro banco porque le regalaron a su mujer un bolso Hermès Birkin”, explica LeFevre.

Varias de las experiencias más rocambolescas que describe las vivió en varias capitales asiáticas, que frecuentó tras ser destinado en Hong Kong. “Asia es el lugar donde podemos hacer lo que nos dé la gana sin tener que enfrentarnos a responsabilidades ni a consecuencias”, escribe. Todos sus colegas, también los afincados en Londres o Nueva York, se peleaban por ir una semana de reuniones a Oriente. Una vez tuvo que coger un avión a Yakarta para una breve reunión de 45 minutos, cuyo resultado se sabía intrascendente. No se encontró con los representantes de sindicación de Deustche Bank ni de Crédit Suisse. Sí habían viajado hasta allí, “pero solo para irse de putas y jugar al golf al día siguiente. Para ellos, la reunión era una excusa para pasar gastos de viaje”, cuenta.

'Directo al infierno' se ha convertido en un 'bestseller' en Estados Unidos.
'Directo al infierno' se ha convertido en un 'bestseller' en Estados Unidos.

Los mítins de los que habla son los que juntan a sindicatos bancarios con emisores de bonos corporativos y posibles inversores. Se trata de encuentros en los que se fija el precio de los bonos y la cantidad a emitir, que suele implicar centenares de millones de dólares. Aunque, tal y como describe LeFevre, a menudo las condiciones se amañan previamente con llamadas a clientes preferentes del tipo: “Entre tú y yo, lo que tenemos entre manos es una operación de 500 millones a cinco años para... [el autor tuvo la precaución de omitir nombres propios en el libro]. ¿Te interesan las propiedades en China en general, este crédito y con esta rentabilidad?”. Las reuniones posteriores, las oficiosas, cuenta, a menudo son pura comedia. “Aunque parezca mentira, así es como se elabora y se lleva a buen término un gran número de acuerdos. Un encuentro cara a cara y unas copas se imponen a las tretas y las puñaladas por la espalda entre competidores. Pasamos 20 minutos discutiendo la estrategia del acuerdo y el resto del tiempo nos divertimos y bebemos”, escribe.

El lejano Oriente, insiste LeFevre, “es como el salvaje Oeste. El racismo, el sexismo y la fiesta dura son perfectamente aceptables”, asegura el autor. “Proveer de mujeres y drogas a los clientes para hacer negocios es algo común. Lo gracioso es que mientras en EE UU o Inglaterra la cosa no funciona así, cuando llegaban colegas occidentales era como si se dejasen los anillos de casado en casa. Se volvían tan locos como los demás”, cuenta entre risas.

El libro rebosa de anécdotas marcadas por los excesos. El primer teléfono que conseguía cuando llegaba a un destino era el de un camello discreto y de confianza. Las jornadas laborales acababan a diario con fiestas que dejaban espacio a escasas horas de sueño. “Goldman Sachs me contrató en un momento en el que mi vida estaba completamente fuera de control. Y, sin embargo, esa era la persona a la que querían”, recuerda. En una ocasión, LeFevre y un grupo de banqueros de la competencia coincidieron en Hong Kong en el mismo lujoso restaurante en el que estaba cenando la plantilla del Manchester United tras disputar un amistoso. El autor, muy bebido, se acercó a Wayne Rooney para hacer una gracia, quien pese a estar casado “le entraba con decisión a una rubia relativamente atractiva”. Se puso justo detrás del jugador y le acarició la espalda haciéndose pasar por esta. La cosa acabó en una trifulca que involucró a varios futbolistas. “Rooney amenazó con demandarme por mencionar el suceso en el libro, pero afortunadamente había muchos testigos, así que mi abogado le envió a paseo”, recuerda con alegría el autor.

El futbolista Wayne Rooney amenazó con demandar a LeFevre por mencionar una turbia trifulca en la que ambos se vieron involucrados.

Poco antes de escribir el libro, LeFevre se reveló como el autor de la popular cuenta de twitter @GSElevator, en la que aireaba los trapos sucios del mundillo de Wall Street. “Mi triturador de basuras come mejor que el 99% del mundo”, “si eres rico, no te llamarán ‘loco’, sino ‘excéntrico” o “jamás doy limosna a los indigentes. Mi conciencia no me permite recompensar el fracaso”, son lo suficientemente poco soeces como para poder reproducirlos aquí.

Esas píldoras de filosofía yupi ya no tienen que ver con la nueva vida del autor. “No me arrepiento de nada de lo que hice. Cuando estás en ese juego te empapas tanto de la cultura del dinero que pierdes de vista las normas sociales básicas y la decencia”, asegura antes de ir a dejar en el cole a sus pequeños e ir a jugar unos hoyos.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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