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Tribuna
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¿Gobierno cortoplacista? ¡No, gracias!

La economía española necesita reformas con visión de largo plazo para recuperar lo perdido en términos de bienestar

La vicepresidenta del Gobierno en funciones, Soraya Sáenz de Santamaría (i), y el ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz
La vicepresidenta del Gobierno en funciones, Soraya Sáenz de Santamaría (i), y el ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz EFE
Joaquin Maudos

Desde que la economía española dejara la recesión, el balance en términos de variables flujo es satisfactorio, pero estos frondosos árboles no deben impedir ver todo el bosque económico, en el que están presenten desequilibrios en términos de variables stock con cifras que muestran que: a pesar del desapalancamiento del sector privado, su endeudamiento es superior al de la eurozona; el endeudamiento público sigue aumentando, aunque el PIB crece muy por encima de la media de la eurozona, lo que muestra que el déficit público sigue siendo excesivo; y la tasa de paro es intolerable (21%) – la segunda más elevada de la UE.

Los desequilibrios en términos de stocks muestra la importancia de las reformas estructurales, que se dirigen a mejorar la competitividad de nuestra economía y a garantizar la sostenibilidad de las finanzas públicas. Desgraciadamente, este terreno del largo plazo suele estar relegado a su segundo plano en los debates electorales. Un baño de realismo de la importancia de los problemas de largo plazo la da el último informe de la Comisión Europea y del BCE con motivo del seguimiento que realizaba del programa de asistencia que acompaña al rescate del sector bancario español. Elevado nivel de endeudamiento e inaceptable tasa de paro (acentuada con un excesivo paro de larga duración y juvenil), son dos de los principales problemas.

En el primer caso, el endeudamiento del sector privado se ha ido corrigiendo, pero al estar por encima de la media europea, todavía será un lastre para la recuperación de la inversión. En el caso del sector público, lo lamentable es que no se ha sido capaz de reducir con más intensidad el déficit público, teniendo en cuenta que el PIB ha crecido en un contexto en el que el viento ha soplado a favor, sobre todo por la caída del coste de la financiación gracias al BCE. Es preocupante que siendo España uno de los países que más creció en 2015, sea el segundo con mayor déficit público de la UE.

La reforma fiscal sigue siendo una asignatura pendiente, pues la ratio ingresos públicos/PIB de España está debajo de la de nuestro entorno. Es llamativo que no se haya abordado hasta ahora. La aritmética está clara: o aumenta el peso de los ingresos públicos en el PIB, o se reduce el Estado del bienestar. Conectado con las finanzas públicas está la reforma del sistema de pensiones, en el que tienen un claro impacto la mayor esperanza de vida y el envejecimiento de la población. Las matemáticas financieras más elementales y el sentido común muestran que es imposible percibir una pensión durante cada vez más años, salvo que se contribuya más durante el periodo de cotización o se cobre menos durante el retiro. La visión cortoplacista se ha llevado por delante la mitad del fondo de reserva en solo cuatro años.

Respecto a la tasa de paro, el interrogante es qué parte de la caída desde 2013 se debe a la reforma laboral y cuál a factores exógenos como la bajada del precio del petróleo, la reducción del coste de la financiación por la batería de medidas del BCE y la depreciación del euro. Según un informe del BBVA Research, la flexibilidad salarial que acompaña a la reforma laboral ha tenido efectos positivos, en su ausencia se habrían destruido 900.000 empleos. No obstante, con una tasa de paro del 21% y un 40% de parados de muy larga duración, la reforma ha sido insuficiente y no ha conseguido eliminar la dualidad indefinido-temporal.

Un elemento de constante preocupación de nuestra economía deriva del nivel de endeudamiento externo. Con una deuda bruta de 1,8 billones (168% del PIB), somos más vulnerables a una subida de la prima de riesgo, además de tener que dedicar una parte muy importante de nuestra renta a pagar los intereses de esa deuda, en detrimento de la renta disponible de los españoles. Hacen falta años de superávit externos para reducir la posición de inversión neta internacional a niveles más equilibrados. El elevado endeudamiento externo refleja un problema de baja productividad, por lo que son las reformas estructurales las que hay que abordar.

La economía española necesita Gobiernos y reformas con visión de largo plazo que permitan recuperar el terreno perdido en términos de bienestar. La crisis nos ha alejado de la renta per cápita de nuestros socios europeos y ha acentuado la desigualdad. La principal causa de esta es el desempleo, y el elevado componente estructural no se combate con medidas coyunturales, sino que exige reformas estructurales que aumenten la competitividad y por esta vía reduzcan la deuda externa.

Joaquín Maudos es catedrático de Economía de la Universidad de Valencia, director adjunto del Ivie y colaborador del Cunef.

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