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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Invertir con la amenaza de una burbuja de deuda

El mercado de deuda es una supernova a punto de estallar”. Es una alerta lanzada recientemente por Bill Gross, el gestor del primer fondo de bonos del mundo, el norteamericano Pacific Investment Management, que ha reducido su exposición a títulos soberanos a menos del 1% de su cartera, y que está logrando retornos anuales de más del 3,5%. La política expansiva de los bancos centrales, en un entorno de actividad dubitativa y de permanente amenaza de deflación, con inyecciones de liquidez descomunales, bajadas de tipos de interés hasta el cero por ciento y ensanchamiento de los balances con la compra de bonos públicos y privados, ha transformado el mercado de deuda en arriesgadas apuestas de rentabilidades centesimales y en las que el riesgo de perder proporciona tantas opciones como la seguridad de ganar.

Durante la crisis el volumen de deuda emitido en el mundo se ha disparado, y al menos 200 billones de dólares circulan hoy por el mercado con un compromiso de pago, de los que cerca de 60 billones han sido emitidos por Estados soberanos, mayoritariamente solventes. La deuda pública total en circulación llega ahora al 104% del PIB mundial, con muchos países en ratios desorbitadas, que ponen en riesgo, cuando menos, el crecimiento de la economía. Financiar los volúmenes de deuda existentes supone hurtar recursos a la actividad económica, y supone anticipar al presente crecimiento esperado para el futuro.

Esta situación ya de por sí peligrosa, se ha agravado más con la decisión de los británicos, en una consulta no vinculante, de abandonar la Unión Europea. El riesgo que para la economía tiene tal movimiento, que no se produciría en ningún caso antes de dos años, y su expectativa han tensado el riesgo y el dinero ha buscado refugio en los bonos de mayor seguridad, sobre todo los alemanes, japoneses, suizos y americanos, presionando también los tipos de interés, que ya estaban en tasas negativas en muchos casos.

Hoy hay en total nada menos que nueve billones de euros en deuda pública que cotiza en negativo en el mercado secundario. Invertir en ese contexto, y con la amenaza no ocultada de que la burbuja generada pueda explotar, es cada vez más arriesgado, y las salidas para buscar rentabilidad al dinero se estrechan. Así y todo, hay que tener en cuenta que cuantas fórmulas se vislumbren con rentabilidad positiva pueden saltar por los aires si salta el mercado de la deuda soberana.

Para tener una idea de la vulnerabilidad del mercado de deuda soberana, basta imaginar que un simple repunte de la inflación a nivel global pone fuera de juego la rentabilidad de la inmensa mayoría de los bonos emitidos en los últimos meses en Europa, que a su vez obligaría a los fondos a destinar importantes cantidades de recursos a suturar la herida de las pérdidas. Pero aunque tal cosa no ocurriese, obtener rentabilidad hoy con la compra de bonos de emisores seguros es muy complicado, y solo puede lograrse revendiendo en el mercado secundario los títulos adquiridos mientras exista la expectativa de que los tipos van a estar crecientemente en tasa negativa. Mantener los bonos a vencimiento supone una pérdida evidente de recursos, que solo puede ser compensada por una inflación negativa o por considerar que la seguridad es superior al riesgo de obtener ganancias positivas en otros activos.

Pero si se trata de buscar retornos reales, los inversores deben buscar en los mercados de renta variable, puesto que a la marcha habitual de los negocios se suma ahora el coste cero o próximo a cero de su financiación, que refuerza la rentabilidad de las empresas cotizadas. Tales rentabilidades deberían reflejarse, en un entorno de estabilidad política y financiera, en avances de los precios de las acciones, y reforzarse con los pagos de dividendos acordes con el avance de los beneficios de las compañías. La elección de los títulos, en todo caso, debe guiarse por historiales largos de beneficios y dividendos, o por la búsqueda concienzuda de empresas de crecimiento en mercados de demanda creciente y los que existan barreras de entrada. Además, puede revitalizarse la apuesta por empresas de países emergentes, incluso con la adquisición de bonos soberanos, dado que los tipos cero son solo comunes en Europa, y los bonos de grandes empresas que aún emiten con tipos nominales positivos sugerentes.

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