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Mad Brewing, una cervecería de corte neoyorquino en Madrid

Su local, a las afueras de la ciudad, empieza a atraer a amantes de la cerveza del centro

Manuel Casamayón

Cerca de la parada de metro de Ciudad Lineal, en el barrio madrileño de San Blas, hay una cervecería imposible de encontrar si no se tienen referencias. El local está ubicado al final de un callejón sin salida en lo que parece ser una zona 100% industrial. De no ser por las mesas corridas de la terraza y el cartel de Mad Brewing que sobresale de la pared, el establecimiento pasaría inadvertido incluso a quien se acerque a él.

Y, sin embargo, la situación de la cervecería tiene mucho que ver con el éxito que está cosechando. “Teníamos muy claro lo que queríamos: una fábrica de por lo menos 500 metros cuadrados en la que producir nuestra cerveza y un espacio agradable en la que servirla”, explica Hernando Salazar (Barranquilla, Colombia, 1973), uno de los dos socios responsables del proyecto. Imposible encontrar una nave de las características que buscaban dentro de la M-30, lo que se suele considerar como límite entre el centro y el extrarradio de Madrid. El aspecto del local es muy neoyorkino gracias el omnipresente cemento armado, las mesas corridas de madera y las estilosas lámparas.

En la planta hay capacidad para producir entre 6.000 y 8.000 litros al mes, aunque tienen ya encargados cinco depósitos de maduración adicionales que les permitirán duplicar el ritmo. Sus cervezas están teniendo buena acogida. Tanto es así que, tan solo un año después de abrir el negocio, un tercio de su facturación ya descansa sobre la distribución de producto, principalmente en Madrid, por cuestión de proximidad, y en Barcelona, donde está mucho más desarrollado el mercado de los malteados artesanales. Empiezan a explorar la idea de vender en el extranjero.

Especial éxito han conseguido su cerveza de trigo lupulada (Trigo Hoppy), la red ale (MadRed) y la IPA afrutada (Yusi Frut). Suelen tener por lo menos seis en grifo, y sacan una o dos variedades nuevas al mes. La experimentación con nuevos sabores, que se salgan de lo común, es el sello de identidad de la marca, que se encargó de grabar a fuego el estadounidense Dave Hernandez, maestro cervecero y socio fundador, que ya no forma parte del proyecto. La responsabilidad de los malteados recae ahora en Raúl Fernández, que no ha dejado que decaiga el nivel.

Manuel Casamayón

Otro de los pilares en los que se sostiene el negocio es la sorprendentemente buena oferta gastronómica del establecimiento pese a tratarse de una cervecería. “Hemos estructurado la carta para que la protagonista sea la cerveza, pero aportando una comida que merezca la pena y diga algo”, apunta Tibor Domènech (Olot, Girona, 1979), conocido en la capital por estar detrás del Animal Bar, un local pionero en la introducción de cervezas artesanas a la ciudad. Si Salazar se ocupa especialmente de la parte financiera, Domènech se encarga de la comercial y de fábrica. “Llevo toda la vida trabajando en hostelería, y algo he aprendido”, comenta. Su socio tampoco es nuevo en el negocio: participó en la aventura de poner en marcha la Fábrica Maravillas, una pequeña cervecería en pleno barrio de Malasaña con fábrica propia.

Mad Brewing abre todos los días menos los lunes. Entre semana, además de la carta, ofrecen un menú asequible y con alternativas, de forma que se pueda comer algo diferente cada día. También realizan visitas a la fábrica y catas, y pronto habilitarán una sala para eventos. Además de Domènech y Salazar, el equipo de Mad Brewing está formado por cinco personas en cocina, cuatro en sala y tres en fábrica. Juntos están consiguiendo que los amantes de la cerveza se desplacen del centro hasta su cada vez menos escondido local.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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