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La administración, no obstante, no debe quedar exenta

El mecenazgo reivindica su papel como defensor del arte

El mecenas se mueve por el gusto por el arte, la inversión y adquirir reconocimiento social Históricamente, las entidades privadas han desempeñado un papel relevante en este ámbito

De izquierda a derecha, Victoria Camps, filósofa; José Antonio Marina, filósofo, escritor y pedagogo; Elisa Durán, directora general adjunta de la Fundación La Caixa; José Luis Pardo, catedrático de Filosofía; Francisco Calvo Serraller, catedrático de Historia del Arte, y Mercedes Basso, directora general de la Fundación Arte y Mecenazgo.
De izquierda a derecha, Victoria Camps, filósofa; José Antonio Marina, filósofo, escritor y pedagogo; Elisa Durán, directora general adjunta de la Fundación La Caixa; José Luis Pardo, catedrático de Filosofía; Francisco Calvo Serraller, catedrático de Historia del Arte, y Mercedes Basso, directora general de la Fundación Arte y Mecenazgo. Pablo Monge

Las necesidades de conservación y restauración del patrimonio cultural han puesto de relieve que, a pesar de los presupuestos de las administraciones públicas, son necesarias aportaciones privadas para su mantenimiento. Es ahí donde se sustenta la figura del mecenas, una persona o institución privada que participa de lleno en la conservación y en el enriquecimiento del arte. “No obstante, muchas veces tendemos a pensar que los intereses de esta práctica no son del todo honestos, ya que el mecenas siempre busca obtener beneficio o rédito con su labor”, explicó la filósofa Victoria Camps durante la presentación del estudio Los cauces de la generosidad. Ensayos histórico-críticos de los fundamentos del mecenazgo.

Publicado por la Fundación Arte y Mecenazgo, entidad impulsada por La Caixa, el informe aborda la labor del mecenas, profundizando no solo en aspectos económicos o regulatorios, “sino también en sus implicaciones éticas, filosóficas, sociológicas y educativas”, afirmó Elisa Durán, directora general adjunta de la Fundación Bancaria La Caixa. Y es que, aunque el mecenazgo pueda verse con recelo, “tendemos a confundir el altruismo con lo gratuito”, explicó Victoria Camps, “y nadie hace algo sin recibir nada a cambio”, apuntó José Antonio Marina, filósofo, escritor y pedagogo.

Victoria Camps describió que existen tres móviles principales que llevan al mecenas a desarrollar su actividad: “el gusto por el arte, la posibilidad de invertir, y adquirir un reconocimiento social”. Y estas tres motivaciones, alegó la filósofa, no son perjudiciales ni incompatibles entre sí. “Lo importante es que estén equilibradas y que ninguna de ellas vaya desplazando a otra”. Más aún, añadió Camps, en los casos de las grandes corporaciones o fundaciones, que pueden utilizar el arte como ariete publicitario o de marketing, ya que, a través de la financiación de la cultura, estas organizaciones adquieren un valor que las dignifica. “Y aún más si tenemos en cuenta los incentivos fiscales existentes en España dentro de este ámbito, que en algunos casos traspasan las barreras de lo razonable, con desgravaciones que resultan excesivas”, aseguró.

Con todo ello, surge el debate de si el mecenazgo debe recaer en entidades privadas o si, por el contrario, las labores de protección y divulgación del arte deben ser asumidas por el Estado. Elisa Durán defendió la implicación del ámbito privado, y explicó que estimular y divulgar el conocimiento del coleccionismo de arte y fomentar la inmersión de las empresas “ayuda a la generación de más patrimonio y a su protección”.

Por su parte, José Antonio Marina ahondó en el papel que históricamente han desempeñado las entidades privadas en la creación y la defensa del arte. “Una obra solo se comprende en su totalidad si se la relaciona con su autor, con el propio espectador, con su contexto social y con los posibilitadores artísticos”, afirmó. En este sentido, defendió cómo el mecenazgo ha hecho posible que el arte se haya desarrollado, ya que han sido los inversores privados los que han permitido que los artistas hayan podido llevar a cabo su trabajo, que no siempre ha contado con ayudas estatales o públicas. “Es en este escenario en el que resaltan las diferencias entre España y los países anglosajones, en los que esta tradición es mucho mayor”, explicó Francisco Calvo Serraller, catedrático de Historia del Arte.

Por eso, los expertos demandan una política de mecenazgo acorde con las necesidades del momento y que se ajuste a los requirimientos del arte, con adquisición de obras, entrega de premios y becas, y ofrecimiento de bonificaciones fiscales para que el sector privado pueda defender y potenciar el patrimonio artístico. Sin pasar por alto que, tal y como explicó Victoria Camps, en un Estado de derecho, las instituciones públicas tienen la obligación de salvaguardar y difundir el patrimonio, por lo que esta misión también requiere de un papel activo de la Administración.

Una práctica a impulsar desde la base

Sin entrar de lleno en el debate de si el mecenazgo debe recaer en las instituciones públicas o privadas, los expertos coinciden en que es una práctica necesaria para el desarrollo del patrimonio. Es por eso por lo que ponen sobre la mesa que debe fomentarse desde el pilar más bajo de la sociedad: la educación.

Lo cierto es que potenciar el mecenazgo desde la base, afirmó el filósofo y pedagogo José Antonio Marina, repercutiría beneficiosamente en el impulso del arte, y esta medida podría complementarse con una ley de mecenazgo adecuada y acorde a los tiempos actuales, explicó. Además, impulsar este hábito puede repercutir en que el mecenazgo se extienda hacia otros sectores que tradicionalmente requieren de financiación y ayuda, como el científico o el de las ayudas sociales.

Sin embargo, antes de plantear estos puntos, explica, “deberíamos saber qué importancia queremos darle al arte en el sistema educativo”, ya que, recordó, está perdiendo fuerza frente a las ramas de ciencias y tecnología.

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