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Tribuna
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Los nuevos retos de la industria bancaria

El sector bancario, en un entorno poscrisis y de facilidad monetaria, se está reinventando. Está buscando a pasos agigantados nuevos ejes estratégicos para dar respuesta a los retos y desafíos que se le están presentando por diversos frentes. La gestión del riesgo, los requerimientos de capital y los nuevos planteamientos de subordinación de deudas van a ser precisamente los ejes prioritarios que habrán de tener presentes las entidades en un entorno inédito en el que las correlaciones de las variables tradicionales y sus relaciones de causalidad y de dependencia han cambiado sustancialmente. Además, la adaptación a dichos retos y desafíos va a provocar necesariamente un redimensionamiento de la industria en beneficio de las grandes entidades, las que son demasiado grandes para caer, por lo que los procesos de concentración se van a seguir dando en el futuro de forma mucho más acelerada y transversal. Y en un entorno europeo de supervisión, los procesos de integración y de concentración van a ir mucho más allá de planteamientos puramente domésticos, especialmente cuando un gran número de entidades que trabajan con estrechos márgenes están mostrando profundas dificultades para operar en un entorno caracterizado por tipos de interés próximos al cero y por la propensión general a un mayor riesgo sistémico. Si en otro tiempo la escala era importante, en la actualidad ha pasado a ser fundamental. A la industria se le abre un nuevo espacio para la escalabilidad, un espacio que podrán solo cubrir aquellas entidades globales que están acometiendo lo que se ha venido a denominar como transformación digital. A finales de los años noventa del siglo pasado la nueva economía apuntaba precisamente hacia nuevas formas de escalabilidad, pero el entorno digital al que nos enfrentamos en la actualidad abre nuevas oportunidades de economías de escala, gama/alcance, red y masa crítica que solo las entidades de una determinada dimensión, y a partir de una determinada profundidad en la relación con su cliente podrán asumir. Muchas entidades intermedias, incapaces de soportar la presión regulatoria, apenas llegarán a tiempo para conseguir una buena posición competitiva, teniéndose necesariamente que integrar en otras mayores y más innovadoras. La transformación digital en una industria tradicionalmente analógica, de interacción en espacios comerciales de proximidad, se verá acelerada en los próximos años por la aparición de nuevos operadores (desespecificación) no bancarios (empresas tecnológicas); por el aumento de los procesos de desintermediación y de desbancarización (el crowdfunding); por el comportamiento del nuevo consumidor (los millenials), que prefiere operar con otras interfaces alternativas a las tradicionales; y por la necesidades de manejo y monitorización de ingentes cantidades de información (big data, fast data), tanto en el sentido de incrementar el alcance y la profundidad del negocio, como en el de la seguridad y la lucha contra el fraude.

La tecnología en la industria bancaria ha pasado de ser un soporte a constituirse en el centro del producto. La industria bancaria tendrá que promover un producto esencialmente tecnológico para atender al cliente digital. Se puede decir, por tanto, que las presiones sobre la industria son muy elevadas, especialmente teniendo en cuanta tanto la estructura de costes a la que ha de hacer frente, como la descomposición de los márgenes que ha de soportar su cuenta de resultados. La presión regulatoria para crear colchones de capital seguirá siendo implacable con objeto de reducir la prociclicidad de unas entidades que crecieron y se apalancaron fuertemente en la época del boom inmobiliario y en la que el marco regulatorio era profundamente procíclico: siendo muy generoso y laxo en las fases expansivas del ciclo económico-financiero, y muy restrictivo, como ocurre en la actualidad, en las fases recesivas o de desaceleración económica. Para adaptarse ya no basta con desinvertir, como han estado haciendo muchas entidades que han cerrado numerosas oficinas y han reducido sensiblemente su plantilla. Es necesario invertir en una transformación digital que permita reinventar su negocio a través de otros parámetros, otro orden competititivo y otra forma de interactuar con sus clientes: invertir para reinventarse. En resumidas cuentas, la industria ha de hacer frente a tres procesos que no nos son desconocidos, aunque su intensidad actual sí es inédita: el de desintermediación, el de desbancarización y el de desespecificación.

Francisco Cortés García es profesor de la UNIR.

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