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Columna
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Es hora de poner las cosas en marcha

Ahora todo depende de Alexis Tsipras. El triunfo electoral del político griego de izquierdas implica que no hay fuerzas internas que puedan detener la implementación del acuerdo de rescate del país de 86.000 millones de euros. La gran pregunta es si el primer ministro tiene la voluntad y la competencia para hacerlo. Si no, su victoria pronto podría convertirse en desastre.

Tsipras aseguró una gran victoria en las elecciones del 20 de septiembre. A pesar de romper casi todas las promesas que hizo cuando fue elegido por primera vez en enero, terminó con casi el mismo porcentaje de votos y el mismo número de miembros en el parlamento. El antiguo socio de coalición de Tsipras, el partido de derechas Griegos Independientes, también volvió al parlamento, con un resultado que hará que no necesite traer nuevos socios para formar un nuevo gobierno.

La victoria del líder de Syriza es aún más impresionante, ya que se logró después de seguir una desastrosa estrategia de negociación con los acreedores de Grecia en la zona euro que se tradujo en bancos del país cerrados durante tres semanas y la imposición de controles de capital.

Tsipras también vio cómo con un grupo de diputados de extrema izquierda apoyados por Yanis Varoufakis, exministro de Finanzas, formaban su propio partido en protesta por su aceptación de los términos del rescate. Les fue tan mal en las elecciones que no han entrado en el parlamento.

A cambio de poner en marcha el acuerdo de rescate, los acreedores le concederán un alivio en la deuda

El fracaso del grupo disidente es un cuento con moraleja que fortalecerá la mano de Tsipras en su propio partido. Syriza todavía tiene muchos diputados descontentos con el plan de rescate que piden que Atenas luche contra una serie de intereses creados que han asolado el país durante décadas, recortado los beneficios sociales y aumentado los impuestos. Pero estos parlamentarios serán reacios a rebelarse ya que ahora saben que probablemente presagia el olvido electoral. Además, cuatro de los seis partidos de la oposición –que en conjunto tendrán cerca de 110 diputados– están a favor del rescate.

Si Tsipras pone en marcha el acuerdo, la ventaja es considerable. A cambio, los acreedores le concederán un alivio en su gigantesca deuda, el Banco Central Europeo incluirá la deuda del país en su programa de expansión cuantitativa y los controles de capital se levantarán rápidamente. Su economía podría incluso comenzar a crecer a mediados del próximo año.

Por desgracia, hay muchas cosas que pueden salir mal. Para empezar, Tsipras podría escuchar demasiado a las facciones de extrema izquierda dentro de su partido, aunque no lo necesita. Si es así, podría tener problemas en la aplicación del programa. Un mayor riesgo, sin embargo, es que simplemente no sea lo bastante competente para gobernar. Muchos de los ministros de su primer gabinete no hicieron su mejor papel.

Repetirlo sería desastroso porque Tsipras comprometió al país a realizar una serie de rápidas reformas. Tras varias decepciones, los acreedores insistieron en un programa inmediato donde el grueso de medidas debería estar en marcha en octubre.

Los acreedores revisarán si Tsipras ha cumplido su parte del trato. Si lo ha hecho, negociarán un acuerdo de alivio de la deuda. La zona euro también dará a Atenas otro tramo de dinero del rescate. El Gobierno podrá utilizar parte para pagar las facturas a los proveedores que se han ido acumulando durante meses. La inyección de dinero podría más que compensar la austeridad adicional prevista en el programa. La mayor parte del dinero del rescate, hasta 25.000 millones de euros, se utilizará para recapitalizar los bancos griegos.

Es casi seguro que el plazo de octubre se retrase. Si es solo por un mes o incluso dos, no importará demasiado. Pero si Grecia no recibe un análisis positivo para finales del año, las cosas podrían ponerse serias. Esto se debe a las nuevas normas que entrarán en vigor en la zona euro a partir del próximo año para las recapitalizaciones bancarias. Según la cantidad de capital adicional que necesiten los bancos griegos, podría significar que los depositantes no asegurados puedan ver una parte de sus ahorros convertidos a la fuerza en acciones–.

Eso sería devastador para la economía, golpeando de nuevo la confianza. La posibilidad de que Grecia salga del euro, que ha retrocedido en los últimos dos meses, volvería con fuerza. Tsipras sabe todo esto. Esperemos que su victoria electoral no se le suba a la cabeza. Debe ponerse manos a la obra.

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