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La UE pretende evitar que el rescate de las entidades castigue en exceso al erario público

Europa se atrinchera frente a sus bancos

Junto a unos restos de la muralla medieval de Bruselas (siglo XIII), en un edificio levantado sobre una antigua prisión y que todavía lleva el acongojante nombre de Montaña de Lágrimas (Treurenberg, en holandés). Ese es el lugar que ha elegido el Mecanismo Único de Resolución bancaria de la zona euro (MUR) para atrincherarse. El nuevo organismo se convirtió el pasado 1 de enero en la máxima autoridad para reestructurar o liquidar las entidades financieras en dificultades.

La alemana Elke König, presidenta de tan temible y poderoso organismo, cree que la localización de sus dependencias a la sombra de una fortaleza “ofrece una buena analogía, dado que nuestra función será blindar el dinero de los contribuyentes y preservar la estabilidad financiera”.

Hasta ahora, la intervención de los bancos dependía en exclusiva de las autoridades nacionales, que a menudo se resistían a llevarlas a cabo por miedo al impacto económico, social y político de una reestructuración bancaria. Pero König advertía la semana pasada, durante la presentación a la prensa de la nueva sede y del programa de trabajo para 2016, que el MUR garantizará por adelantado y banco por banco que se suprime cualquier barrera para la intervención en caso de dificultades. “De esta manera”, señaló la presidenta, “tenemos una probabilidad real de lograr que el rescate de los bancos con dinero de los contribuyentes se convierta en una cosa del pasado”.

En el MUR aseguran que las nuevas normas sobre rescates bancarios “son muy duras”. Si se aplican a rajatabla, casi ningún inversor o ahorrador se librará de contribuir al salvamento o el desguace de la entidad. Solo los titulares de cuentas con menos de 100.000 euros están claramente excluidos. El resto de accionistas, acreedores y depositantes deberán aportar “con arreglo a una jerarquía que está clara y que el MUR garantizará que se cumple”, señaló König.

König asegura que no tiene ninguna prisa en estrenar sus nuevas y delicadas competencias. Pero los analistas colocan ya en el punto de mira a algunas entidades italianas, como la Banca Monte Dei Paschi de Siena (que también hunde sus raíces en el medievo pues arrancó en 1472), o los posibles coletazos de los portugueses Novo Banco (antiguo Espirito Santo) y Banif.

Tanto Lisboa como Roma aceleraron el año pasado el saneamiento de sus entidades en dificultades para esquivar la entrada en vigor de las nuevas normas europeas sobre financiación de los rescates y la presencia del MUR. Pero los casos no están resueltos del todo y podrían acabar llegando a Bruselas.

Con la nueva estructura, el botón de alarma para intervenir un banco debe pulsarlo el Mecanismo Único de Supervisión (MUS), integrado desde su creación (noviembre de 2014) en el Banco Central Europeo. Pero para evitar el riesgo de que se repita a nivel europeo la antigua connivencia nacional entre supervisor y supervisado, el MUR también puede disparar la alarma si aprecia una flagrante pasividad por parte del BCE.

Si la intervención de un banco llega a producirse, el MUR intentará garantizar que no se financie a costa de ingentes cantidades de dinero público, como ha ocurrido en la reciente crisis. Entre 2008 y 2012, la banca europea se tragó casi 600.000 millones de euros, según los datos de la Comisión Europea. Si se suman los avales concedidos por los Estados, la factura sube hasta 1,6 billones o el 13% del PIB de toda la UE. Solo en España, la reestructuración del sector rondó una cifra equivalente al 30% del PIB nacional, con casi un tercio a cuenta del erario público.

En el nuevo esquema, el MUR dispondrá de un fondo de rescate de hasta 55.000 millones de euros, financiado por las propias entidades y equivalente al 1% de los depósitos garantizados. El MUR enviaría el próximo 1 de mayo la primera factura a los bancos, que tendrán de plazo hasta el 30 de junio. El año pasado ya hicieron un ingreso, a través de los fondos nacionales, que este lo transferirán a la caja común. La banca española aporta unos 500 millones de euros con cargo a 2015.

“Y si durante la resolución de un banco, vemos que no basta con el Fondo, recogeremos a posteriori las contribuciones necesarias para cubrir las pérdidas”, explica Timo Löyttyniemi, vicepresidente del MUR y responsable directo del Fondo.

En teoría, el MUR debería ser capaz de intervenir y ponerse al frente de un banco en apenas 48 horas, para que la operación pueda realizarse durante un fin de semana y alterar así lo menos posible los mercados. Para lograrlo, el mecanismo está preparando un plan de resolución de cada banco. Ya lo tiene pergeñado para 40 entidades y completará el resto durante 2016.

Pero esos preparativos no garantizan la eficacia. Por lo pronto, el MUR dispone de pocos efectivos. Solo ha contratado a 130 personas, aunque espera llegar a 300 a finales de 2017. König suele recordar que el organismo similar que ella presidía en Alemania contaba con 2.500 empleados.

La intervención de un banco, además, podría entramparse en el proceso de decisión política. Las normas permiten a la Comisión Europea (formada por 28 políticos, uno por cada país de la UE) plantear objeciones a la intervención de un banco. Si las discrepancias entre la CE y el MUR, la decisión debe elevarse al Consejo de ministros de la UE. En principio, el conflicto debe resolverse en un plazo máximo de 32 horas. Pero habrá que comprobarlo en la práctica.

Además, la intervención del Fondo europeo se supedita a que los inversores de la entidad hayan cubierto pérdidas equivalentes al 8% de sus activos. Una cifra enorme que obligará a derramar muchas lágrimas nacionales antes de recibir la ayuda europea.

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