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El Foco
Tribuna
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Hacia un duelo entre Hillary Clinton y Donald Trump

Esta campaña electoral está rompiendo moldes respecto a todas las anteriores y hasta el milagro de la elección del primer presidente afroamericano podría quedar eclipsado por la posible elección de la primera presidenta. El camino está siendo tortuoso y lleno de imprevistos. Hoy, con la celebración del segundo supermartes (Florida, Illinois, Missouri, Carolina del Norte y Ohio), podría allanarse el camino para los dos potenciales candidatos presidenciales con más posibilidades de ganar en cada partido: Trump (republicano) y Clinton (demócrata).

A partir de ahora, los delegados obtenidos en primarias y caucus no se reparten proporcionalmente entre candidatos en función de los votos obtenidos: el ganador se llevará todos los delegados; por tanto, quienes tengan ventaja hasta este momento y ganen elecciones hoy y en primarias sucesivas podrán apuntalar su candidatura.

Jorge Díaz Cardiel, Socio Director de Advice Strategic Consultants. Autor de ‘Obama y el liderazgo pragmático’, ‘La reinvención de Obama’ y ‘El triunfo de América’
Jorge Díaz Cardiel, Socio Director de Advice Strategic Consultants. Autor de ‘Obama y el liderazgo pragmático’, ‘La reinvención de Obama’ y ‘El triunfo de América’

El estatus actual, en el bando demócrata, muestra que Hillary tiene 1.231 delegados (necesita 2.382 para ganar la nominación); Sanders consiguió 576. La ventaja de Hillary es obvia, pero su victoria no es inevitable. Muchas elecciones se han celebrado en estados sureños, donde afroamericanos y latinos apoyan a Clinton frente a Sanders. En cambio, en estados como Michigan, con mucha población blanca empobrecida y tasas de paro superiores a la media nacional (4,9%), Sanders ha obtenido sorprendentes victorias, liderando una revolución, apoyado por jóvenes insatisfechos con el sistema y enfadados con Wall Street. Mientras, Clinton da sermones en iglesias afroamericanas y come en restaurantes mexicanos. Aunque Clinton gane –y se da por sentado que llegará a la convención demócrata con la nominación asegurada–, necesitará de los delegados de Sanders –más radicales, más a la izquierda que Clinton– para unificar al partido, sus bases y votantes y darle la puntilla final al candidato republicano.

En el bando conservador, Trump es tan sorprendente como una bomba de relojería. Su partido contará con 2.472 delegados (1.237 son necesarios para ganar la nominación): Trump tiene 460; Cruz, 370; Rubio, 163; Kasich, 63. El neurocirujano Ben Carson ha abandonado la carrera presidencial y, como Chris Christie, ha apoyado a Trump. Por su parte, Carly Fiorina –también retirada de las primarias– ha apoyado al senador Ted Cruz, quien es la segunda alternativa del aparato del partido, siendo Marco Rubio su opción preferencial, aunque cada vez con menos posibilidades, a pesar de su buen porte, saber hablar, conocimiento profundo de las cuestiones y una vida que representa el sueño americano (hijo de inmigrantes cubanos muy pobres que, siendo bastante joven, llega a ser senador).

Sanders ha obtenido sorprendentes victorias, apoyado por jóvenes insatisfechos con Wall Street

Lo que está en juego para el partido republicano no es solo la nominación para la Casa Blanca, sino su propia alma, su propia esencia: ¿se verían reflejados Lincoln y Reagan en el actual GOP (Grand Old Party)? ¿Apoyarían la actitud y comportamientos reprobables de Trump? ¿Y los muy parecidos de Ted Cruz, aunque sea político profesional y no empresario billonario dueño de hoteles y casinos? ¿Dónde está la coalición de conservadores sociales, fiscales y morales de que hablaba Reagan para ganar elecciones? ¿Alguien ha vuelto a oír hablar del Tea Party? ¿Qué pensar de un partido que, de cara a unas primarias presidenciales, parte con 19 candidatos, cada cual más dispar y defendiendo ideas casi opuestas? ¿No tiene acaso un ideario el Partido Republicano? ¿Puede una casa dividida subsistir, como dice Jesús en el Evangelio?

No deja de ser irónico que, en estas elecciones, los extremos se toquen: Trump y Sanders tienen más en común de lo que se piensa fuera de Norteamérica, lo que polariza a sus electores. Ambos parecen estar en contra del libre comercio y sus tratados, porque roban empleos de manufactura en tierra patria. Cierto: ambos tiran la piedra y esconden la mano, en esta materia tan sensible. Clinton, con Nafta, en 1994, inició la globalización como fenómeno y un periodo de creación de riqueza para América sin precedentes. Obama ha sacado adelante el (aún no ratificado por el Congreso) Acuerdo de Libre Comercio con Asia Pacífico (TPP) y tiene pendiente un acuerdo similar con la Unión Europea (TTIP).

La piedra angular de las campañas de Trump y Sanders son la creación de más empleo volviendo al proteccionismo, aislacionismo y la autosuficiencia económica (manufacturera, financiera, servicios), dada la fortaleza del mercado interior americano. Nada mejor que un enemigo exterior (China, Europa, Rusia) para movilizar un electorado que, en cualquier caso, ha visto que Obama creaba 14 millones de puestos de trabajo en siete años y bajaba la tasa de paro del 10,8% al 4,9%. “Aunque sabemos por experiencia que toda bonanza económica es siempre poca para los norteamericanos” (Alan Greenspan, en La edad de la turbulencia).

¿Qué está en juego y qué pasará hoy? En Florida (246 delegados demócratas, 99 republicanos) ganaría Trump con un margen de 18 puntos, dejando fuera de juego a Rubio (es senador por Florida), y el 41,4% de los votos; Hillary ganaría con el 61,1% y un margen del 30%; en Illinois (182 demócratas, 69 republicanos), Trump ganaría por 9 puntos y 34,4% de votos; Clinton, con resultado ajustado, ganaría con 48,3%, dos puntos más que Sanders; en Missouri (84 demócratas, 52 republicanos), Trump sería el primero por 7 puntos y 36% de votos; Hillary debería ganar a Sanders, pero las encuestas dan empate técnico dentro del margen de error; en Carolina del Norte (121 demócratas, 72 republicanos), Trump arrasaría por 12,3% y el 37,7% de votos; Clinton gana con el 55% y un margen de 21 puntos; en Ohio (159 demócratas, 66 republicanos) podría, como en Michigan, haber sorpresas, pero los datos dicen que bien gana Kasich (gobernador de Ohio), bien empata con Trump y los porcentajes bailan en nuestras seis encuestas. Hillary ganaría con el 49,7% del voto y margen de 6,4 puntos.

Los republicanos celebran caucus en Islas Marianas del Norte (9 delegados), pero despiertan poco interés. En cambio, nos encantaría entrar en detalle sociodemográfico y económico en cada estado, pero no es posible por falta de espacio. Si se cumplen las previsiones, asistiremos en otoño a un duelo Clinton-Trump, inevitablemente una lucha entre titanes donde nada es previsible y todo posible.

Jorge Díaz Cardiel es Socio Director de Advice Strategic Consultants. Autor de ‘Obama y el liderazgo pragmático’, ‘La reinvención de Obama’ y ‘El triunfo de América’

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