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Contaminación biológica

La vida que flota en el aire

El estudio de bacterias, virus, hongos, esporas o polen tiene múltiples aplicaciones.

iStock
Sergio C. Fanjul

Observe la caótica danza de las partículas flotando en el aire que atraviesa un rayo de sol. En ese mismo aire, invisible a nuestros ojos, también habita la vida. Bacterias, virus, hongos, esporas, polen…, seres que respiramos sin darnos cuenta y que afectan de muchas formas a nuestra vida, pero que también representan todavía cierto misterio.

¿Y cómo nos afecta esta vida minúscula y voladora? La forma más evidente son las alergias provocadas por el polen y las esporas de hongos que hacen estornudar y llorar (literalmente) a un buen número de ciudadanos. Pero estos organismos flotantes en el aire también influyen en otras cosas. “Por ejemplo, algunos afectan a las piedras de las catedrales. En espacios como archivos y bibliotecas pueden atacar a diversos materiales como las películas antiguas, y en algunas cuevas los microorganismos pueden afectar a las pinturas rupestres. O, en casos muy conocidos, provocar enfermedades como la que transmite la bacteria legionela o el virus de la gripe estacional”, dice Diego A. Moreno, investigador y catedrático de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), que coordina un programa que estudia esa vida en el aire.

Lo llaman contaminación biológica, la que consiste en estos organismos y no en los elementos fisicoquímicos que solemos asociar con la polución, como los óxidos de azufre o de nitrógeno.

Muestras en altura

Moreno y su equipo están desarrollando en Madrid un estudio pionero en el mundo sobre la genética de la vida suspendida en el aire: el Programa AIRBIOTA, que es posible gracias a algunos de los últimos avances tecnológicos: la creciente rapidez y el abaratamiento de las técnicas de secuenciación genética y el desarrollo de los drones para tomar muestras en altura. De hecho, en la propia UPM han diseñado un nuevo colector portátil de partículas, ligero y de bajo coste, que funciona montado sobre diversos medios de transporte, como autobuses, coches o trenes. Y, por supuesto, sobre drones.

El Programa AIRBIOTA pretende secuenciar el genoma de los organismos volátiles

“Esa es una novedad: que no solo vamos a filtrar el aire con captadores fijos, sino que vamos a obtener el ADN de todos esos organismos con captadores móviles”, explica Moreno.

Normalmente, mediante el estudio por técnicas tradicionales (observación microscópica y crecimiento en medios de cultivo de laboratorio) solo se podía reconocer entre el 1% y el 5% de esta vida aérea. Ahora conoceremos la totalidad. Y se podrá elaborar un estudio metagenómico similar al que ya se realiza de las bacterias de la flora intestinal, la piel o la boca.

Con los datos obtenidos en este estudio se podrán identificar patógenos humanos y animales, así como alérgenos, y su prevalencia en las diferentes estaciones del año. A medio y largo plazo, se podrán realizar predicciones sobre las variaciones de su presencia en función de la altura, la meteorología o la proximidad a ambientes urbanos e industriales, y así se mejorará la gestión de la calidad del aire en las ciudades. Muchas de las posibles aplicaciones futuras de este conocimiento aún son desconocidas.

Ciencia multidisciplinar

El estudio de la vida suspendida en el aire recibe el nombre de aerobiología, y es una ciencia multidisciplinar en la que participan meteorólogos, botánicos, biólogos, alergólogos, entre otros. Carmen Galán, catedrática de Botánica de la Universidad de Córdoba y coordinadora de la Red Española de Aerobiología (REA), aporta otras utilidades de esta ciencia: “Usando bases de datos recogidos durante años, podemos, mediante la concentración de polen en el aire, conocer cómo está afectando a las plantas el cambio climático”, explica.

Los tipos de polen que más hipersensibilidad dan son los de las gramíneas, ciprés, olivo y plátano de sombra

Estudiando los organismos que hay en el aire también se pueden prever las enfermedades que amenazan a los cultivos, “y así racionalizar el uso de plaguicidas”, indica Galán. Además, conociendo la cantidad de polen, podemos saber cómo está siendo la floración de las plantas y hacer predicciones sobre las cosechas: “Así, por ejemplo, los ganaderos pueden hacer sus cálculos en vista de la cantidad de bellota que va a haber”, continua la catedrática de Botánica.

Pero tal vez la utilidad más directa del estudio de estos organismos para el ciudadano de a pie sea conocer los datos de polen en el aire, relacionado con las alergias. La Red Palinocam es un proyecto de la Comunidad de Madrid que desde 1993, y mediante 11 captadores distribuidos por todo el territorio regional, ofrece a los ciudadanos alérgicos previsiones sobre las concentraciones de polen. “Cada día recogemos datos en nuestros captadores, que son analizados en laboratorio y recopilados. Con estos datos podemos hacer previsiones para los días siguientes, que ofrecemos en nuestra página web”, dice Patricia Cervigón, coordinadora de la Palinocam, un proyecto que depende de la Dirección General de Salud Pública.

Alergias

Para que esas previsiones sean lo más certeras posibles tienen en cuenta otros factores como los meteorológicos: “En días soleados, secos y con viento, el polen se dispersa mucho más; las lluvias hacen un efecto de lavado atmosférico, hinchando los granos de polen y arrastrándolos al suelo”, explica Cervigón.

Los tipos de polen que más problemas de alergia dan en diferentes épocas del año son los de las gramíneas, el ciprés, el olivo o el plátano de sombra, muy utilizado en urbanismo por su sombra y su resistencia a la contaminación.

Resulta curioso que el tipo de plantas que utilizamos para embellecer las ciudades acaben produciendo estos problemas a un sector de la ciudadanía cada vez más numeroso: son ocho millones de alérgicos al polen en España, según la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC).

“Por eso siempre recomendamos que haya cierta biodiversidad y se utilicen árboles y plantas de especies variadas”, concluye Cervigón. En este sentido, la Red Española de Aerobiología ya ha realizado peticiones a la Unión Europea y a varios Ministerios españoles para que se racionalice el uso de las especies en el entorno urbano, por el momento sin respuesta.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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