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Turismo interior

Paisajes de vértigo en el laberinto alpujarreño

Los pueblos y las gentes de esta región, atrapada entre Sierra Nevada y el Mediterráneo, han cautivado a los viajeros desde épocas remotas.

Vista del pueblo de Trevélez.
Vista del pueblo de Trevélez.Patronato Provincial de Turismo de Granada

Quienes hayan estado en Granada sabrán de la existencia de una elevada cadena de montañas, Sierra Nevada, situada inmediatamente al sur, y con nieves perpetuas. Al otro lado de esas montañas, entre ellas y el mar, existe una franja de terreno bien regado y tachonado de aldeas que lleva el nombre de la Alpujarra”.

Así describe el escritor e hispanista inglés Gerald Brenan esta tierra remota, adonde llegó en 1920, con 2.000 libros en su equipaje, se instaló durante varios años y a la que dedicó su libro Al sur de Granada, una auténtica declaración de amor.

Caminos de mulas eran el único acceso posible a los pueblos en aquellos años, pero, mucho antes, la Alpujarra ya tenía la fama de invencible por su inaccesibilidad. Y no faltaron intentos de conquistarla, aunque solo los musulmanes lo consiguieron y lograron mantener su control durante un largo periodo, hasta el siglo XVI.

La Alpujarra está íntimamente ligada a su pasado árabe, fue refugio de Boabdil y el último territorio que se sometió al dominio de la Corona de Castilla. La huella morisca se manifiesta en la arquitectura, en las costumbres, en la artesanía y en la gastronomía. Tras la expulsión, y durante mucho tiempo, cayó en el olvido, y fueron los viajeros románticos, sobre todo ingleses, quienes volvieron a descubrirla en el siglo XIX.

Pese a su fama y a contar con una larga lista de visitantes ilustres, afortunadamente, su aislamiento, su caprichosa y tortuosa geografía, la han mantenido alejada de los depredadores urbanísticos y de la sobreexplotación turística.

Rincón típico de Capileira.
Rincón típico de Capileira.

La Alpujarra, o las Alpujarras, es un paraje sorprendente. A la belleza y contrastes de sus paisajes se une el encanto de sus pueblos y un pasado histórico intenso. Se extiende desde el Mulhacén (3.481 metros) y el Veleta (3.392 metros), las dos cumbres más altas de la península Ibérica, hasta el Mediterráneo, la Costa Tropical (entre la Costa del Sol y la costa de Almería).

Esta posición geográfica tan característica permite el paso del frío de las alturas al cálido clima mediterráneo en muy pocos kilómetros. Por la misma razón, su vegetación es también muy rica: bosques naturales de encinas milenarias, pinos, castaños, frondosas alamedas, almendros, viñedos... Gran parte de este territorio está incluido en los parques Nacional y Natural de Sierra Nevada.

Para visitar los pueblos blancos de la Alpujarra granadina, Lanjarón es la mejor puerta de entrada. Su balneario con seis manantiales de aguas mineromedicinales, sus tratamientos termales, su hotel de cuatro estrellas y su restaurante ecológico, además de una ubicación entre paisajes idílicos con bonitas vistas, desde el castillo del siglo XVI, de Sierra Nevada y de la Alpujarra, son un excelente punto de partida para adentrarse con buena disposición en el laberinto alpujarreño.

Cuando se deja atrás Lanjarón y sus aguas, el camino se retuerce, gana altura y provoca vértigo asomarse a los balcones naturales que van surgiendo, desde donde se aprecia un valle protegido por las cumbres, un auténtico remanso natural.

Pronto se alcanza Órgiva, tierra de olivos y huertas, capital de la Alpujarra baja, situada a orillas del río Guadalfeo que, en primavera, baja desbordante con las aguas de los deshielos de la sierra.

Y carretera arriba aparecen los primeros hippies por allí instalados, y también los tres pueblos del Barranco de Poqueira, las joyas etnográficas de esta sierra: un regalo para la vista y el espíritu, que bien podría ser producto de la imaginación; aquí todo parece guardar un orden, una perfecta armonía.

Horadado durante años por el río Poqueira en su descenso desde Sierra Nevada hacia la costa, el barranco tiene forma de una gigantesca uve, en cuyas paredes, milagrosamente suspendidos, crecen nogales, castaños y cultivos en bancales. Y presidiéndolo todo, los pueblos de Pampaneira, Bubión y Capileira, los tres declarados conjunto histórico artístico.

Las poblaciones de la Alpujarra comparten un mismo modelo urbanístico y arquitectónico: las calles son estrechas y empinadas, las plazas, asimétricas. En Pampaneira (323 habitantes), las calles con casas escalonadas desembocan en fuentes y lavaderos de origen morisco. Destaca el templo gótico de Santa Cruz, con un techo de madera de estilo mudéjar del siglo XVI. En la plaza se encuentra un punto de información del Parque Nacional de Sierra Nevada que provee de mapas del parque y la comarca.

