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El Foco
Tribuna
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Argentina, cambio de rumbo

Pudo el hartazgo ante el miedo. El desafecto y el cansancio. El deseo de cambio, de superar primero y de modo inmediato el kirchnerismo, segundo, y de modo mediato, el peronismo. Un candidato no peronista ni tampoco radical en más de ocho décadas accede a la presidencia. Apenas tres puntos y setecientos mil votos de diferencia con el candidato oficialista, Scioli, atrapado en las redes y el pasado presente de Kirchner. Contra pronóstico hace unos meses, contra los consejos de muchos próximos que le pedían la unión con Massa y que hubiere significado probablemente su derrota final y no la estrategia de dique al voto peronista descontento que no fue a Scioli y sí a Massa –que intentó la vía intermedia entre el oficialismo y la oposición aunque luego se radicalizaría–, Mauricio Macri, el liberal republicano de derechas hecho a su propia medida, accede a la presidencia de Argentina en tiempos complejos, difíciles y con enormes retos en desempleo, corrupción, educación, sanidad, seguridad, narcotráfico, una economía depauperada para un país inmensamente rico.

Macri, empresario y universitario, supo aglutinar en menos de una década los naufragios políticos y partidistas del centro derecha conservador, liberal, empresarial y universitario de Argentina. Señalado como el perfecto sparring por la pareja presidencial Kirchner y en quién focalizaban los anatemas y los populismos, Macri ha acabado por derribar doce años de populismo demagógico, vacuo y estéril. Máxime los últimos años de la presidenta que no supo ni tampoco quiso postular un candidato creíble y fuerte ante estas elecciones, denostada toda sucesión familiar.

Con su partido plataforma PRO y que acudió a estas elecciones bajo la fórmula Cambiemos irrumpe sin duda una nueva presidencia y una nueva por contraposición forma de hacer política y gestionar lo público, esencial y vital en estos momentos para el país austral. Su partido no solo gobernará la nación, también la provincia y la ciudad de Buenos Aires. Amén de Mendoza, La Pampa, Rioja, San Luis y Jujuy con el apoyo de los radicales y que aglutinará a la mitad de los argentinos.

Macri apostó toda su estrategia electoral al convencimiento de que los argentinos querían y anhelaban un cambio. Una percepción, un ánimo in crescendo que apenas hace medio año nadie quizás más que él mismo, creía posible. Scioli es víctima de sí mismo, pero también de Cristina Fernández de Kirchner. La K no se ha eternalizado. Simplemente porque las condiciones y las circunstancias que lo auparon hace doce años ya no existen ni están en la memoria de los argentinos. La crisis de 2001 y la conmoción y trauma tras los gobiernos de De la Rúa, Duhalde y la irrupción de Néstor Kirchner, la coyuntura y el escenario internacional y las alianzas y devaneos bolivarianos, demagogia absoluta, y la concepción de un estado repartidor y redistribuidor al antojo de los que gobiernan dilapidando recursos y disparando la deuda e incumpliendo las obligaciones frente a organismos multilaterales pese a arbitrajes, embargos, o sobreactuaciones bajo la bandera de nacionalizaciones políticos como fueron los yacimientos de Vaca Muerta, ya no eran más que panfletos que solo servían a la representación áulica del kirchnerismo y su Cámpora.

El cambio electoral con la introducción del balotaje por parte del gobierno para estas elecciones acabo favoreciendo aun con un ajustado 3% de los votos a Macri, como la extraordinaria campaña que hizo María Eugenia Vidal clave en esta victoria y en retener la provincia de Buenos Aires.

Macri asume una presidencia con enormes retos y con viejas fracturas entre los argentinos. Fue inteligente cuando apeló en campaña a la unidad y la reconciliación, porque restañar heridas es clave si quiere asegurar una gobernabilidad y una estabilidad ciertas. En lo económico y social se lo juega todo. Absolutamente todo. Lo posible frente a lo imposible, vencer al kirchnerismo y desalojarlo del poder está hecho. Y quizás con lo que viene ahora, era lo fácil, aunque no lo pareciera. Volver a situar en el escenario internacional y económico a Argentina en el lugar que debe estar y no estaba, adoptar decisiones en lo económico en el sentido correcto, con unas arcas vacías y un país exhausto. Con unos índices de pobreza alarmantes. Recuperar y revitalizar sectores en crisis y con fuerte dependencia exterior, reindustrializar lo reindustrializable, pagar y negociar la deuda y situar en Mercosur en el sitial que corresponde a la nación pero también liderando una estrategia de confrontación ideológica y sin complejo frente al hoy cada vez más debilitado bolivarismo latinoamericano serán las tareas urgentes e inminentes de un presidente que deberá trasladar su victoria, su legitimidad a la gestión del día a día. Ha ganado Macri, y entierra con ello dos cadáveres, el kirchnerismo y el peronismo, más ¿qué pasará con los viejos peronistas de siempre?

Abel Veiga Copo es profesor de Derecho Mercantil en Icade.

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