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El Foco
Tribuna
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Innovar en la financiación

El negocio de la banca consiste básicamente en tomar dinero y prestarlo con un margen financiero del que extrae sus beneficios. La cuestión no es si volverá a fluir, ya hay datos que apuntan en esa dirección, sino si será suficiente para las necesidades de la economía española. En el actual panorama de contracción del sistema financiero, solo contando con los agentes clásicos, no será posible atender la demanda. El verdadero reto es el de la innovación del sistema de financiación de las empresas, no solo de los bancos.

¿Innovación en un sistema tan conservador como el financiero? Parece una contradicción. Un veterano profesional del sector, jubilado hace muchos años, me contaba que el negocio bancario se basaba en la desconfianza, hacia los clientes (riesgo), hacia la competencia (acuerdos comerciales, recuérdese las comidas de los siete grandes) y hacia sus propios trabajadores (las auditorías que vigilan la utilización de la operativa bancaria por parte de sus profesionales). Sin embargo, el mundo se mueve. El sistema financiero se ha reinventado varias veces y todas coincidiendo con crisis bancarias, la de los ochenta, fusiones, la de los noventa, internacionalización, y en la actual podría ser la desintermediación financiera, o a eso apuntan las medidas que están empezando a articularse.

Según el Financial Stability Board (FSB), el shadow banking o desintermediación financiera representa el 24% de los activos financieros y el 117% del PIB de las economías avanzadas. En España este sistema está muy rezagado, representando el 20% del total de la financiación, siendo la media europea del 35%, según Miguel Crespo, director general de grandes empresas de Banca March.

Aunque los grandes banqueros prefieren no hablar de ello, la tendencia es esta. Por varias razones, la imposibilidad de cubrir su inversión con depósitos de clientes, más aún con la contracción bancaria, la revitalización de la confianza en la economía española atraerá inversiones e inversores, y además en palabras de Luis M. Linde, “una situación sólida de solvencia es una condición necesaria pero no suficiente para que vuelva el crédito a la economía”. Los datos le dan la razón, el saldo crediticio a empresas y hogares se ha desplomado en los últimos seis años y uno de cada dos euros de crédito concedido va a la gran empresa.

El negocio de la banca consiste básicamente en tomar dinero y prestarlo para extraer sus beneficios

Los bancos aspiran a situarse en este nuevo mercado aportando a los inversores su expertise en el análisis de riesgo y conocimiento del mercado. Esto explica el interés gubernamental por regular este nuevo mercado que debe crecer en volúmenes si quiere ser una alternativa real a la financiación bancaria. Las medidas que el Gobierno propone no son en sí mismas innovadoras, pero sí serían una verdadera transformación del sistema financiero español basado en una fuerte intermediación bancaria: más del 90% del total del pasivo de las empresas está en manos de los bancos, en Francia no llega al 40% y en Italia, al 70%. En EE UU la financiación alternativa es más del 70%.

Hay recorrido para el shadow banking fomentando mercados suficientemente contrastados en Europa, como el Mercado Alternativo de Renta Fija (MARF). La necesidad de capitalizar nuestras empresas y, por tanto, facilitar su aumento de tamaño depende de los fondos de financiación directa, que además, y respecto al MARF, ofrecen más flexibilidad al poder financiar capital circulante, verdadero talón de Aquiles de la pyme española, aunque a un mayor precio (tipo de interés). Aunque de menor transcendencia previsible, por el tamaño de nuestras empresas estaría la promoción del Mercado Alternativo Bursátil (MAB), una suerte de Bolsa para pymes que ya ha canalizado ampliaciones de capital por 40 millones de euros y hemos tenido la oportunidad de tener los primeros escándalos financieros (caso Gowex) que han obligado a nuevas iniciativas normativas: mayor control de la CNMV, rigor en las auditorías y límite de capitalización en 500 millones de euros. Porque como dice Leonardo Benatov, presidente de Euroconsult, “el buen nombre del MAB se ha dañado sin motivo”. Cómo no hablar de iniciativas como los fondos de capital riesgo. El ICO (ECR-Pyme) intenta promover estos instrumentos con una línea de financiación de 1.200 millones para promover fondos de capital de riesgo que inviertan preferentemente en pymes (al menos el 70% de su patrimonio).

