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Día Mundial del Agua | Infraestructuras

Desalinización, seguro contra la sequía extrema

El fraude en los contratos de Acuamed daña la imagen de una tecnología clave para aliviar el estrés hídrico en España.

Panorámica de la planta de Grubrah, en Omán, que Cadagua, empresa de Ferrovial, ha comenzado a operar y que abastecerá a una población de 700.000 personas.
Panorámica de la planta de Grubrah, en Omán, que Cadagua, empresa de Ferrovial, ha comenzado a operar y que abastecerá a una población de 700.000 personas.Cadagua

El fraude de Acuamed es la nota discordante en esta celebración del Día Mundial del Agua. La empresa estatal es investigada por sobrecostes en la construcción de desalinizadoras en la cuenca del Mediterráneo.

El escándalo, en el que se han visto implicadas varias compañías, ha generado desconfianza en una tecnología que es clave para asegurar el suministro de agua en el país europeo más propenso a sufrir sequías en los próximos 20 años. Ya Bruselas ha suspendido las ayudas que concedió a estos proyectos y ha pedido explicaciones al Gobierno.

“El caso no debería tener ningún impacto en las inversiones previstas, pero desgraciadamente ha empañado la imagen del sector y ha sido utilizado para lanzar falsas sospechas y acusaciones sobre empresas y proyectos, poniendo en duda la necesidad y viabilidad de la desalinización”, se lamenta Domingo Zarzo, presidente de la Asociación Española de Desalación y Reutilización (Aedyr).

Las 12 plantas de Acuamed son las últimas de las más de 700 que se han construido desde 1964 y que han convertido a España en el quinto país del mundo en capacidad instalada. Todas juntas pueden producir alrededor de 3,2 millones de metros cúbicos al día, lo que representa el 5,1% del consumo doméstico.

La polémica entre trasvases y desaladoras nunca debería de haber existido

Las principales están ubicadas en Canarias, Baleares y el litoral mediterráneo, las zonas donde el boom turístico ha provocado los mayores desequilibrios entre la demanda y cantidad de agua disponible, fenómeno conocido como estrés hídrico.

El desarrollo de estas infraestructuras siempre ha estado rodeado de polémica entre quienes ven en ellas la única garantía de abastecimiento en caso de ausencia total de lluvias y quienes las consideran demasiado costosas frente a los trasvases.

La discusión se politizó cuando en 2004 el presidente Rodríguez Zapatero canceló un proyecto de Aznar para pasar agua del Ebro a Valencia, Murcia y Almería, y en su lugar priorizó la construcción de desalinizadoras.

“Esta controversia nunca debería de haber existido porque, técnicamente, una solución no es mejor que otra”, dice Borja Montaño, profesor de la Universidad de Alicante. “La desalinización es más costosa porque consume mucha energía, pero garantiza el acceso al agua, mientras que el trasvase, en caso de sequía extrema, no es ninguna solución porque depende de un río que está dentro del territorio. ¿Qué pasa si no llueve en todo el país?”, advierte.

La crítica más frecuente a la desalinización es su baja rentabilidad. Por ejemplo, la planta de Torrevieja en Alicante, la más grande de Europa, costó 270 millones de euros y casi un año después de su puesta en marcha opera solo al 35% de su capacidad.

Sin embargo, los defensores de estas infraestructuras argumentan que no tienen por qué funcionar a pleno rendimiento todo el día porque su misión es actuar de seguro en caso de emergencia. “Es la fuente de agua más costosa, sí, pero es la única que te puede garantizar el suministro cuando todas las demás fallan”, sostiene Montaño, autor de una tesis doctoral sobre el tema publicada por la Fundación Aquae en 2011.

Con la energía que consume una familia al día, estas plantas pueden producir 7.000 litros

Zarzo, presidente de Aedyr, coincide en que no hay una solución única ideal, sino una combinación de muchas. “Las principales desventajas de los trasvases son que dependen de la climatología (no se puede trasvasar agua si no la hay), requieren bombeos y, por tanto, consumo de energía; son una obra de gran inversión e impacto y, además, la calidad del suministro requiere de potabilización adicional en caso de abastecimiento humano”, explica.

El alto coste que se suele achacar a las desalinizadoras también es relativo. El agua dulce producida por una planta cuesta entre 6 y 8 céntimos por metro cúbico tratado, mientras que el agua de riego agrícola producida por el trasvase del Tajo Segura cuesta una media de 10 céntimos/m3. Si además quiere emplearse para uso doméstico, a este coste debe añadirse el de la potabilización, un proceso que también demanda energía.

“No se pueden comparar de manera general. El coste de un trasvase depende de muchos factores, como la distancia y la pendiente que haya que salvar. Es como si alguien preguntase: ¿qué cuesta más, ir en autobús o en coche? Depende de adónde. Según cómo hayan sido planteados, en España hay trasvases más baratos y más caros. El coste de una desalinizadora, en cambio, es más homogéneo y varía en función de las subidas y bajadas del precio de la energía”, mantiene Montaño.

Y en cuanto al consumo de electricidad, Zarzo señala que una desalinizadora gasta entre 3,5 y 4 kilovatios/hora por cada metro cúbico producido, bastante menos que los 27 kW/h que, según un estudio del IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía), consume una vivienda española al día. “Con la energía media consumida por una familia podemos producir 7 metro cúbico al día, es decir, unos 7.000 litros de agua diarios”, destaca.

