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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Abengoa, atrapada en su propia espiral

Abengoa comunicó ayer a primera hora de la mañana a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) su intención de instar el preconcurso de acreedores como medida defensiva tras la negativa de Gonvarri a entrar en el capital y la gestión de la compañía energética sevillana. El preconcurso, figura de nueva planta en la resolución de crisis corporativas en España, proporciona a las empresas que lo utilizan Un escudo protector contra la invocación del concurso por parte de los acreedores particulares, además de suspender la ejecución de todos los pagos pendientes durante cuatro meses, y es un cheque en blanco temporal para buscar una salida a la crisis. Proporciona una prórroga, pero no soluciona la tormenta. De hecho, el mercado financiero ha interpretado de inmediato que la salida no será nada fácil, y ha castigado muy duramente tanto a las acciones como a los bonos emitidos por Abengoa. Las caídas en Bolsa llegaron a superar el 70% en la jornada de ayer, con un indisimulado arrastre sobre otros valores, especialmente bancarios, y el descuento aplicado a los bonos en el mercado secundario llegó al 81%.

La energética sevillana, con más de 24.300 trabajadores en sus cuatro divisiones (agua, bioenergía, transmisión eléctrica y solar), acumula un año completo arrastrando los pies, desde que el mercado financiero olfateó en noviembre de 2014 que los datos que ofrecía sobre su endeudamiento y su disponibilidad de liquidez no se acercaban ni de lejos a la realidad. Con una deuda descomunal en la matriz y sus proyectos concretos, con más de 20.000 millones de euros sin contar con la filial americana, de los que más de 9.000 millones son de carácter financiero entre créditos bancarios y emisiones de bonos, y otros 6.000 millones largos deuda a proveedores, y con una diversidad inusual en los instrumentos utilizados, Abengoa protagoniza el mayor preconcurso de acreedores en el país, que bien podría culminar en concurso, ya sea instado por la propia compañía o por la banca. Y tras las crisis forzadas por el sobreendeudamiento inmobiliario en Martinsa o en Bankia, la de Abengoa viene a reactivar los recelos recurrentes sobre la economía española, sobre todo tras los negligentes episodios corporativos de Pescanova o Gowex. Todos los responsables políticos y los reguladores reclamaron ayer diálogo, flexibilidad y celeridad para no extender la sombra de duda sobre una economía a la que ha costado mucho salir de la recesión.

El detonante del preconcurso ha sido la negativa de Gonvarri a entrar en el capital, tras una ampliación anunciada en agosto y de dudosa ejecución y un relevo integral de la cúpula directiva de Abengoa en los últimos meses. La filial de Gestamp ha abandonado el proyecto porque la banca no está dispuesta a llegar a la línea de crédito de 1.500 millones solicitada, sobre todo por la resistencia de las entidades extranjeras, y por la escasa transparencia practicada por los gestores de Abengoa con quien venía a ser su salvador caballero blanco.

Los bancos, especialmente los españoles (Santander, Bankia, Popular, Caixabank y Sabadell), eran los más interesados en la búsqueda de un socio industrial y con equipos de gestión eficiente, puesto que una entrada en suspensión de pagos de la energética andaluza puede costarles nada menos que 7.000 millones de euros. Hoy no están menos interesados que ayer, puesto que el simple hecho de haber llegar al concurso les obliga a provisionar el 100% de los préstamos a Abengoa en el plazo de un año, aunque han ganado tiempo retrasando hasta 2016 tal ejercicio de saneamiento para no dañar las cuentas de 2015.

En los cuatro meses de margen del preconcurso los bancos y los gestores de la energética tienen que encontrar una salida si quieren salvar una buena parte del proyecto Abengoa. Se trata de encontrar otro salvador dispuesto a hacerse cargo de la empresa sin sacrifico financiero. Para ello seguramente deberá mediar que la banca esté dispuesta a aceptar una quita muy significativa de la deuda y los gestores un diezmado del balance de la compañía con la venta de los activos que puedan encontrar buenos postores. El hilo de la deuda se ha estirado tanto que se ha convertido en insostenible para los activos que tiene una empresa a la que cuesta mucho lograr un flujo de liquidez que financie sus proyectos.

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