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Columna
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Un gran regalo para Harvard

Con un poco de suerte, el espíritu competitivo de los ultra ricos se filtrará al mundo filantrópico. El obsequio de 400 millones de dólares (unos 360 millones de euros) del magnate de John Paulson a la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Universidad de Harvard supera una donación de 350 millones a su escuela de salud pública hecha hace menos de un año por parte de la familia Chan, de Hong Kong. Cuanta más motivación haya para dar millones, mejor.

Stephen Schwarzman, por su parte, acaba de hacer pública una contribución de 150 millones a la Universidad de Yale. El cofundador de Blackstone también hizo una gran donación a la Biblioteca Pública de Nueva York en 2008 e impulsó un programa de becas para estudiantes internacionales para estudiar en China.

El espectáculo de los plutócratas para estampar sus nombres en más y más edificios puede ser un desvío. Es sin duda menos creativo que dar su tiempo, sus intelectos y redes, así como su dinero, en problemas globales o sociales mayores (aunque se pueden hacer las dos cosas). Lo que la Fundación de Bill y Melinda Gates, hace por la pobreza, la medicina y la educación es un buen ejemplo.

Aun así, Harvard, Yale y otras instituciones ricas estadounidenses están lejos de estar necesitadas. Es por eso que los innumerables donantes de menor escala para innumerables causas son insustituibles. Los multimillonarios también pueden ayudar. Gates y Warren Buffett, por ejemplo, ahora han inscrito a 137 personas y familias –sin incluir aún a Paulson o Schwarzman– a su Giving Pledge, un compromiso para dar la mayor parte de su lucro.

El enorme donativo de Paulson a Harvard puede ser mayor aún por el tamaño de sus recursos, la necesidad específica y el aumento de los costes en general en la universidad. Pero si también despierta la rivalidad entre los multimillonarios, será bienvenido en el contexto de los donativos.

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