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Educación

El gran reto de la universidad sigue siendo adaptarse a la empresa

Los expertos abogan por diluir la barrera entre ciencias y humanidades

Hace cuatro meses se presentaba en Davos (Suiza) el informe Jobs Report. Las conclusiones predecían un futuro de cambio. Si las profesiones más demandadas hoy en día en la empresa eran totalmente desconocidas hace diez años, todo indica que en el mismo periodo de tiempo surgirán nuevos trabajos que hoy en día no existen. A esta tesitura deben hacerle frente varios agentes de la sociedad. Por un lado, los propios estudiantes que se están formando para el futuro. Por otro, las grandes compañías, que hoy ya demandan perfiles muy específicos que en muchas ocasiones no terminan de encontrar. Hay un tercer protagonista que también entra en juego: la universidad, que debe estar a la altura de las circunstancias y saber adaptarse para impulsar las habilidades y competencias que solicitan los empleadores.

Un impulso para poder emprender

La formación y situación del titulado universitario repercute en su trayectoria profesional. “Los empresarios universitarios suelen emprender en sectores que precisan de una mano de obra más formada y más competitiva. Y por eso, sus proyectos suelen tener un recorrido mucho más óptimo”, aseguró ayer el decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Valencia, José Manuel Pastor. Los vaivenes vertiginosos en la sociedad llevarán a que solo sobrevivan las organizaciones que sepan adaptarse. “Por eso es recomendable que en la educación haya un mix entre competencias específicas y transversales”, añadió.

De todos estos temas, y de la necesaria colaboración entre los tres citados agentes, se debatió ayer en el Foro de Empleabilidad y Emprendimiento, organizado en Valencia por la Universidad Europea de Valencia. Y la conclusión es clara, a pesar de que la universidad es la encargada de proveer de perfiles cualificados a las compañías, sigue sin haber una coordinación real y eficiente entre las instituciones educativas y las organizaciones. “Porque entre otras razones, todo el conocimiento que se cocina en las universidades no termina de transmitirse al sector industrial”, explicó José Enrique Fernández, rector de la Universidad Europea de Valencia (UEV). Eso se debe a que los empleadores no solicitan un elevado conocimiento teórico en los perfiles que buscan, sino que el profesional tenga la verdadera capacidad de llevarlos a la práctica.

En este punto, los centros educativos juegan un papel fundamental. “Lo que más podemos aportar, yendo más allá de la teoría, es la formación en competencias transversales, como lo son la flexibilidad, la adaptabilidad a los cambios, la capacidad de influir o el trato en las relaciones personales. En definitiva, aquellas competencias relacionadas directamente con la gestión de las emociones”, prosiguió Fernández. Y estos perfiles, que son los que las organizaciones tendrán en sus listas de preferentes, son los que el rector denomina como “renacentistas del siglo XXI, aquellos que solo conseguirán formarse si las instituciones educativas comienzan a difuminar y hacer más estrecha la barrera que hay entre las humanidades y las ciencias”, recalcó.

Lo que parece obvio es que “la universidad debe ofrecer conocimiento a sus alumnos, y no solo formación teórica en una técnica o disciplina”, afirmó Francisco Álvarez, director general de economía, emprendimiento y cooperativismo de la Generalitat Valenciana. Al fin y al cabo, toca reconsiderar los sistemas educativos para dejar de lado las prácticas desfasadas que obstaculizan el talento necesario para estos días. El citado informe de Jobs Report concluye que se requieren perfiles más híbridos, estadistas, analíticos, matemáticos y que sepan trabajar en entornos creativos. Y es en ese momento en el que se vuelve vital minimizar esa diferencia entre las conocidas como ramas de letras y de ciencias “para que todos los perfiles adquieran unos conocimientos básicos y comunes que permitan adaptarse a estos cambios y tener un horizonte abierto de conocimiento”, sintetizó Álvarez.

Lo que se enseña en las aulas no termina de transmitirse al sector industrial”, explicó José Enrique Fernández, rector de la UEV

Esos ingredientes son los que los centros educativos deben encapsular y combinar, “para que el estudiante sea el sujeto activo en su aprendizaje”, continuó el rector de la Universidad Europea de Valencia. De esta necesaria evolución no solo se beneficiarán las corporaciones al conseguir esos perfiles tan deseados. También ganará el mundo educativo, ya que para poder llevar a cabo este cambio tendrá que estudiar, analizar, formar a sus docentes y, por consecuente, ser mucho más competitivo.

Sobre este punto ahondó Isabel Cosme, presidenta de la Confederación del Comercio Valenciano, recalcando el acierto que la Universidad Europea de Valencia había llevado a cabo al ofertar un posgrado de retail. “Los profesionales del comercio son muchas veces personas sin formación en este sector, y en estos tiempos en los que la tecnología ha invadido los puntos de venta, la presencia y el trato físico de los empleados debe trabajarse, ya que se ha convertido en un aspecto diferenciador”, recalcó Cosme.

Algo similar añadió el presidente del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI), José Remohí, que profundizó en la importancia de dejar de lado el abuso del conocimiento teórico y acercarse a una educación mucho más práctica. “Mi sector es muy específico dentro de la medicina, y echamos en falta la formación básica en biología y en laboratorios de reproducción. Un buen cirujano no es el que más sabe, sino el que es más manitas”, ilustró.

Los cambios están ahí, y si en algo coincidieron los expertos es en que quien no los hace frente a tiempo acaba muriendo. El objetivo principal es dejar de lado las asignaturas y ramas estancas y acercarse a los proyectos de desarrollo flexible y competencial, recordó José Enrique Fernández. “Nos cuesta mucho dejar de lado el sistema tradicional docente”, reconoció, pero los empleadores están pidiendo más competencias y menos teoría. Y a la larga, es un cambio que cualquier universidad deberá adoptar si realmente quiere contribuir al desarrollo.

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