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Tribuna
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Tamaño empresarial y exportación

Por primera vez, España está saliendo de una crisis económica gracias a un nuevo modelo productivo que combina un crecimiento cercano al 4% en tasa interanual con un superávit exterior, lo que es indicativo de que la fuerza motriz de la recuperación está constituida por la exportación y no, como siempre había sucedido hasta ahora, por el tirón y efecto inductor sobre el consumo interno de la edificación. Conviene recordar, además, que estamos superando esta coyuntura con un tejido empresarial que, como es bien sabido, está constituido por un 99% de pymes, empresas que no superan en su mayoría los diez empleados. Todo ello debería llevarnos a reflexionar sobre la importancia que tiene el tamaño empresarial como factor de crecimiento e, incluso, a hacer cábalas acerca del efecto que un tejido empresarial más robusto tendría sobre nuestra economía.

Si observamos con detenimiento la estadística oficial del sector exportador español, comprobaremos que del año 2013 a esta parte el número de empresas exportadoras regulares (aquellas que han vendido productos al exterior durante los últimos cuatro años consecutivos) se ha incrementado un 11,49%, alcanzando la cifra de 45.842 empresas. Todas ellas han generado casi el 93% de la cifra global de ventas. Ahora bien, si afinamos un poco más este escrutinio, llegaremos a la conclusión de que han sido principalmente las grandes y medianas empresas las que han soportado prácticamente en exclusividad el incremento de la actividad exportadora. De hecho, algo más de 500 empresas han sido responsables del 60% de todo el comercio exterior de España.

En el segmento de las pequeñas pymes exportadoras, caracterizado por registrar unos volúmenes de ventas al exterior inferiores a los 5.000 euros, nos encontramos también con que ha visto incrementarse su base exportadora en 2.500 empresas más (de 2013 a 2014 han pasado de 6.500 a 9.000).

Y aunque es verdad que en conjunto sólo lograron vender 12 millones de euros, apenas una anécdota si se compara con esos 240.000 millones de ventas al exterior que realizó la economía española el año pasado, lo que resulta relevante subrayar es que, por fin, están perdiendo el miedo a exportar y que la conquista de un mayor tamaño será clave para su afianzamiento futuro en el comercio exterior.

Nos encontramos, por tanto, ante dos importantes retos para impulsar el desarrollo de nuestro modelo productivo. O quizás deberíamos decir tres, si añadimos la necesidad de ampliar el peso del sector industrial en España, cuya aportación al PIB es del 16%, siete puntos menos que en Alemania. El primero de esos retos consistiría en seguir aumentando la base de empresas exportadoras en nuestro país, como de hecho ha venido ocurriendo en estos últimos años. Y el segundo, fomentar la adquisición de tamaño de las empresas, con el fin de facilitar su desarrollo y añadir potencialidad a nuestra economía.

No en vano, si en España el 94,4% de las empresas no llega a los 10 empleados, en Alemania esta proporción se reduce al 81,8% y en Reino Unido al 88,9%. El dato es relevante, pues los estudios indican que la propensión a exportar e innovar es directamente proporcional al tamaño.

Un mayor tamaño medio empresarial mejora aspectos como la financiación, haciendo posible una apertura a fuentes alternativas a la banca; propicia que puedan asignarse partidas suficientes a la innovación relacionada con procesos y productos, y posibilita que se pueda abordar con garantías de éxito el reto de la exportación, que es la vía más directa para vender más y diversificar el riesgo inherente a determinados mercados. De hecho, una pyme que se plantee salir al exterior con sus productos, no sólo tiene que estar persuadida de su calidad contrastada y su aportación de valor al mercado, sino que debe contar con una posición financiera suficiente para aguantar las nuevas necesidades de tesorería con que afrontar el incremento de los pedidos y el alargamiento de los periodos de cobro, aparte de situaciones sobrevenidas, como el impacto en la cuenta de resultados que pueden derivarse de los riesgos de cobro o de una ineficiente gestión del tipo de cambio.

Afortunadamente, el mercado ha suplido con una extensa oferta de servicios y recursos externos las necesidades que tienen las empresas para vender fuera y crecer, ya se trate de aspectos legislativos, comerciales o financieros, como la gestión segura de transacciones exteriores.

Pero la adquisición de un mayor tamaño sigue siendo primordial, y ese empeño requiere de algo más que la voluntad de las propias empresas por crecer (al fin y al cabo, esta orden la llevan ya grabada en su código genético).

Probablemente, el marco normativo tenga mucho que decir, sobre todo para que ganar tamaño no sea sinónimo de más control o burocracia y mayores costes de gestión. En este reto, como vemos, nos jugamos varios puntos de crecimiento futuro y la oportunidad de generar mayor empleo y más estable.

Duarte Líbano Monteiro es Director general de Ebury.

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