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Una extrapolación a unos comicios generales deja un Parlamento muy fragmentado

Nada está escrito sobre el Gobierno de España en 2016

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, junto a la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, a su llegada a la rueda de prensa ofrecida tras la reunión del Comité Ejecutivo Nacional del PP celebrada esta tarde en Madrid, para analizar los resultados de las elecciones autonómicas y locales.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, junto a la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, a su llegada a la rueda de prensa ofrecida tras la reunión del Comité Ejecutivo Nacional del PP celebrada esta tarde en Madrid, para analizar los resultados de las elecciones autonómicas y locales. EFE

El meneo que los electores le han dado al mapa político territorial el pasado domingo tendrá consecuencias directas en la gobernabilidad de las comunidades y los ayuntamientos, pero la tendrá también sobre la gobernanza del país a partir de las elecciones generales de fin de año. Una simple extrapolación a unos comicios generales de los resultados de las elecciones locales, las únicas que se celebraban en todo el territorio el día 24, deja una composición parlamentaria de aritméticas muy complicadas para componer mayorías consistentes. Ni en torno a la derecha, ni en torno a la izquierda. Esa simple circunstancia pone en cuestión el mantenimiento de las políticas económicas de rigor presupuestario y reformas liberalizadoras que han recompuesto la economía en España y han recuperado crecimientos elevados de la actividad y del empleo.

Los cálculos realizados por este periódico aplicándole la ley D’Hondt a los resultados de las municipales confirma, como las propias elecciones locales, que el Partido Popular es el partido más votado, con una diferencia importante sobre el Partido Socialista. El partido de Rajoy ha obtenido 6,032 millones de votos (un 27,03%) y el de Pedro Sánchez, 5,587 millones de sufragios (el 25,03%), y su distribución por circunscripciones electorales (provincias) arroja una hipotética adjudicación de 135 escaños para el Partido Popular y 116 para el PSOE. Podemos, con una presencia selectiva en ciudades grandes, obtendría solo 16 escaños, y Ciudadanos, 10 (ver gráfico). [Una simulación similar en la que en Andalucía se sustituyesen locales por las recientes autonómicas daría 120 escaños al PP y 119 al PSOE, y con una presencia de Podemos con 37 escaños y de Ciudadanos con 18].

La capacidad que le otorgaría a Rajoy para intentar buscar un Gobierno de mayoría si en diciembre se replicasen estos resultados le serviría de poco. Solo alcanzaría 145 escaños con la suma natural de los asientos de Ciudadanos; casi los mismos (143) que sumaría PSOE con Podemos e Izquierdas Unida (resistiría con 11). La gobernabilidad, por tanto, en el aire; nada está escrito sobre cómo será el Gobierno de 2016 y qué políticas aplicará, si estas de ahora o las animosas con el gasto público que tanto gustan a la izquierda.

Forzando las cuentas hasta el infinito, y sumando a los escaños del PP y Ciudadanos (que ha quedado tocado porque pensaba ser llave de todos y no parece que pueda abrir muchas puertas) los que aporten todos los partidos nacionalistas conservadores (CiU, PNV, Coalición Canaria, Partido Aragonés Regionalista, UPN y Partido Andalucista), Rajoy podría construir una mayoría absoluta (177 escaños), pero con indecibles costes y cesiones por los territorios. Eso sí: cuesta ver a Ciudadanos, que nace como formación antisoberanista en Cataluña, aliada con Convergència.

Dando por hecho que ni PP ni PSOE sumarían a su alrededor a los seis representantes que Bildu tendría en el Parlamento nacional, el PSOE podría construir un ejercicio similar desde su posición hasta la extrema izquierda, incluidos los nacionalistas del mismo sesgo ideológico, aunque no superarían los 164 asientos. Alambicado e improbable el primer ensayo, simplemente imposible el segundo.

Pero, más allá de lo que supone replicar matemáticamente los comicios locales en las generales, falta conocer qué influencia tendrán en el voto de fin de año. Qué aceleración de tendencias se producirá tras este vuelco en la gobernabilidad de muchos territorios tras los pactos de los partidos de izquierdas y tras haberse sesgado el voto claramente hacia la izquierda consecuencia de una larga crisis y las duras políticas para combatirla.

Como el divo Giulio Andreotti decía, no hay nada que desgaste más que la oposición, y la toma de control de unas cuantas comunidades y ayuntamientos por parte de la izquierda puede consolidar un cambio de tendencia en el voto que se sedimente en las elecciones generales. Además, puede haber cambios importantes en la política económica en tales regiones o municipios, puesto que el giro en la ideología de sus gestores es muy radical.

Tal giro puede suponer que en Extremadura y Castilla-La Mancha, de la mano del PSOE, y con pactos de izquierda poselectorales en Valencia, Aragón, Cantabria y Baleares, cambien de manos presupuestos de gasto por valor de unos 33.400 millones de euros. Además de complicar la vida a quienes están encargados de cuadrar las cuentas autonómicas por imperativo de Bruselas y del Ministerio de Hacienda, puede abrirse una oleada de gasto público que ponga en cuestión el rigor presupuestario que ha devuelto al país el crédito en los mercados financieros y la financiación asequible.

Gobernabilidad y recuperación

Tal cambio en los criterios de gasto puede poner en riesgo la recuperación de la economía, que parecía asentada, con tasas superiores al 3% en el avance de la actividad. Los mercados financieros ya ayer dieron alguna pista, mostrando su desconfianza a la inestabilidad y al giro hacia la izquierda radical ocurrido en algunas plazas simbólicas.

La prensa de las grandes ciudades europeas se ha quedado con algo tan gráfico como que los dos mayores ayuntamientos de España están en manos de dos partidos con hegemonía de Podemos, con el mismo perfil ideológico que Syriza en Grecia; dos ciudades en las que gobernarán en coalición, pero en los que el PSOE (antigua referencia en la izquierda) va de comparsa, como lo iría también, de haber pactos, en lugares como Valencia, Baleares o Cantabria. Y eso el dinero lo ha interpretado mal, con un recorte en la Bolsa serio, y muy severo en las empresas de negocios regulados, las de servicios públicos y las que tienen un componente cíclico muy intenso. Sería peligroso que el sentimiento de cautela de los inversores se trasladase a los consumidores, puesto que está en juego el mantenimiento de la recuperación económica.

Porque de ella dependerá buena parte de la suerte de unos y otros en las elecciones generales. Como dependerá también del grado de estabilidad de los Gobiernos regionales de nuevo cuño, sobre todo en aquellos territorios en los que es preciso el concurso de tres, cuatro y hasta cinco partidos para cuadrar una mayoría; y en muchos casos hay sesgos ideológicos y componentes nacionalistas que los hace más impredecibles.

El Partido Socialista de Pedro Sánchez ha tenido menos protagonismo del esperado en los resultados de las autonómicas;pero parece inclinarse por un pacto con el resto de fuerzas de izquierda para recuperar las mayores cuotas de poder posible. Pero la hegemonía en la izquierda sigue en juego, puesto que Podemos extenderá sus candidaturas a fin de año en todo el país. Y no es lo mismo un Gobierno de izquierda liderado y dominado por el PSOE que liderado y dominado por Podemos. No es lo mismo para la economía, y de abrirse camino esta última posibilidad, las expectativas para España deberán ser revisadas tanto dentro como fuera del país. Nada está escrito sobre el Gobierno de España en 2016.

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