La casa donde vivió Gerard Brenan, en Yegen.
La casa donde vivió Gerard Brenan, en Yegen.

Pampaneira mantiene vivas algunas tradiciones populares: los chiscos de San Antón, hogueras familiares que se prenden durante la madrugada del 17 de enero; la Fiesta de la Castaña, que se celebra a finales de octubre con un gran fuego en la plaza en cuyas ascuas se asa este fruto, o el Entierro de la Zorra, con el que se cierran las fiestas tanto de mayo como de agosto, con profusión de cohetes y fuegos artificiales y la quema de una réplica de este animal tras pasearlo por las calles del pueblo. A la entrada de la villa queda escrito en unos azulejos: “Viajero, quédate a vivir con nosotros”.

Desde allí, en menos de un cuarto de hora, se alcanza Bubión (315 habitantes), una población situada a 1.296 metros que posee una larga tradición artesana y bonitas vistas panorámicas sobre el barranco.

Poblado minero en tiempo de los fenicios y lugar estratégico en la época nazarí, es hoy centro de arte (hay varias galerías) y de espiritualidad (cerca, un monasterio budista organiza estancias de meditación).

Al parecer, el origen de Bubión es preislámico, aunque alcanzó mayor relieve en el periodo musulmán. Aquí se encuentra un alojamiento bastante singular construido por la Junta de Andalucía, la Villa Turística de Bubión, con bonitas vistas.

Panorámica de Bubión, en pleno Barranco de Poqueira.
Panorámica de Bubión, en pleno Barranco de Poqueira.

Capileira (el más poblado, con ¡496 habitantes!) es también el pueblo más alto (1.436 metros) de los tres que conforman el Barranco de Poqueira. Por su ubicación casi inexpugnable, en mitad del precipicio, fue de los últimos lugares en ser conquistados y en aceptar la ocupación primero de los árabes y, más tarde, de los cristianos. Tras la expulsión de los moriscos quedó deshabitada y fue repoblada con colonos de otras regiones. Para los más aventureros, desde aquí, en verano, se puede alcanzar la cumbre del Veleta a pie en uno o dos días; está a 16 kilómetros de distancia.

Y, finalmente, Trevélez, en la falda del Mulhacén. Jamón serrano (algunos de sus secaderos se pueden visitar para conocer el proceso artesano de curación) y cierre de un itinerario que culmina con la contemplación de los picos más altos de la Península.

No están claros los orígenes de este municipio, aunque todo parece indicar que sus primeros habitantes se asentaron aquí antes de la islamización de la comarca. Los primeros datos escritos se remontan al siglo IX, etapa mozárabe. En la zona hay casas rurales para todos los gustos y bolsillos.

Entre los muchos miradores que existen en la Alpujarra hay algunos muy especiales construidos sobre las tradicionales eras agrícolas. Es aquí donde antiguamente los agricultores trillaban y aventaban los cereales. Con el declive de la agricultura también se ha perdido parte de este patrimonio agrario tradicional. En la actualidad se han recuperado algunas de ellas para convertirlas en espléndidos miradores, como la era de El Fuerte, en Trevélez.

Dicen que buscándose a sí mismo, Gerald Brenan encontró la Alpujarra a los 25 años. En Yegen (apenas 400 habitantes) transcurrieron varios años de su vida. Allí recibió a muchos amigos escritores y artistas: Lytton Strachey, David Garnett, Roger Fry, Ralph Partridge, Dora Carrington, Virginia Woolf… Y cerca, en el cementerio inglés de Málaga donde reposa, su lápida reza: ·Gerald Brenan. Escritor inglés. Amigo de España”.

Pasadizo en Pampaneira.
Pasadizo en Pampaneira.

Guía para el viajero

Gastronomía. La gastronomía alpujarreña tiene su fundamento en sus orígenes moriscos: migas, que pueden ser de pan o de harina de sémola, y van acompañadas de muchos condimentos; el plato típico alpujarreño, contundente, compuesto de huevos fritos, patatas a lo pobre, morcilla, lomo y longaniza; el lomo de orza, el jamón de Trevélez, los quesos de la tierra... Todo ello acompañado por los vinos de Laujar y de la Contraviesa. Sin olvidar los postres moriscos aderezados con canela.

Manantiales. Las aguas mineromedicinales son frecuentes en toda la Alpujarra. Desde muy antiguo se sabe que sus especiales características producen efectos beneficiosos para la salud. Su composición puede ser muy variada, desde las desmineralizadas a las fuertemente mineralizadas; desde las frías a las termales, y desde las gaseosas a las normales. Aunque en la mayoría de los casos se trata de las llamadas aguas ferruginosas, o como allí se las conoce, aguas agrias, con un alto contenido en hierro y gasificadas.

Resistencia. Un siglo después de la toma de Granada, los moriscos confinados en la Alpujarra se levantaron contra la corona de Castilla. Tras cruentos enfrentamientos, en 1570 emprendieron el exilio.

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