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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un problema que crece con la economía

El absentismo laboral ha vuelto a crecer en España tras unos años de dura crisis económica en los que su incidencia disminuyó de forma notable. El último informe sobre esta cuestión, elaborado por Adecco, cifra en un 4,4% la tasa de ausencias al trabajo en 2014, frente a un 4,1% del año anterior. Más evidente aún es el contraste con el desplome que se produjo durante los ejercicios de 2012 y 2013, años en los que el Gobierno endureció la legislación laboral tanto en la flexibilización del despido como en la regulación de las bajas laborales y de su remuneración.

El coste que el absentismo tiene cada año para las empresas españolas supera los 4.500 millones de euros, a los que hay que sumar otros 4.700 millones de costes directos para la Seguridad Social. A las ausencias laborales hay que sumar otra conducta, el presentismo –que consiste en permanecer en el trabajo pero dedicar el tiempo a asuntos no relacionados con la actividad laboral– cuya incidencia en el tejido empresarial llega hasta el 45% de las compañías. A la vista de los datos, los expertos hablan de un verdadero efecto crisis en cuanto a este problema. De la misma forma que la incertidumbre laboral que vivió la población española en el duro invierno económico redujo las faltas de asistencia al trabajo, la recuperación de la actividad y el repunte del empleo han impulsado de nuevo su crecimiento.

El elevado índice de absentismo laboral que arrastra históricamente España es una de esas cuestiones sobre las que existe acuerdo, pero cuya erradicación constituye un reto difícil de gestionar. Los datos de Adecco apuntan a que el factor determinante en este escenario son las horas de trabajo perdidas por incapacidad temporal, un problema que ha tratado de atajarse con la reforma de las bajas laborales. El hecho de que en los años de la crisis el absentismo se haya reducido en nuestro país revela que estamos ante una lacra cuya magnitud tiene más que ver con la falta de profesionalidad y de disciplina personal que con cuestiones relacionadas con la salud. Precisamente por ello es especialmente en las ausencias abusivas y no justificadas donde hay que poner el foco para luchar contra este fenómeno, cuya magnitud constituye un lastre para el tejido empresarial, pero también para las arcas públicas.

El durísimo esfuerzo que ha realizado España para dejar atrás los peores momentos de la crisis económica ha permitido aumentar de forma notoria la productividad y la competitividad de las empresas. Esa difícil experiencia debería servir para implantar en nuestro país de forma permanente y estructural una cultura de seriedad y honestidad en el trabajo que no se base en el temor a perder el empleo, sino en la sana conciencia de que tanto las empresas como los trabajadores tienen derechos y deberes recíprocos que es necesario asumir y respetar.

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