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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El más eficiente reparto de las cotizaciones

El debate que pretende abrir el Gobierno sobre la financiación de la Seguridad Social debería resolver los déficits crónicos en los que ha entrado el sistema para unas cuantas décadas. La presión demográfica y sus efectos sobre el modelo de pensiones es conocido desde hace años, y las sucesivas reformas realizadas desde los ochenta simplemente han parcheado el mecanismo para que se sostentase unos pocos años, si acompañaba la suerte de un ciclo largo de crecimiento de la economía. Pero ahora se tiene la certeza, o al menos la tienen quienes gestionan el sistema y quienes lo conocen al detalle, de que ni siquiera un largo ciclo de bonanza resolvería el asunto; a lo sumo llevaría las cuentas al equilibrio inestable, que sucumbiría con un simple parón en el crecimiento. Hay que buscar, por tanto, soluciones de recorrido más largo, añadiendo fuentes de financiación que ahora no están incorporadas en el aparataje fiscal.

La propuesta lanzada por Hacienda de que se destine una parte del Impuesto sobre el Valor Añadido a financiar la parte no contributiva del sistema tiene sentido, dado que es el impuesto más neutro que existe para el empleo. El Gobierno ya ha advertido que no tiene intención de subir las cotizaciones de los empresarios, por considerarlas un impuesto al empleo. Por ello, si el IVA financia la parte asistencial del sistema (ahora lo hace en parte), liberará recursos para pagar con holgura las pensiones contributivas de hoy y del futuro, y puntualmente puede permitir una reducción de la carga sobre la empresa, que ahora soporta nada menos que un 82% de la presión fiscal por cotizaciones.

En el España la mayoría de la financiación la soportan las empresas y sus empleados, así como los autónomos. Pero lo hacen de una manera muy desequilibrada, y a la vez muy ineficiente. La empresa aporta 23 puntos sobre las bases de cotización (más o menos el sueldo abonado) sobre un total de 28, y el trabajador únicamente 4,9, pues el resto de su aportación se destina a accidentes y desempleo. Es el español el sistema con mayor desequilibrio, con mayor diferencia antre ambas aportaciones.

España es el país en el que más pagan los empresarios, solo supeados por Italia y Francia; pero aún en estos dos países los trabajadores aportan aproximadamente el doble que en España. De hecho, la media de aportación de la cotización del empleado es del 8,3%, con países en los que llegan al 17,1% (Alemania), o al 14% (Holanda). España tiene que equilibrar el esfuerzo fiscal por cotizaciones, aliviando el peso para los empleadores, y elevando la carga de los empleados para que sea más eficiente. Sólo con más aportación laboral se liberará de presión a la creación de empleo, que es el factor productivo en el que descansa la inmensa mayoría del sistema de protección, pero de manera muy intensa, el retiro de vejez.

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