Foco en el exterior

Polémicas al margen, la necesidad de instalar grandes plantas en la costa está cubierta, por lo que el negocio para las constructoras españolas está en el exterior, donde llevan años compitiendo. De hecho, cuatro de ellas (Abengoa, Tedagua, filial de ACS, GS Inima y Aqualia, de FCC) figuran entre las 20 más grandes del mundo por capacidad contratada entre 2014 y la primera mitad de 2015, según DesalData y Global Water Intelligence.

Desalinizadora de Valoriza, filial de Sacyr, en Perth, en la costa oeste de Australia.
Desalinizadora de Valoriza, filial de Sacyr, en Perth, en la costa oeste de Australia.

Acciona no aparece en la lista porque todavía no ha completado la financiación de dos plantas en Oriente Medio, pero es otra habitual en el ranking.

Las líderes del mercado, sin embargo, son General Electric y Veolia. Solo GE Water and Process Technologies tiene más capacidad contratada (493.000 metros cúbicos por día) que las cuatro españolas juntas (484.000). Veolia, por su parte, tiene 390.000.

Valoriza, de Sacyr, se adjudicó hace dos semanas el diseño, construcción y operación de una desalinizadora en Omán por 1.000 millones de euros. El proyecto, que se suma a otros que el grupo tiene en Australia, Argelia e Israel, elevará el peso de la cartera internacional del grupo de 44% a 71%.

También en Omán, Cadagua ha empezado la operación comercial de la planta de Grubrah, que abastecerá a una población de 700.000 personas. La filial de Ferrovial tiene el 80% de su cartera en países como Chile, Marruecos y Emiratos Árabes.

Tedagua ganó en febrero un contrato en Singapur y trabaja en Australia, Catar, Argelia, Ras al-Jaima (Emiratos Árabes Unidos), Irlanda, Alemania, Colombia y Perú. La empresa obtiene más del 85% de sus ingresos del exterior.

GS Inima, que una firma surcoreana compró a OHL en 2011, tiene proyectos en Estados Unidos, México, Chile, Argelia y Túnez, que representan el 85% de su volumen de negocio. España supone el 15% restante.

El grupo espera que el caso de Acuamed no afecte el desarrollo y financiación de los proyectos nacionales en marcha o futuros, “por tratarse de asuntos de ámbito personal que deben resolverse jurídicamente sin dañar a la organización como tal”.

Por lo pronto, DesalData y Global Water Intelligence estiman que la inversión en plantas de desalinización en España, medida como gasto de capital, aumentará este año de 29 a 46 millones de euros.

Las cifras

3,2 millones de metros cúbicos al día es la capacidad de desalinización de España, la quinta más alta del mundo.

8 céntimos por metro cúbico es el precio que puede llegar a costar el agua producida por una planta.

46 millones de euros se invertirán este año en desalinizadoras locales.

Planta de Tedagua, compañía de ACS, en la ciudad argelina de Beni Saf.
Planta de Tedagua, compañía de ACS, en la ciudad argelina de Beni Saf.

La falta de fondos públicos impone las concesiones

El enfriamiento de las economías emergentes retrasará proyectos que iban a ser licitados, mientras que los que están en fase de subasta seguirán su curso, advierten fuentes de Tedagua. El riesgo, añaden, se observa en obras financiadas por fondos multilaterales que pueden verse afectados si los países donantes o instituciones reducen sus ayudas debido a crisis políticas y económicas y si, además, suben los tipos de interés en Estados Unidos.

“Muchos proyectos que originalmente estaban pensados para ser licitados en régimen de diseño y construcción van a ser entregados finalmente como concesiones, traspasando el riesgo de la inversión y operación a la empresa privada”, comentan al respecto fuentes de GS Inima.

Agustín Manzanas, director general de Cadagua, opina que si bien la necesidad de inversión en infraestructuras de agua es más grande en los países emergentes, no es exclusiva de estos. “El problema común en todo el mundo es la falta de fondos públicos para financiar estos proyectos, pero existen fórmulas alternativas con inversión privada”, expresa.

Tedagua considera que las mayores oportunidades de negocio en los próximos años estarán en Estados Unidos, la zona del golfo Pérsico, Arabia Saudí, Egipto, países mineros como Chile, Perú y Bolivia, México, África subsahariana y Asia Pacífico. Manzanas, por su parte, cree que esta provendrá de aquellos países con mayor déficit de fuentes naturales de agua dulce, fundamentalmente Oriente Medio y estados del sur de Estados Unidos.

Borja Montaño, profesor de la Universidad de Alicante, sugiere a las empresas pensar en países que tengan escasez de agua y al mismo tiempo alto nivel económico, como Arabia Saudí.

"Un mercado natural para nuestras empresas es Suramérica, donde hay mucho que hacer en países como Brasil, Chile y Perú, aunque con menor crecimiento del esperado debido a la crisis económica", señala Domingo Zarzo, presidente de la Aedyr. "México y Estados Unidos son otros mercados muy interesantes. Por supuesto, la zona de mayor crecimiento sigue siendo el Golfo Pérsico (Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Omán, etc.)", subraya.

En cuanto al norte de África, indica que se han reducido las inversiones por la inestabilidad política, mientras que el mercado asiático es muy complicado y poco atractivo porque en él se compite básicamente por precio.

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