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No se registraba un caso de difteria en España desde 1987

Dejar de lado las vacunas sale muy caro

EE UU estima un ahorro de 13.500 millones solo por haber vacunado a los nacidos en 2009 Si el 95% de la población está vacunada, el resto también está protegido

Thinkstock
Manuel G. Pascual

Hace poco más de dos semanas ingresó en estado grave un niño de seis años vecino de Olot (Gerona) en el Hospital de la Vall d’Hebron de Barcelona tras haber sido diagnosticado de difteria. Pocos días después se detectó esa peligrosa bacteria en ocho compañeros del pequeño y en el padre de uno de ellos. Por el momento no se han registrado más contagios, si bien se le han realizado pruebas a una treintena de personas cercanas al foco de infección para evitar riesgos.

El infante por el que se supo de este brote de difteria, enfermedad de la que no se registraban casos desde 1987, no estaba vacunado. Una decisión que toman deliberadamente muchos padres, para gran consternación de las autoridades sanitarias.

El caso de la difteria hace saltar todas las alarmas

El caso de la difteria ejemplifica cómo una enfermedad virtualmente erradicada en España puede reaparecer si se relaja la cuota de vacunaciones. Los padres del pequeño ingresado decidieron no inmunizarle. Están en su derecho: la vacunación no es obligatoria en España, si bien el Ministerio de Sanidad tiene un calendario de vacunas recomendables cuyo precio financia.

La Asociación Española de Pediatría desaconseja saltarse las indicaciones de este calendario. “La desinformación puede llegar a ser más peligrosa que las propias infecciones”, apuntan desde dicha agrupación. Francisco Álvarez, secretario del comité asesor de vacunas de este organismo, es tajante: “La gente que deja de vacunar a sus hijos no conoce todos los efectos negativos de su decisión”.

La Asociación Española de Vacunología va más allá: “Los padres toman decisiones informadas, rara vez dejan de vacunar por dejadez, pero los mensajes antivacunas que les llegan están disfrazados de pseudociencia”, espetaron en un comunicado cuando se conoció el brote de difteria.

Quienes no se vacunan, asegura Álvarez, se benefician de quienes sí lo han hecho. Se considera que cuando el 95% de la población ha sido inmunizada contra una enfermedad infecciosa, el resto de individuos están a salvo. El problema viene cuando ese porcentaje desciende o cuando se juntan muchas personas desprotegidas.

Resulta complicado conocer el coste exacto para el sistema de no vacunar. Algunos países sí tienen estimaciones de qué ahorros han acarreado sus campañas de vacunación. Un estudio citado en un informe de la compañía Sanofi Pasteur MSD calcula, por ejemplo, que en 2003 las vacunas fueron responsables en Estados Unidos de unos ahorros sociales directos de 10.000 millones de dólares.

Los datos más recientes en la materia los aporta un informe de Deloitte publicado hace dos meses. En este trabajo, centrado en las vacunas, se cita un análisis llevado a cabo en EE UU que concluye que “la vacunación rutinaria entre los niños nacidos en 2009 impediría unas 42.000 muertes tempranas y 20 millones de casos” de difteria, tétanos, tos ferina, sarampión, rubeola o varicela, entre otras. Eso supondría un ahorro para el sistema de “13.500 millones de dólares directos y 68.800 millones en costes sociales totales”.

Un estudio anterior (2001) incluido en la obra de Deloitte, centrado también en el país norteamericano, fija en 9.900 millones de dólares el ahorro directo derivado de vacunar, al que hay que añadir otros 43.800 millones indirectos que se dejan de gastar. Conclusión: el ahorro es de 5,3 dólares por cada uno que se invierte. Eso sin contar los costes sociales (horas de trabajo perdidas, etcétera): en ese caso se ahorran 16,5 dólares por cada uno que se dedique a vacunas.

De la gripe a la hepatitis

Reino Unido, por su parte, analizó el caso concreto de los antigripales para concluir que por cada euro invertido se ahorraba 1,35 en otros gastos médicos (esencialmente atención primaria). Asimismo, en el 25% de los casos en los que el afectado es un niño, los padres dejan de trabajar durante un promedio de tres días.

En un estudio reciente llevado a cabo en Italia se ha evaluado la repercusión de la vacunación contra la hepatitis B. Se ha determinado que el ahorro de los costes clínicos es elevado, con una recuperación de la inversión prácticamente igual al 100% después de los 20 primeros años del programa, que llega al 278% a más largo plazo.

En España no abundan los estudios de este tipo. Con el último dato oficial disponible (2012), el sistema público de salud gastó 227 millones de euros en vacunas. Fuera de esa cantidad quedan los preparados biológicos que no financia la Seguridad Social (por ejemplo, las vacunas recomendadas para visitar países tropicales).

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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