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El Foco
Tribuna
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JASP versus SEPyD

Estamos en el año 2015. La crisis, en todos los ámbitos y términos, lleva cumpliendo ya sus siete primaveras. Su edad no tiene nada que ver con las inocentes meteduras de pata y rabietas de un niño de siete años. La duración de esta crisis ha sido más que suficiente para transfigurar, radical y penosamente, nuestro tejido tanto educativo, como profesional y empresarial, e incluso, ha trastocado nuestros criterios de productividad, talento humano y competitividad.

Por un lado, tenemos a los JASP, es decir, a los jóvenes aunque sobradamente preparados (siglas que aparecieron a finales de los noventa a raíz de un anuncio publicitario). Son jóvenes con carreras universitarias, posgrados, másteres y alto nivel de inglés, que buscan su primer compromiso profesional, para demostrar todo lo que han aprendido en las aulas. Lo buscan todos, lo encuentran muy pocos, y muchos cruzan fronteras europeas con la ilusión de encontrarlo en alguna latitud.

Y por otro lado, tenemos a los SEPyD, así denomino yo a los séniors excesivamente preparados y desempleados. Me refiero a los hombres y mujeres, con elevado nivel de estudios, mayores de 50 años, que en sus más de 30 años de trayectoria profesional han llegado a ocupar varios puestos de responsabilidad, en diferentes empresas, han liderado con éxito proyectos muy complejos y complicados, han gestionado y motivado a múltiples equipos de profesionales, etc. No me olvido de que ellos también han terminado, en su día, su carrera universitaria o diplomatura, y a lo largo de las últimas décadas han estado actualizando sus conocimientos con formación complementaria en posgrados, másteres, etc. Y además, muchos tienen a su cargo hijos en edad de búsqueda de su primer empleo.

¿La crisis beneficia más a los JASP o a los SEPyD? Es una pregunta trampa. No se trata de un dilema, ni de una disyuntiva. La crisis está castigando ásperamente a los dos grupos, aunque no en los mismos términos, ni con el mismo impacto para la competitividad empresarial.

Yo quiero centrarme en el colectivo de los SEPyD, en ese grupo de profesionales mayores de 50 años, desempleados y con alto nivel académico (excesivamente preparados) y robusta trayectoria profesional; gran parte de ellos ya sin prestación ni subsidio de ningún tipo; aquellos que tienen carrera universitaria y un currículo profesional que por muy resumida que fuera su versión, seguramente excede las tres páginas; con decenas de años cotizados en seguridad social a sus espaldas, pero a la vez, encontrándose bastante lejos de la edad de jubilación (a unos 15 años, precisamente los que formarán la base para el cálculo de su pensión definitiva).

Según los datos de SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal), del primer trimestre de 2015, hablamos de casi 1,2 millones de personas desempleadas con edad comprendida entre 50 y 64 años, siendo la mitad de ellas (casi 600.000) con edad entre 50 y 54 años. Se estima que de estos últimos, unas 200.000 personas tienen formación universitaria. La mayoría de estas 200.000 personas habrán liderado empresas, departamentos, gestionando proyectos de gran envergadura, poseen conocimientos y experiencias extraordinarias de cómo evaluar, analizar y controlar un negocio y/o proyectos emblemáticos.

La gran mayoría de estos sénior excesivamente preparados y desempleados están en búsqueda activa de empleo desde hace años, pero pocos son los que han recibido una llamada para ser entrevistados. Es por la edad, me dicen algunos de mis amigos que pertenecen a este colectivo. “Los requisitos de muchas ofertas de empleo coincidían con mi perfil, les mando mi CV pero solo recibo emails de candidatura descartada, candidatura descartada, candidatura descartada. No lo entiendo. Será por la edad, seguro. La experiencia, los conocimientos y las habilidades ya no se valoran como antes… A veces pienso que la excesiva preparación y experiencia es un hándicap para encontrar trabajo. ¡Vaya paradoja! ¡Vaya país!”, dicen ellos.

Más que tristes, estas historias son vergonzosas, son alarmantes, son la evidencia del dicho “pan para hoy, hambre para mañana” que impera hoy en el estilo y criterios de reclutamiento y selección de personal de muchos empleadores. Empleadores que siguen creyendo que los bajos costes laborales (logro de su elevado poder de negociación en el actual contexto de precariedad laboral), son la clave para la salida de la crisis y para la supervivencia de su negocio. Empleadores que no alcanzan a entender que en tiempos de tormentas económicas y gran estancación e incertidumbre de los mercados, los rigurosos análisis y reformulación de su estrategia, de sus políticas, portafolio y procesos, son la apuesta salvadora, y no la irascible ambición de reducir costes laborales.

El colectivo de los SEPyD está en preocupante riesgo de exclusión laboral. Malo para ellos, pero es aún peor, creo yo, para las empresas y empleadores que durante esta amarga crisis han caído en la trampa de salvarse con el mínimo coste laboral, desterrando la búsqueda de talento sénior de una manera incomprensible y claramente perjudicial para sus aspiraciones de supervivencia a medio-largo plazo.

Me atrevo a pensar que muchas de los cientos de miles de empresas que han llegado a tener graves problemas durante estos últimos siete años, o peor aún, han llegado a cerrar, podían haberse salvado si hubieran actualizado su cuerpo de gestores y/o estrategas, o al menos, haber incorporado a tales departamentos profesionales de ese colectivo SEPyD, de los 200.000 que se estima que hay en las filas de los desempleados. Están allí, son muchos, son capaces, se han caído y levantado muchas veces, saben resistir y combatir la incertidumbre y la hostilidad del entorno, albergan una energía envidiable para trabajar y aportar su valor diferencial en la solución de complejos problemas de negocio; son los séniors excesivamente preparados y desempleados.

No es una situación coyuntural, ya no. Es un efecto crónico y netamente nocivo de esta crisis y de las toscas miras de muchos empleadores.

¿Aparecerán empresas que sepan ver que existe un recurso muy valioso, experimentado, probado y mejor aún, completamente accesible, para resolver sus problemas de empresa realmente importantes, aquellos que harán no solamente que se salven hoy, sino ante todo, ser competitivos y avanzar mañana?

Sonia Gógova es Autora del libro ‘Inteligencia Competitiva. ¿Espías, oráculos, estrategas?’, y Fundadora de Inteligencia Competitiva Aplicada/ICAp.

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