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Columna
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Un banco central ya no es omnipotente

Está resultando difícil acabar con el mito del banquero central que todo lo puede. Los bancos centrales han influido sobre los mercados durante tantos años que no sorprende que los inversores busquen una nueva brújula.

Un ejemplo es la Reserva Federal, cuya decisión de subir los tipos de interés provocó un fortalecimiento del dólar, ejerciendo presión sobre gobiernos y empresas extranjeras con deudas denominadas en la moneda estadounidense. Ello llevó a la decisión fallida de China de desenganchar el yuan del dólar el pasado agosto. Más recientemente, la sorpresa del Banco de Japón de adoptar unos tipos de interés negativos alimentó los temores de una guerra global de divisas.

Pero, al igual que los inversores concluyeron que los bancos centrales habían perdido su poder, ha vuelto algo de calma. La decisión de la Fed de relajar las expectativas de subidas de tipos múltiples ha contribuido a debilitar el dólar. El Banco de Japón se ha retractado sobre llevar los tipos a un terreno aún más negativo. El Banco Central Europeo ha desplazado su potencia de fuego hacia los bonos corporativos de la zona euro.

Los tipos de interés negativos del Banco de Japón alimentaron los temores de una guerra global de divisas

La marcha atrás lanzó el rumor de que la Fed y otros bancos centrales llegaron a un acuerdo para cambiar de rumbo. Aunque el viceprimer ministro de China ha negado un acuerdo secreto con Estados Unidos, puede que su forma de abordar el asunto solo se sume a la especulación.

Una teoría más plausible, sin embargo, es que los bancos centrales hayan reconocido los límites de su influencia. La única autoridad monetaria que ha continuado aguantando la mirada a los especuladores internacionales es el Banco Popular de China, que tiene la ventaja de contar con cofre de 3,2 billones de dólares de divisa extranjera. Incluso entonces, los correos electrónicos de pánico del Banco Popular de China a la Fed durante la ola de ventas del mercado de valores del pasado verano –recientemente revelados por Reuters– difícilmente sugieren que haya un banco central encargado de los acontecimientos.

Puede que los políticos tengan la tentación de fomentar la noción de que están al mando de los mercados. En realidad, es más probable lo contrario. Es hora de poner fin a la fábula del banquero central omnipotente.

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