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A los españoles ya no les gusta el autoempleo

Según la OCDE la preferencia por el autoempleo cayó en España casi seis puntos entre 2009 y 2012.

En 2015, seis de cada diez españoles prefería el trabajo asalariado frente al autoempleo. Es una de las conclusiones que se desprenden de las encuestas realizadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que señalan que en doce años la preferencia por el empleo por cuenta propia se ha reducido en más de 20 puntos.

En concreto, en 2002 la situación que mostraba la percepción de los españoles era la contraria. Así, en ese momento el 61% de los españoles contemplaba el autoempleo como su primera opción, superando ampliamente a un 33% defensor del trabajo asalariado.

Estos resultados no son los únicos relativos a la escasa aceptación con la que cuenta el autoempleo en España en la actualidad. De hecho, según los datos recabados por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), en los que se subraya que la preferencia por el autoempleo cayó en España casi seis puntos entre 2009 y 2012, coincidiendo con los años de la crisis.

En concreto, este organismo asegura que en 2012 el 34,7% de los españoles se decantaba por el trabajo por cuenta propia. La cifra es 5,7 puntos menos que en 2009, cuando el porcentaje superaba el 40%. No obstante, a juicio de este organismo la diferencia es aun más acusada en países menos afectados por la crisis.

Escasa aceptación generalizada

Tal es el caso de Alemania, donde en 2012 el 29,15% de los encuestados optaba por el empleo autónomo mientras que tres años antes, el porcentaje era 11,7 puntos más, hasta el 40,8 %. Lo mismo sucede en los países nórdicos, como Noruega, donde solo el 23,3% se decanta por ser emprendedor, 18,1 puntos menos que en 2012; o en Finlandia, país en el que el porcentaje llega al 24%, 17,3 puntos menos que hace tres años.

Esta evolución se debe, en opinión de los expertos, a la percepción de incertidumbre económica generalizada que ha generado la crisis. Así, desde su punto de vista la crisis ha puesto de relieve la fragilidad de los puestos de trabajo, afianzándose la idea de que, ante una eventual pérdida de empleo, es preferible trabajar por cuenta ajena porque se disfruta de mayor protección social a través de prestaciones y subsidios.

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