La compra o compensación de deudas es otra alternativa. Por una parte, creando un fondo de facturas que no es sino un factoring que permitiera a la pyme obtener financiación sobre su deuda mediante su compra por un inversor con un descuento sobre el principal de la misma. Y por otra, el llamado proyecto Midas, mediante el cual la banca capitalizaría empresas solventes convirtiendo deuda de la empresa en participación en su capital.

La iniciativa privada aporta nuevas ideas. ¿Por qué no permitir que las empresas compensen la deuda por ellas reconocida? Tiene una virtualidad, reduce el volumen de la deuda a la neta, es decir, la que no admite más compensación que su pago efectivo, y reduciría, por tanto, su refinanciación, recompra o compensación. Existen ya plataformas tecnológicas que cubren esta necesidad, ¿no merecería una regulación que garantice los derechos de los usuarios como en su día se hizo con las cámaras de compensación bancaria?

Hay recorrido para el ‘shadow banking’ fomentando mercados contrastados en Europa, como el MARF

Sin lugar a dudas, la tecnología es un factor de desintermediación. Aparecen nuevos actores, como son los gigantes tecnológicos, con ingentes recursos para invertir. Pero también startups. Completa este cuadro de medidas innovadoras o novedosas el crowdfunding. Se ha podido seguir el debate abierto por la propuesta regulatoria del Gobierno. Aunque parece que el Ejecutivo está escuchando a los actores de este novedoso sistema de mecenazgo-inversión, yo me permitiría una reflexión. Comprendiendo la preocupación por garantizar los derechos y garantías para los diferentes actores, pretender reglamentar minuciosamente una herramienta tan colaborativa como el crowdfunding podría hacerla muy segura, pero ineficiente. Sin riesgo no hay innovación, y por tanto tampoco éxito.

Otras medidas son innovadoras en el sistema financiero, aunque no en otros sectores. Me refiero a la garantía mobiliaria. La hipoteca mobiliaria es una práctica habitual en la financiación de grandes buques. Aunque no siempre es fácil resolver los criterios de valoración. Este tipo de garantía permitiría la segunda oportunidad al no estar afectado al negocio el patrimonio personal del emprendedor.

Sobre la resolución de este problema, el Colegio de Registradores propone una ley que armonice los criterios existentes y añade uno nuevo, los bienes intangibles. La valoración del intangible no es una cuestión menor. Es afrontar el riesgo con otra mirada, colaborando con la innovación, con el emprendimiento, con el crecimiento. Es verdad que no todos los proyectos que se presentan son acreedores de la confianza de los inversores atendiendo a los balances y a las cuentas de pérdidas y ganancias. ¿Es posible atender a otros criterios de valoración sin perder rigor en el análisis de riesgo? Este es justamente el objeto del modelo desarrollado por la Unión Europea para un conjunto de pymes españolas y que Paloma Sánchez y Celia Sánchez-Ramos, compañeras del foro, explicaban en el artículo Gestión de los intangibles en las empresas e innovación (El Nuevo Lunes). Permite detectar qué intangibles tienen más relevancia en los resultados de las empresas y determina si se realiza una gestión eficiente de los mismos. ¿Por qué no incluirlos en esta ley de garantías mobiliarias en estudio? ¿Por qué no promover informes homologados para comunicación y análisis de esta información?

Estas medidas no son necesariamente alternativas al sistema bancario, solo abren el sistema financiero a nuevos actores, algunos de ellos partners o posibles partners de los bancos, buscan nuevos criterios de valoración del riesgo, con el claro objetivo de fomentar la innovación, el emprendimiento y el relanzamiento de la inversión productiva. En definitiva, haciendo el sistema financiero más eficaz socialmente y justificando así las ingentes ayudas recibidas para su reestructuración.

 Eduardo Alcain es Presidente de la Fundación EUCIP España.

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