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Tribuna
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Sobran todos y todas

Las ‘fintech’ son más un complemento y un estímulo para el sector bancario, que una competencia

Imaginemos que es 1 de julio. Mi banco se da cuenta de que acabo de comprar, porque he pagado con tarjeta, tres billetes aéreos a Punta Cana para una estancia de 15 días. Inmediatamente recibo un mensaje en mi móvil que me ofrece pagarlos a plazo, sin intereses. Además me recuerda que al abonarlos con tarjeta se me activa un seguro de viaje que cubre casi todo, pero me ofrece por una pequeña cuota adicional un seguro que cubriría cualquier incidencia.

Imaginemos que es 15 de diciembre. Mi banco A sabe que este año todavía no he hecho ninguna aportación a mi fondo de pensiones. Los sistemas de este banco tienen mi móvil y pueden geolocalizarme y advierten que estoy entrando en el banco B. En ese momento se activan las alertas y se pone en marcha la estrategia de retención de cliente. Antes de entrar al banco B recibo un mensaje en mi móvil procedente de A: “Si hoy hace una aportación a su fondo de pensiones le subvencionamos el 3% con un abono directamente en su cuenta”.

Así van a ser dentro de nada las ofertas de las entidades: respuesta en producto, tiempo y oportunidad a las necesidades del cliente. Y, por supuesto, no habrá un empleado mirando una pantalla para ver qué hago y qué necesito. Serán sistemas inteligentes, procesos robotizados, los que me ayuden a manejar mis finanzas y consigan tenerme satisfecho. Eso significa que no habrá ni sucursales ni empleados. Habrá personas con capacidades para diseñar estrategias que implementen en sistemas robotizados de manejo y análisis de grandes datos que, también, por supuesto, necesitarán implantadores y programadores y, si todavía no hemos conseguido prescindir del efectivo, habrá cajeros automáticos. Nada más.

El documento The Future of Jobs surgido del último Foro de Davos, inicia su análisis del efecto de esta nueva época en el empleo de los próximos años definiendo el término: los desarrollos en genética, la inteligencia artificial, la robótica, la nanotecnología, la tecnología de impresión en 3D o la biotecnología forman parte de esta nueva revolución, al igual que el internet de las cosas, que permite conectar a la red cualquier dispositivo o electrodoméstico. Hay estimaciones que consideran que un 65% de los estudiantes que inicia su educación primaria en estos momentos acabará trabajando en empleos que aún no existen. Este es uno de los ejemplos que deja patente la magnitud del cambio.

El sector financiero en general, y el bancario en particular, están a la vanguardia de esta nueva realidad tecnológica, porque se puede aplicar de inmediato a las actividades que trabajen fundamentalmente con información y con datos, que son la materia prima de los bancos. Los expertos ya están recomendando a los empleados de banca actuales que, para enfrentar el cambio, se formen y reciclen para poder competir en este tsunami digital. Son profesionales con toda la experiencia que les proporciona trabajar en el sector financiero, pero deben incorporar nuevos conocimientos digitales, esenciales para navegar en esta ola de transformación que ha llegado a la banca. Un estudio de Funcas contempla que de las 37.903 oficinas y 231.389 empleados del sector en 2012, se prevé que queden 28.000 sucursales y trabajo para 180.000 personas en 2019. En siete años caería un 26,13% el número de puntos de venta financieros y un 22,21% el empleo en banca.

Yo voy más allá: no habrá ni sucursales ni empleados atendiendo a clientes. Es más, el cambio de paradigma del negocio es tan radical, que pasaremos de tener una o dos cuentas bancarias vinculadas a todos los productos y servicios de un mismo banco, a poder emigrar a operadores tecnológicos que nos permitan usar aplicaciones para centralizar todos nuestros servicios financieros, disgregados en varias entidades: un multibanco en nuestros dispositivos móviles. Y serán nuestro banco esas empresas capaces de diseñar estos integradores.

Estoy convencido de que las nuevas compañías tecnológicas financieras, las llamadas fintech, son más un complemento y un estímulo y reto para el sector que una competencia. Por el momento tienen la ventaja de seguir fuera de regulación, pero les queda poco. Y la banca, a pesar del desarrollo del crowdfunding, mantiene el monopolio del crédito y tienen amarradas a las grandes empresas. Qué pasaría si, por ejemplo, una de estas grandes compañías con millones de clientes decidiera prescindir de la banca para el cobro de sus recibos. Automáticamente su línea de crédito quedaría anulada o multiplicaría el tipo de interés aplicado. Como hace unos meses titulé en este diario “el cliente es el sol sobre el que todos giramos”. Ese sigue siendo el reto del sector.

 Vicente Lage es presidente de Cumbria FSC.

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