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Ciencia y salud

¿Para cuándo un plan de prevención del suicidio?

Los expertos aseguran que una estrategia nacional ayudaría a reducir su incidencia

Thinkstock
Manuel G. Pascual

El año pasado murieron en las carreteras 1.689 personas, según datos de la Dirección General de Tráfico. Se trata de una cifra trágica que, sin embargo, se ha logrado reducir notablemente en los últimos tiempos: una década antes, en 2005, se contaron 3.377 defunciones, y en 1997, 5.604. El gran avance en la lucha contra los accidentes de tráfico es el fruto de años de campañas de fomento del uso del cinturón o de tolerancia cero con el alcohol, entre otras. No se hubiera llegado demasiado lejos en concienciar a la ciudadanía de la importancia de adoptar buenos hábitos al volante sin una labor coordinada de la Administración pública y de diversas organizaciones, incluyendo el sector privado.

Hablar del tema ayuda a superarlo

Se estima que la gran mayoría de los casos de suicidio (la proporción podría superar el 90%, según algunas fuentes) esconden casos de problemas mentales, siendo la depresión severa el más habitual. En muchos de esos casos, los pacientes se encuentran bajo medicación, tomando normalmente antidepresivos y ansiolíticos.

Lógicamente, tomar la medicación no garantiza nada. “Si se te acaba de matar un hijo en un accidente te ayudará a dormir mejor, pero nunca te quitará el dolor emocional”, explica Javier Jiménez, presidente de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (Aipis), compuesta principalmente por profesionales con experiencia en el trato con personas con conductas suicidas.

La mejor medicina contra el suicidio, coinciden los expertos, es hablar sobre el tema. “Antes de dar el paso definitivo, los suicidas pasan por episodios de desesperación, ambivalencia e impulsividad”, explica José Manuel Cañamares, de la fundación Intress. “Es fundamental actuar antes de que se llegue al estadio de la impulsividad”, sentencia. En algunos casos, se puede ayudar a la persona a ver que hay otras soluciones a quitarse la vida.

De ahí que la mayoría de planes de prevención incluyan medidas de seguimiento del paciente, al que se contacta regularmente por teléfono, para ver cómo evoluciona. Cecília Borràs, de DSAS, añade que, en ocasiones, ese trabajo también conviene hacerlo entre los familiares de quienes se han suicidado.

El suicidio es hoy un problema de primera magnitud para el país. El Instituto Nacional de Estadística (INE) sitúa en 3.910 las muertes en 2014, último año del que ofrece datos. Se trata ya de la primera causa de mortalidad no natural. Esa cifra, tildada de conservadora por muchos expertos, incluye solo las defunciones en el acto: quedan al margen las sobredosis accidentales de medicamentos, muchas precipitaciones tildadas también de accidentales o incluso algunos de quienes mueren días después de haberse tirado por la ventana, cuya causa de defunción se clasifica como politraumatismo. De ahí que algunos expertos eleven a, por lo menos, 5.000 el número estimado de muertes por suicidio, y otros lo coloquen por encima de los 7.000.

Aun tomando el dato del INE, las muertes por suicido suponen más del doble que las que acumulan los accidentes de tráfico. ¿Por qué no se pone entonces el mismo empeño en hacer lo posible por combatir el problema?

“Me parece una indecencia que no haya un plan nacional de prevención del suicidio”, espeta Cecília Borràs, presidenta de Després del Suïcidi Associació de Supervivents (DSAS), la primera asociación española de familiares de personas que han provocado su muerte. Borràs y su marido perdieron a su hijo de 19 años. “El suyo fue un caso impulsivo. Era un chico fantástico; cenamos juntos la noche anterior con la mayor normalidad. Al día siguiente se suicidó”, explica. En 2012, animada por la psiquiatra Carmen Tejedor, del Hospital de Sant Pau de Barcelona, una de las mayores autoridades del país en la materia, Borràs decidió crear la asociación. “Cuando pasas por una experiencia tan traumática como esta valoras mucho tratar con gente que te entienda”, asegura.

Los psicólogos aseguran que, con la ayuda adecuada y en ciertos casos, muertes como la que sorprendió a Borràs se pueden evitar. “El suicidio se puede prevenir, sin duda. Los mejores ejemplos están en el extranjero”, opina Javier Jiménez, presidente de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (Aipis), formada en este caso por profesionales de la psicología y psiquiatría. En Finlandia, ilustra Jiménez, se puso en marcha una estrategia nacional dirigido al sistema educativo, a la mejora del acceso a servicios de salud mental y a la aplicación de intervenciones en crisis suicidas. Se formó a profesionales sanitarios y se hizo un seguimiento y registro de las personas en situación de riesgo. Activo entre 1987 y 1996, el plan bajó la tasa de suicidios en un 8,7%. Según destaca Jiménez, si en Finlandia el 88% de las personas que han intentado suicidarse son vistas por un médico, en España la proporción es del 25%.

“La política que se ha adoptado en nuestro país es la inacción y la ocultación del problema”, señala José Manuel Cañamares, director del área de salud mental de la Fundación Intress. “Los datos oficiales sobre accidentes de tráfico se actualizan cada semana. Los de violencia de género, diariamente. Pero los de suicidios, cada dos años. Eso es muy indicativo de la poca atención que se presta al asunto”, abunda.

