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El Foco
Tribuna
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Penúltimo asalto en las elecciones de EE UU

Hoy, en cinco elecciones se decide, casi definitivamente hasta que se celebren las primarias de California, en junio, el destino de los candidatos republicanos y demócratas en la carrera presencial. Votan Connecticut, Delaware, Maryland, Pennsylvania y Rhode Island. En el bando republicano hay 172 delegados en juego que, de obtenerlos todos Trump, se sumarían a los 846 que ya tiene. Hoy supera a Cruz en 300 delegados y, con estas victorias, la distancia sería mayor: no la suficiente como para conseguir los 1.237 delegados que son necesarios para obtener la nominación con mayoría absoluta, pero sí la suficiente como para llegar a la convención republicana con mucho poderío para bien echar un órdago al partido, bien negociar y conseguir su apoyo.

Jorge Díaz Cardiel, Socio Director de ADVICE Strategic Consultants. Autor de ‘La Victoria de América’, ‘Obama y el liderazgo pragmático’ y ‘La Reinvención de Obama’
Jorge Díaz Cardiel, Socio Director de ADVICE Strategic Consultants. Autor de ‘La Victoria de América’, ‘Obama y el liderazgo pragmático’ y ‘La Reinvención de Obama’

Las elecciones en estos cinco estados han estado precedidas por un acuerdo entre candidatos que, en circunstancias normales, ni se hablarían: Cruz, que ha hecho su carrera política atacando al aparato del partido, apoyado por el Tea Party y por los evangélicos, y Kasich, conservador moderado que pertenece al establishment, el mismo al que Cruz ha denostado con tanta fuerza. Ambos, por vez primera, han llegado a un acuerdo por el que aúnan fuerzas (recursos humanos, financieros, reparto de estados, campañas y mítines y, por supuesto, delegados), al objeto de impedir, por todos los medios, que Trump obtenga la nominación. El dicho se ha cumplido: “La política hace extraños compañeros de cama”.

¿Qué ha desatado esta alianza contranatura? Los resultados de Nueva York, que adelantamos en estas mismas páginas: Trump ganó el 60% de los votos y se llevó los 95 delegados. Lo que hay detrás de los datos es lo que ha asustado al Partido Republicano: hasta ahora, estaba extendida la creencia de que Trump solo atraía a votantes blancos descontentos con el sistema y muy pocos ingresos. Sin embargo, Nueva York, con una población tan amplia como diversa, mostró a los conservadores que muchos de los potenciales votantes del partido, en sus diversos segmentos, se entregaban a Trump: conservadores morales, los que se preocupan por la primacía militar de Norteamérica en el mundo y los defensores del capitalismo y la responsabilidad fiscal, en Nueva York, se pusieron de parte de Trump. El miedo a que Trump siga aunando a las diversas familias del partido ha desatado este acuerdo in extremis un día antes de las elecciones en estos estados. Al menos, el partido quiere llegar a la convención con las mismas armas y número de delegados de Trump y poder negociar o imponer una solución a un candidato incómodo. Un escalofrío recorrió la espalda de los líderes republicanos cuando, analizando los datos socio demográficos y socio económicos de Trump en Nueva York, sobresalía que había ganado el 52% de los que ganaban menos de 52.000 dólares y el 64% de los que ingresan más de 100.000 dólares.

Los preocupantes resultados de Nueva York han desatado una alianza contranatura en los candidatos

En Pennsylvania (71 delegados) ganaría Trump (45,8%) –Cruz (26,4%), Kasich (23%)–, con un margen del 19,4%. En Maryland (38 delegados), Trump ganaría (41%), versus Kasich (27%) y Cruz (23%). El margen de Trump sería de 14 puntos porcentuales. En Connecticut (28 delegados), Trump arrasaría con 52,3%, Cruz (26,3%), Kasich (16,3%). El margen de Trump sería 26 pp. En Delaware (16 delegados), ganaría Trump (55%), Kasich (18%), Cruz (15%); el margen de Trump sería de… ¡37 puntos! Por último, Rhode Island (19 delegados) daría la victoria a Trump (49,5%) versus Kasich (24%) y Cruz (13,5%), con un margen a favor de Trump de 25,5%.

Ahora hay un acuerdo de los líderes del partido frente a Trump. En la convención republicana, preveo un acuerdo entre el partido y Trump para enfrentarse al candidato/a demócrata.

En este bando contrario, las circunstancias son muy distintas. Son mayoría los que dan por descontada la victoria de Hillary Clinton. En Nueva York (senadora ocho años) ganó con el 58% de los sufragios. Se llevó 241 delegados, 30 más que Bernie Sanders, nacido en Nueva York, pero senador por Vermont. Varias son las ventajas de Clinton: a pesar de que haya dos candidatos, los demócratas están unidos, quieren una tercera presidencia demócrata. La mujer de Bernie Sanders, generosamente, ha ofrecido los delegados de su marido a Hillary en caso de que su pareja pierda la nominación. Segundo, más allá del 100% de notoriedad de Hillary, debido a su trayectoria política (primera dama en Arkansas, abogada de prestigio, primera dama en la Casa Blanca, senadora, secretaria de Estado y, en dos ocasiones, candidata presidencial) tiene un sex appeal entre una base electoral muy diversa: blancos de clase media y blancos ricos progresistas, hispanos, asiáticos y afroamericanos, judíos y, al menos, la mitad del voto católico (de un total de 80 millones de personas).

En la convención republicana, preveo un acuerdo entre el partido y Trump para enfrentarse al candidato/a demócrata

Traduciendo a datos los apoyos electorales de republicanos y demócratas, concluiríamos que los conservadores son el partido del 35% de estimación de voto y los demócratas del 45%. Esto, estadísticamente, le daría a Clinton la presidencia con un 70% de probabilidades. Los independientes, que huyen de Trump y de Cruz, decidirían hacia dónde se inclina la balanza.

En Pennsylvania (189 delegados), Clinton ganaría (58,7%), Sanders (38,7%); en Maryland (95 delegados), Hillary obtendría el 57,7% y Sanders el 37,7%; en Connecticut (55 delegados), Clinton conseguiría el 49,3% y Sanders el 43,7%; en Rhode Island (24 delegados), Clinton saldría victoriosa con 44% y Sanders, 41,5%; en Delaware (21 delegados), Clinton ganaría por 45%; Sanders (38%). Lástima no poder entrar en detalle.

Si Clinton no es llevada a juicio por el escándalo de los emails sujetos a Seguridad Nacional, el único problema que tendría Hillary sería el de caer bien. Según ella: “Cuando gobierno, sea primera dama o senadora o secretaria de Estado y estoy haciendo mi trabajo, soy realmente muy popular”.

Clinton, a pesar de la desconfianza que genera –siempre han sido así, rodeada de escándalos–, disfruta del halo de estadista de su marido y el éxito de sus políticas económicas en los años noventa: déficit controlado, impuestos sensatos, crecimiento económico, empleo de calidad, más productividad, más eficacia y eficiencia…, en definitiva, el saber hacer de toda mujer.

Jorge Díaz Cardiel es Socio Director de ADVICE Strategic Consultants. Autor de ‘La Victoria de América’, ‘Obama y el liderazgo pragmático’ y ‘La Reinvención de Obama’

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