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Los profesionales temen ver acabada su carrera

Enrocarse en el poder, una táctica desesperada

La falta de acuerdo para formar gobierno en Cataluña aboca a la comunidad autónoma a unas nuevas elecciones que serán anunciadas en los próximos días. Y es la figura de una político, Artur Mas, la que está provocando el desentendimiento entre las fuerzas soberanistas para constituir el ejecutivo. Pese a todo, el presidente en funciones se resiste a abandonar su puesto, una práctica muy común entre las profesionales que ocupan posiciones de poder y decisión. “Muchas veces no son conscientes de que su ciclo ha terminado y se aferran al sillón”, comenta Santiago Álvarez de Mon, profesor de dirección de personas en las organizaciones del IESE, que insiste en que este comportamiento no solo se da en el ámbito de la política, también en el corporativo.

No obstante, tal y como explica este docente, suele aparecer entre aquellos profesionales que “ven el poder como un fin y no como una herramienta”. Por eso, son los del primer grupo los que se enrocan en el poder durante el máximo de tiempo posible. Otro ejemplo reciente lo pone sobre el tapete el profesor de liderazgo del IE Business School, Juan Carlos Pastor, con Joseph Blatter, expresidente de la FIFA que fue apartado de su cargo el pasado mes de octubre. Aún así, pese a los casos de corrupción que le rodeaban, se aferró al puesto con uñas y dientes durante varios meses, forzando incluso la celebración de elecciones. Pastor explica cómo esta resistencia a abandonar el poder aparece cuando el final del camino profesional ya se divisa en el horizonte. “Hay que tener en cuenta que nos referimos a personas con misiones y objetivos constantes”. Cuando el cargo se deja porque tras él viene uno con nuevas metas, no hay ningún inconveniente. “El problema surge cuando dejar libre el sillón conlleva a una falta de actividad, como es el caso de Mas, que previsiblemente verá su carrera política acabada, y como fue el caso de Blatter, cuya trayectoria profesional ya ha concluido”, apunta Pastor.

En este punto coincide José Medina, presidente de la empresa de búsqueda de alta dirección Odgers Berndtson en España. “Son muchos los que se enrocan en el poder y se aferran a sus sillones porque no tienen otra forma de ganarse la vida, y mantener el puesto es la única opción que les queda”. Esta práctica se vuelve incluso mayor en los casos en los que un ejecutivo o profesional ha tenido una trayectoria cuestionable y no ha cosechado buenos frutos. Extrapolándolo al caso de Artur Mas, explica Pastor, “nos encontramos ante un político que si hubiese conseguido lo que quería, habría sido reconocido en sus círculos. Todo parece indicar que no va a lograr sus objetivos y por eso se aferra a un clavo ardiendo”, apunta.

Por eso, todos estos detalles también deben tenerse en cuenta en los criterios de selección. Tal y como afirma Medina, es necesario cerciorarse de si una persona tiene una visión dinámica o estática de la vida y el trabajo. “Todos estamos de paso en todos los ámbitos del día a día, por eso, cualquier directivo debe ser consciente de que está cumpliendo un ciclo en un puesto y de que su labor tiene un principio y un fin”.

Medina afirma, además, que cualquier ejecutivo que no acepte esta realidad estará incumpliendo el principal criterio de evaluación de un directivo: “La diferencia entre cómo se encontró la empresa u organización a su llegada, y cómo la deja tras su marcha”. Además, quien se niega a abandonar su cargo y se aferra al pasado, corre el riesgo de acabar con la buena gestión que pudo haber hecho al comienzo, apunta el headhunter.

El peligro de no saber marcharse

Una racha de malos resultados, perder la confianza del equipo o no poder aportar nada más a un proyecto, son razones sobradas para ofrecer el sillón a un sustituto. Sin embargo, son muchos los que se niegan a ceder el testigo, algo que, a posteriori puede resultar mucho más negativo para el historial de un profesional. “No dimitir cuando llega el momento puede ser la antesala de un cese o de salir de la empresa por la puerta de atrás”, explica Santiago Álvarez de Mon, profesor del IESE.

 

Además, el principal problema que surge cuando alguien quiere alargar lo inevitable, es el tipo de medidas y políticas que lleva a cabo. El headhunter José Medina ilustra esta situación con el vuelo en zigzag de un pájaro para evitar ser cazado. “Son estrategias improvisadas que se convierten en un intento desesperado por conservar el poder”.

Y si alguien se aferra y alarga una marcha, aparece, tal y como explica Juan Carlos Pastor, profesor del IE Business School, “un vacío de poder, ya que nadie te da credibilidad”.

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