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El Foco
Tribuna
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Financiación privada para mejorar la sociedad

Si el proyecto cumple con los objetivos del Gobierno , el inversor será repagado y recibirá una prima

Thinkstock

El 10 de diciembre de 2006, la Fundación Nobel galardonó a Mohamed Yunus y al Grameen Bank, banco que Yunus fundó en 1976, con el Premio Nobel de la Paz “por los esfuerzos para promover el desarrollo social y económico desde abajo”. El Grameen Bank, que se autodenomina como el “banco para los pobres”, revolucionó el acceso a la financiación de los colectivos más desfavorecidos de las zonas más pobres de la República Popular de Bangladesh a través de la concesión de microcréditos. Tal fue el éxito de dicha modalidad de financiación, que la concesión de microcréditos ha sido un fenómeno global que, con más o menos repercusión, ha llegado a todas partes del planeta.

Casi diez años después, y tras haber sufrido una de las mayores crisis financieras de la historia, el acceso a la financiación sigue siendo uno de los principales problemas a los que se enfrenta el desarrollo social. Sin embargo, poco a poco empiezan a aparecer nuevas iniciativas que, tal y como sucediera con los microcréditos, están dando un gran impulso a la financiación de proyectos de carácter social.

Es innegable que la fusión entre las actividades de emprendimiento social y la financiación a través de plataformas de crowdfunding de equity ha permitido el desarrollo de proyectos de carácter social que hasta hace unos años eran prácticamente imposibles de ser financiados. Se trata de una combinación muy interesante en virtud de la cual empresas cuyo objetivo es generar un impacto en la sociedad, la educación o el medio ambiente se financian gracias al crowdfunding de equity, otorgando a los inversores privados una participación en su empresa.

"La fusión de emprendimiento y ‘crowdfunding’ de ‘equity’ ha permitido el desarrollo de iniciativas sociales"

Sin embargo, desde un punto de vista financiero, todavía hay mucho recorrido en el campo de las inversiones con impacto social. Por una parte, los Gobiernos se ven obligados a establecer políticas que potencien el progreso social; por otra, entidades sociales, tales como organizaciones no gubernamentales y asociaciones, están en continua búsqueda de financiación para el desarrollo de sus proyectos; y por último y quizás más importante, cada vez hay más inversores que están dispuestos a asumir un mayor riesgo en sus inversiones, siempre y cuando estas, además de un retorno económico, tengan un impacto en la sociedad.

Así pues, los bonos de impacto social, cuya denominación puede llevar a confusión, no son más que un mecanismo innovador de financiación en virtud del cual inversores privados financian, a modo de inversión, proyectos de carácter social establecidos por Gobiernos que van a ser desarrollados por entidades sociales, estando vinculado su repago al éxito del proyecto. En este sentido, son dichas entidades las que, directa o indirectamente (a través de un vehículo), captan las aportaciones de los inversores privados para el desarrollo de sus proyectos sociales. Si, tras la finalización del proyecto, se demuestra que ha cumplido con los objetivos que el Gobierno había establecido para el mismo, el inversor será repagado y obtendrá además una prima adicional. Es decir, es una modalidad de contrato por resultado (pay for success contracts).

La primera vez que se utilizó un esquema financiero de bonos de impacto social fue en el Proyecto Peterborugh, que se desarrolló en Reino Unido en el año 2010 por iniciativa de su Ministerio de Justicia y Social Finance UK que buscaba financiar servicios públicos que redujeran la tasa de reincidencia criminal de los presidiarios de la cárcel de Peterborugh. Para ello, se constituyó un vehículo financiero que captó alrededor de cinco millones de libras destinados a financiar una serie de intervenciones y encuentros con los presidiarios cuya pena era menor de un año con el fin de conseguir que no reincidieran en nuevos crímenes una vez salieran de la cárcel. Posteriormente, una vez los presidiarios habían abandonado la cárcel, el Gobierno analizaba el nivel de reincidencia criminal de estos expresidiarios en comparación con los niveles de reincidencia de cárceles similares. Si se determinaba que se había reducido, por lo menos, un 7,5% en comparación con el nivel de los expresidiarios del resto de cárceles, los objetivos previamente establecidos por el Ministerio de Justicia (ie. reducción tasa de criminalidad, menos gastos en cárceles…) se habían cumplido y se tendría que repagar a los inversores.

Tras el éxito del Proyecto Peterborough, la financiación a través de bonos de impacto social va tomando poco a poco más fuerza. Hasta la fecha, se ha replicado en varios países, principalmente anglosajones. En Estados Unidos, el liderazgo de Harvard Kennedy School a través de su SIB Lab creado en 2011, ha ayudado a la implementación de esquemas de bonos de impacto social en varios Estados americanos, tales como Chicago, Massachusetts, Nueva York, Washington D.C., y Ohio. Por otro lado, en abril del 2013, se lanzó el primer bono de impacto social en Australia, que fue emitido por Newpin SBB con la colaboración Social Ventures Australia para promover la protección de menores y familias en estado de vulnerabilidad. Asimismo en Reino Unido, además del Proyecto Peterborough, se han financiado hasta la fecha a través de bonos de impacto social proyectos para favorecer la infancia, el desempleo y las personas sin hogar.

"Tras aplicarse en Reino Unido, el sistema ha sido replicado en varios países, sobre todo anglosajones"

En nuestro país, donde todavía es un método bastante novedoso, no hay muchos precedentes. Eso sí, todo parece indicar que la financiación a través de bonos de impacto social será, sin lugar dudas, un fenómeno financiero al servicio de la sociedad, que tendrá un gran recorrido en los próximos años y que abrirá un nuevo abanico de posibilidades de inversión con un alto componente social.

 Alberto Mata Rodríguez es abogado y colaborador de la Fundación Fernando Pombo.

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