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El Foco
Tribuna
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Integración económica en la península Ibérica

No cabe duda de que España y Portugal, siendo vecinos, incluso habiendo sido una sola nación y compartiendo siempre culturas y valores muy próximos, han vivido mucho tiempo separados, incluso en los años previos a la integración de ambas naciones en la Unión Europea, pero a partir de su entrada, han llegado al punto de que hoy en día, son los socios europeos del conjunto de los veintiocho actuales, con mayor integración de sus economías.

Las Cumbres Hispano-Portuguesas, que tienen lugar desde hace más de treinta años (1983), han contribuido eficazmente al fortalecimiento de unas estrechas relaciones. El interés mutuo para la continuidad de las mismas ha hecho posible que, hasta la fecha, se hayan celebrado veintiocho ediciones de estos encuentros bilaterales; la última celebrada el pasado 22 de junio. Muchos acuerdos han sido gradualmente alcanzados en materias tales como las conexiones ferroviarias y por carretera, medio ambiente, energía, etc., extendiéndose también al turismo, entidades locales, comunidades fronterizas, lucha contra la delincuencia, seguridad y defensa, entre otros.

Se trata de dos socios estratégicos que tienen que actuar juntos en sus relaciones con la Unión Europea y en otras relaciones internacionales, con un nuevo impulso a sus alianzas estratégicas, superando definitivamente las cuestiones políticas y económicas que los han separado y que hoy felizmente están superadas. Como el propio Felipe VI subrayó hace un año en la Cumbre de Jefes de Estado, celebrada en 2014 en el Palacio Nacional de Queluz en Lisboa, los nexos entre España y Portugal no son solo de buena vecindad, sino también de países hermanos.

Son varias las causas que dieron lugar al distanciamiento entre los dos países hasta su incorporación a la Unión Europea, una de las cuales; las alianzas y trayectorias diferentes durante casi dos siglos, en la que España, bajo influencia francesa, y Portugal bajo la protección de Gran Bretaña, siguieron caminos, sino enfrentados, si divergentes, aunque entre ambos existieran pactos de no agresión, conocidos como Pacto Ibérico.

Sin duda que en nuestra historia contemporánea el hito más importante en las relaciones entre Portugal y España es su ent rada simultánea al proceso de construcción europea, de lo que ahora se cumplen treinta años.

Desde unos años antes a ese momento histórico, y después de un largo periodo de aislamiento internacional, comienzan a fortalecerse y estrecharse las relaciones económicas bilaterales que han permitido que, en estos momentos, España sea el primer cliente y proveedor de bienes de Portugal y en los últimos años ha sido también el primer inversor externo y uno de los principales receptores de la inversión portuguesa en el exterior. En cuanto al turismo que fortalece lazos entre ambos, España es uno de los principales emisores de turistas hacia Portugal, al tiempo que sigue representando uno de los destinos favoritos de los portugueses.

Estas relaciones económicas habían crecido con gran fuerza hasta 2008, año en el que por la crisis financiera internacional se paralizaron varios proyectos, y si comparamos las relaciones bilaterales, con los años anteriores, vemos la dimensión de la crisis en los dos países ibéricos, aunque los datos oficiales de Portugal siguen señalando a España como su principal socio comercial, con mucha ventaja sobre el resto de países a nivel mundial.

Según una encuesta de la Cámara de Comercio Española en Lisboa (CCILE), existen unas mil cuatrocientas empresas españolas de todos los sectores con inversiones estables en Portugal, de las cuales 807 tienen capital mayoritario español y emplean a 82.000 trabajadores, produciendo el 9 por 100 del PIB portugués. A ello hay que añadir, según la oficina Comercial de España en Lisboa, que no es posible llevar un control exhaustivo de las operaciones practicadas, debido a que el registro de dichas operaciones a efectos estadísticos solamente se aplica a partir de un determinado volumen de inversión. Por tanto, muchas operaciones llevadas a cabo por pymes no se registran.

Uno de los grandes temas tratados en las Cumbres hispano-lusas ha sido el de la integración energética tanto en lo que se refiere a la electricidad como al gas –proyectos Mibel (Mercado Ibérico de la Electricidad) y Mibgas (Mercado Ibérico del Gas)–. En ambas formas de energía se trata de superar la situación histórica de que la península Ibérica es una isla energética dentro de Europa, con insuficientes conexiones con el resto de la Unión Europea. A lo que se agrega el hecho de que los dos mercados nacionales se caracterizan por su carácter oligopolístico (mercado con pocos vendedores).

En el marco de la Unión Europea es repetida la idea de que la energía debe circular libremente por toda Europa, lo que proporcionará beneficios al conjunto de la Unión y, en particular, a los consumidores europeos. Se reconoce la falta de conexiones transfronterizas entre los países de la península Ibérica entre si y, entre ellos con el resto del mercado de energía de la Unión Europea, lo que constituye una prioridad para la misma.

La reciente constitución de un grupo de alto nivel para impulsar las conexiones energéticas entre España, Portugal y Francia pretende acabar con el aislamiento de la península Ibérica y eliminar los cuellos de botella internos que impiden el libre flujo de gas desde la península Ibérica hacia el sistema gasístico de Francia. Actualmente el nivel de interconexiones eléctricas entre España y Portugal es del 4% y se pretende llegar a un objetivo del 10% de interconexiones antes de 2020.

Impulsar las interconexiones energéticas entre nuestros países y acabar con el aislamiento de la península Ibérica supone también seguir avanzando en el desarrollo de un sistema energético más sostenible dentro de la Unión Europea, desarrollando el mercado de las energías renovables e incrementando la seguridad de abastecimiento.

Valentí Pich Rosell y José-María Casado Raigón. Consejo General de Economistas de España.

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