Existe el falso mito, reconocen los expertos en el tema, de que no se puede hacer nada para combatir el suicidio. Quien quiera matarse, se argumenta, lo hará independientemente de lo que suceda a su alrededor. Hay datos que derrumban esta suposición. “En los tres meses antes de cometer el acto, el 80% de los suicidas advierte sus intenciones y pide ayuda. Y en torno al 50% de ellos acude al médico a decir que está mal durante la misma semana en que decide suicidarse”, aseguran desde Intress.

“El suicidio es una solución eterna para un problema temporal”, opina Borràs. “Quienes dan el paso de suicidarse están sufriendo tanto que no nos lo podemos ni imaginar. Lo hacen precisamente para dejar de pasarlo mal. De lo que no se dan cuenta es de que esa solución es irreversible”, subraya. Solemos tener la imagen de que los suicidas son locos, cuando eso no es así. “El 60% de las muertes por suicidio tienen detrás una depresión grave. Todos somos vulnerables a las depresiones”, añade la presidenta de DSAS, que ya cuenta con más de 85 socios. La buena noticia es que la depresión se puede tratar.

“Consideramos imprescindible un abordaje transversal del suicidio para mitigar sus efectos. Debería incluir medidas de prevención, detección, diagnóstico, tratamiento y continuidad de cuidados de los trastornos mentales”, apunta Nel Anxelu González Zapico, presidente de la Confederación Salud Mental España.

Las personas con actitudes suicidas dan varios avisos antes de hacer una tentativa. Saber interpretarlas y actuar frente a ellas puede evitar muchas muertes, aseguran los expertos

La Organización Mundial de la Salud recomendó en 1996 que los países desarrollen planes y políticas de prevención del suicidio, que califica de muy importantes porque obliga a los Gobiernos a reconocer el problema, aumentar la preocupación a nivel nacional y resultan efectivos. Veinte años después, los únicos planes de actuación contra el suicidio que hay en España son los que ha puesto en marcha cada comunidad autónoma.

El más completo hasta la fecha es de Cataluña. Implantado en 2014, el Codi Risc Suicïdi, basado a su vez en un protocolo de actuación pionero del Hospital Sant Pau de Barcelona, se ha esforzado en mejorar los puntos de detección de tendencias suicidas en los centros de salud y en el teléfono de emergencias (061), ofrecer una atención proactiva a los pacientes de más riesgo, hacer un seguimiento prolongado de estos y mejorar la información disponible. Este programa asistió solo en su primer año a 1.400 personas con conductas suicidas.

En Asturias, Navarra y la Comunidad de Madrid, donde existe el Código 100 de prevención del suicidio, también hay planes activos. Pero nada similar desde el punto de vista estatal. La diputada de UPyD Rosa Díez tiene el honor de haber conseguido por primera vez en la historia poner de acuerdo a todo el Congreso en algo: propuso en 2012 la creación de una estrategia de salud mental dentro de la que se incluiría un plan contra el suicidio. Cuatro años después, dicha estrategia sigue sin ver la luz. Se creó una comisión nacional para evaluar su viabilidad y se consultó a las comunidades autónomas.

“Los psicólogos no recibimos formación sobre cómo tratar con un suicida en la universidad”, se queja Jiménez, de Aipis. Su asociación nació precisamente para dotar de herramientas útiles a sus colegas, pero también a otros colectivos sensibles, como policías, bomberos, enfermeros o maestros. En definitiva, los colectivos que más probablemente entrarán en contacto con posibles suicidas y tendrán la ocasión de intentar que reconsidere la situación.

“Solemos asociar el suicidio a una forma de locura, como lo definió el psiquiatra francés Esquirol en el siglo XIX”, lamenta Borràs. “Le puedo asegurar que el suicidios sacuden a gente y familias muy normales”.

Algunos mitos falsos

El ‘Protocolo para la detección y manejo inicial de la ideación suicida’, elaborado por Marta de la Torre Martí, subraya y desmonta falsos mitos que rodean el suicidio:

El que se quiere matar no lo dice (o viceversa). Muy al contrario, nueve de cada diez personas que intentan el suicidio lo comunican de alguna manera en el mes anterior a la tentativa.

Quien se repone de una crisis suicida no recaerá. Casi la mitad de los que atravesaron una crisis suicida y luego consumaron el suicidio lo llevaron a cabo solo tres meses después.

Todo el que se suicida está deprimido o tiene una enfermedad mental. Son mayoría, pero no necesariamente hace falta padecer una enfermedad mental para suicidarse.

El suicidio no puede ser prevenido porque es impulsivo. La mayoría, antes de cometer un suicidio, evidencia una serie de signos y cambios que se pueden detectar.

Hablar sobre suicidio con una persona en riesgo le puede incitar a cometerlo. Está demostrado que hablar sobre el tema reduce el peligro de que se cometa.

Solo los psiquiatras pueden prevenir el suicidio. Con una actitud de escucha y exploración de alternativas, cualquiera puede ayudar.

El suicida desea morir. La mayoría de las veces, la persona que quiere suicidarse se muestra ambivalente ante la muerte, lo que hace posible intervenir para tratar de evitarlo.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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