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Entrevista

Grande-Marlaska: “Los jueces también tenemos libertad de expresión”

El magistrado acaba de publicar un libro en el que repasa su vida y sus valores

Pablo Monge
Manuel G. Pascual

Asegura que el término juez estrella es una invención mediática, pero reconoce que algunos magistrados quedan más expuestos al foco público que otros. En el caso de Fernando Grande-Marlaska (Bilbao, 1962), su nombre se hizo frecuente en los periódicos a raíz de la instrucción de varios casos contra ETA en la Audiencia Nacional, donde ingresó para sustituir provisionalmente a Baltasar Garzón. La intervención judicial de Fórum Filatélico se cuenta entre los casos más sonados que le han caído.

Aunque queda deslumbrado, por supuesto, por la instrucción del caso Yak-42, el avión que se estrelló en 2003, matando a 62 militares. Grande-Marlaska lo archivó, eximiendo al entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, al entender que la responsabilidad recaía en la tripulación ucraniana de la aeronave. El caso volvió a abrirse un año después, imputando por imprudencia a varios altos cargos militares.

En 2006 hizo pública su homosexualidad, ganándose todavía más miradas del gran público, que también se enteró por la prensa poco después de que un comando de ETA planeó su asesinato, supuestamente por su intensa actividad judicial contra la banda terrorista.

Todos estos ingredientes hacían de Grande-Marlaska un personaje editorialmente apetecible. “Hace dos años Ariel me propuso hacer un libro que reflexionara sobre los valores de la sociedad occidental, los que nos pueden aunar a todos. Tardé en decidirme, porque es un libro de riesgo: expongo muchas cosas de mí a la gente”, cuenta a CincoDías en su piso de Madrid. El resultado, Ni pena ni miedo (Ariel), ya está en las librerías.

“Que un juez defendiera festejos en los que el animal sufre no me daría confianza”

En el libro habla de su vida y de cómo cada decisión y circunstancia atravesada ha ido moldeando su personalidad. También da su opinión sobre diversos temas. “Los jueces también tenemos libertad de expresión, así que la he ejercido. Que comparta los valores que están en la constitución no debería llamar la atención a nadie. Si hiciera lo contrario sí, claro: si dijera que la religión debería estar mucho más presente en las instituciones deberían saltar las alarmas. Lo mismo que si dijese que en materia de igualdad de género o violencia machista todo está solucionado y que no pasa nada”, explica. “Que un juez defendiera determinados festejos en los que el animal sufre a mí no me generaría demasiada confianza”, abunda.

El hecho de que fuera el PP quien le propusiera para vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), cargo que ostenta, ha contribuido a que se le tilde de juez conservador. “Si le dijera que no me siento cómodo con esta etiqueta automáticamente implicaría que me considero progresista. No voy a entrar en ese tema”, zanja astutamente. “Sí le puedo decir que me siento cómodo conmigo mismo en lo que yo defiendo”.

Mucho han cambiado las cosas para Grande-Marlaska, que ha pasado de ser un objetivo de ETA a poder pasearse por su Bilbao natal con tranquilidad o citar a periodistas en su casa con la sola presencia de su marido Gorka. “El País Vasco que va ahora a las urnas es más libre que el de hace unos años. La situación se está normalizando”.

Pablo Monge

Él también vio la torpe reacción de Alfonso Alonso, candidato a la lendakaritza por el PP, cuando su homóloga de Elkarrekin Podemos, Pili Zabala, cuyo hermano fue asesinado por los GAL, le preguntó durante un debate televisado si la consideraba víctima del terrorismo. Tras unos balbuceos, Alonso y Zabala intercambiaron una fría mirada, que el exministro de Sanidad corrigió luego con un mensaje a través de Twitter en el que decía compartir el dolor de su interlocutora. “Quedarse en blanco le puede pasar a cualquiera”, opina Grande-Marlaska. “Luego reaccionó y dijo claramente lo que pensaba. Hubiera sido más bonito que lo hiciera en el momento, sin duda alguna, y que le hubiera dicho claramente que es una víctima del terrorismo, pero en esos asuntos hay que pensar que todavía hay un camino que recorrer”, opina.

El magistrado no cree que haya todavía cierta reticencia en reconocer este tipo de realidades. “En este país ha habido condenas por el llamado terrorismo de Estado. Esos hechos no han quedado impunes a los ojos de la ley”.

Lo que descarta categóricamente el juez, pese a haberse abierto al público con el libro, es dar el salto a la política. “Ni me lo planteo”.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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