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Columna
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Merkel, manchada por el carbón

El estatus de Alemania como pionero mundial para la protección del clima se ha llevado un golpe. Un costoso compromiso adquirido el 1 de julio para proteger a la mayor parte de su industria de lignito puede haber sido bien recibida por los accionistas de RWE, cuyas acciones subieron un 5%. Pero empaña los credenciales ecologistas de la canciller Angela Merkel.

Alemania pelea para cumplir con sus ambiciosos objetivos de emisión para 2020, principalmente debido a su uso intensivo del carbón marrón rico en carbono. Genera una cuarta parte de la electricidad del país, pero representa la mitad de las emisiones del sector energético. Existen alternativas más limpias disponibles, pero están desplazadas por los bajos costes de explotación de lignito.

Incluso un país rico con votantes ecologistas y un gobierno dispuesto puede ser rehén de los intereses creados

Un impuesto propuesto por el Ministerio de Economía fue diseñado para cambiar eso. El objetivo era reducir las emisiones anuales de carbono del sector de la energía en 22 millones de toneladas adicionales para 2020. Sin embargo, los propietarios de plantas y minas, los sindicatos y los políticos de todos los signos alertaron de la pérdida de empleos y el aumento de los precios energéticos.

Merkel finalmente cedió. En lugar de la tasa, el 13% de la capacidad de lignito ahora se almacenará –concediendo cerca de la mitad de las reducciones de emisiones necesarias–. Las empresas serán compensadas por los costes anuales de la suspensión de actividad. RWE y Vattenfall obtienen un indulto. Pero los difíciles objetivos de emisiones post-2020 de Alemania implican que muchas más plantas de lignito tienen que salir de la red más bien pronto. En general, los necesarios pero dolorosos cortes en el sector se han retrasado.

En junio, Angela Merkel, convenció a los líderes del G-7 de una promesa histórica para eliminar gradualmente los combustibles fósiles a lo largo de este siglo. Sus males con el carbón ponen de manifiesto las vastas dificultades políticas a la hora de cumplir de verdad este compromiso. Incluso un país rico con votantes de mente ecologista y un gobierno dispuesto puede ser rehén de los intereses creados. Esto no augura nada bueno para las posibilidades de un progreso significativo en la conferencia climática de París de diciembre.

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