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Columna
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Un rascacielos tambaleante

Dubái quiere construir el rascacielos más alto del mundo. Si resulta familiar, es porque se trata de una repetición de un antiguo y exitoso plan para hacer que el sector inmobiliario, en lugar del petróleo, sea el alma económica del emirato del Golfo Pérsico. Pero esta vez, hay más agentes en escena. Los imponentes proyectos de Dubái estarán expuestos a las mismas leyes de la gravedad que afectan a sus vecinos más dependientes del petróleo en la región.

Apodada la torre Dubaiffel, el proyecto de 1.000 millones de dólares (unos 885 millones de euros) superará por un escalón el récord del edificio de 828 metros situado en la ciudad de Burj Khalifa, según Mohamed Alabbar, presidente de su promotora.

El momento no es ideal. El petróleo cotiza por debajo de 50 dólares por barril desde el pasado noviembre, lo que ha hecho que los inversores en el sector inmobiliario de Dubái sean más cautelosos. Las ventas secundarias de apartamentos de lujo –que normalmente son un barómetro del mercado– cayeron un 3% en algunas zonas en los primeros nueve meses del año pasado, de acuerdo con Cluttons.

La introducción de las nuevas normas destinadas a frenar la especulación inmobiliaria sobre plano, que ofrece el mayor potencial para un rápido beneficio, también ha coincidido con la caída de los precios del crudo.

La estrategia de Dubái de construir cada vez más alto también está siendo puesta a prueba por la creciente competencia en la región. La nueva torre competirá con otro rascacielos récord que está previsto que abra al mismo tiempo en la ciudad costera de Arabia Saudí de Yeda. Dubái está relativamente aislada frente a los precios del petróleo, pero sus vecinos no. Eso significa que se enfrentará a una dura competencia a la hora de llenar sus imponentes estructuras nuevas y a mucho riesgo financiero.

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