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Banca: dos premisas y tres retos

El esfuerzo en coberturade activos deterioradosy aumento de capital ha sido considerable, pero tanto la regulación como el mercado piden más

Santiago Carbó Valverde

La economía financiera es un cristal a través del cual se miran los bancos y la economía real. Los peores años de la crisis (y los anteriores en los que se gestó) dejaron una enorme deuda privada que los balances bancarios acusaron, un desempleo que impactó en la morosidad y un nuevo ambiente de mercado enrarecido, con inmensa liquidez oficial y tipos de interés reales negativos.

Tras años de intensa tribulación, quedan pendientes tareas anteriormente previstas como la privatización de las entidades nacionalizadas y la gestión de la herencia de activos deteriorados. Estos importantes desafíos se unen a otros más de naturaleza agregada, como la conveniencia de que aumente el crédito. Sin embargo, todo ello se está produciendo en un entorno de impasse político y la cuestión parece ser qué podemos esperar del sector financiero español en una nueva legislatura.

Se me ocurre que para plantear ese ejercicio de previsión puede hablarse de dos premisas y tres retos. Como si de un silogismo se tratara, la premisa mayor es que el sector bancario y la ciudadanía se reencuentren: el restablecimiento de relaciones de confianza. La premisa menor sería que, si esa confianza se va recuperando, la reordenación futura del sector tiene que conducirse con una distinción entre lo privado y lo público.

Respecto a la confianza, a nadie se le escapa que se ha apuntado con el dedo acusador a las entidades financieras como las causantes de la crisis. Aunque esto tiene parte de realidad y parte de incompleto, lo que ningún banco puede negar hoy en día es que tiene que hacer un esfuerzo denodado por afianzar la relación con sus clientes, con transparencia, cercanía y conveniencia.

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La separación de lo público y lo privado tiene que ver con los tiempos de la reconfiguración del sector. Hubo un momento en el que los supervisores y reguladores se vieron obligados a intervenir, precisamente para evitar una mayor desconfianza y un descarrilamiento excesivo de la estabilidad financiera. Superados no pocos retos de saneamiento y adecuación de estructuras, el propio sector debe pasar a la acción. Varios factores lo dificultan, como una presión regulatoria excesiva, no tanto por el fondo sino por la forma, por los solapamientos de requerimientos y el maremágnum en que se ha convertido el cumplimiento normativo. También porque un entorno de tipos de interés reales negativos no está estimulando la demanda de crédito y sí está afectando muy negativamente a los márgenes. Asimismo, porque el sector privado está haciendo más esfuerzo por devolver deuda que por pedir créditos o invertir.

En cuanto a los tres retos, de naturaleza más estratégica, cabría citar primero la necesidad de completar el ajuste dimensional. Todos los caminos parecen llevar a una aún mayor consolidación, con proyectos de integración que un ambiente político e institucional más claro hará más factibles y visibles. Entre tanto, aunque España ha avanzado mucho en sus deberes respecto a otros países europeos, seguirán ajustándose oficinas y empleo, ya de forma menos traumática pero aún muy importante. Y eso que la española es una de las industrias bancarias más eficientes de Europa.

El segundo desafío se refiere a reforzar el capital y exhibir transparencia. El esfuerzo en cobertura de activos deteriorados y aumento de recursos propios de los bancos españoles ha sido más que considerable, pero tanto la regulación como el mercado piden más. En particular, destacará la clara determinación de los pasivos que pueden usarse como exigibles en caso de problemas (bail-in) como parapeto para evitar rescates (bail-out).

Por último, y no menos importante (más bien es el mantra del sector a escala internacional), es necesaria la búsqueda de nuevas fuentes de rentabilidad. La digitalización es parte del reto, pero solo será realmente útil aquella que permita mantener el componente relacional y un enfoque más personalizado del cliente, de sus riesgos y de sus necesidades. 

Santiago Carbó, Bangor University, Funcas y Cunef

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