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Rolf Tarrach, presidente de la Asociación Europea de Universidades (EUA)

“Las universidades se quedan desfasadas”

"Es necesario dar más libertad a los centros y aceptar las consecuencias"

Rolf Tarrach
Rolf Tarrach, presidente de la Asociación Europea de Universidades (EUA).

El profesor Tarrach (Valencia, 1948) acaba de ser elegido presidente de la Asociación Europea de Universidades (EUA, en sus siglas en inglés), un organismo con ocho integrantes de ocho países distintos que se encarga de que se escuche la voz de los campus en Bruselas. Fue rector de la Universidad de Luxemburgo, donde continúa dando clases de Física, y ha presidido el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Su mandato arranca en julio con muchas cuestiones que resolver.

Pregunta. ¿Cuál es el primer objetivo al frente de la EUA?

Respuesta. Intentar convencer al presidente de la Comisión Europea (CE) de que recupere del fondo para inversión estratégica los 2.700 millones tomados del programa Horizonte 2020 para investigación y universidad. Si no fuese posible, pediremos que ese dinero sirva para modernizar los sistemas universitarios europeos.

P. ¿Considera que la UE apoya lo suficiente a la Universidad?

R. El dinero del fondo de inversión estratégica se destinará a infraestructuras. Está bien, salvo que no siempre se usa correctamente. Pero creo que lo más importante es que Europa atraiga y retenga a los mejores cerebros. La solución de los problemas europeos no viene con dinero sino con ideas, que es el oficio de las universidades.

P. ¿Eso no está garantizado ahora?

R. No suficientemente. ¿Dónde quieren ir los mejores alumnos chinos? A América, igual que los mejores europeos. Hay que ser capaces de competir a ese nivel. Es difícil imaginar que Europa pueda resolver sus problemas sin retener a los mejores.

P. ¿Qué país europeo retiene mejor el talento?

R. La diversidad académica en Europa es inmensa. Hay tres grandes modelos. El más funcionarizado del sur de Europa; el anglosajón, en el que las universidades son fundaciones; y el muy variado de la Europa escandinava y germánica. Si cuenta las becas del Consejo Europeo de Investigación, una buena forma de determinar la calidad universitaria de un país, verá que Israel es la primera en relación a su población y el Reino Unido el primero en valor absoluto. España no está mal situada. Conozco bien seis institutos de investigación cerca de Barcelona que juntos alojan a 49 becados, lo mismo que una muy buena universidad inglesa.

P. Pero son una excepción.

R. En España ha habido varios intentos de salirse del corsé de la legislación. Algunos políticos concluyeron que reformar el sistema universitario es más difícil que buscar formas alternativas. Se han hecho muchos estudios y proposiciones; el último el que encargó el ministro José Ignacio Wert. Pero al final, no pasa mucho. Espero que al futuro ministro que salga tras las elecciones no se le ocurra pedir otro informe. Lo que necesitamos es que alguien se los lea y actúe en consecuencia. No dicen cosas tan distintas unos y otros.

P. ¿Cómo pueden las universidades ser más internacionales?

R. La internacionalización no es un indicador de calidad en sí, aunque las que son más internacionales suelen ser mejores. En modelos como el español hay barreras, como el sistema de funcionarios, con los catedráticos a la cabeza. Cuando se crearon las universidades autónomas, se intentó traer españoles del extranjero sin pasar por el sistema funcionarial. No resultó. Para internacionalizar hace falta un sistema que permita traer un catedrático de altísimo nivel de otro país sin mayores dificultades y la administración de las universidades debe poder hablar en inglés.

P. ¿Abordarán los diferentes precios y tasas que pagan los estudiantes en Europa? España es uno de los países más caros.

R. Los costes de los estudios divergen radicalmente en Europa. En un extremo, está Alemania, donde es gratis. En el otro, Reino Unido, con 9.000 libras al año para un europeo y hasta 20.000 para un extranjero. España es cara comparada con Alemania y barata comparada con Reino Unido.

P. ¿Se puede intentar equiparar?

R. La CE, en principio, no tiene poderes en política universitaria. Hay iniciativas en común pero al final la barrera de la legislación nacional dificulta avanzar. El tema es casi intocable porque depende de la fiscalidad de cada país.

P. ¿Hay países donde los alumnos no puedan estudiar por motivos económicos? En España se han dado casos.

R. En los países que conozco no es el caso. No incluyo España, porque tengo presente la de hace 10 años. En mi entorno (Francia, Alemania, Bélgica, Reino Unido…) hay muchos estudiantes que trabajan, pero no que quieran estudiar y se lo impida la situación económica. En España, durante muchos años, los estudiantes encontraban trabajo antes de terminar la carrera, y no la acababan. No lo recomiendo. Lo mejor es acabar un primer ciclo y trabajar un tiempo antes de continuar con un máster.

P. Ese es uno de los argumentos que defiende el Ministerio de Educación con su decreto del 3+2.

R. Es lo más habitual en Europa. En España se ha creado un conflicto falso, se debería permitir que cada universidad decidiera. Uno de los grandes problemas europeos es que se quiere regular todo. Hay que dejar más libertad a las universidades, y aceptar las consecuencias: la que lo haga muy mal se hundirá.

P. La Conferencia de Rectores ha mostrado resistencias.

R. No me voy a meter con mis colegas, yo mismo he sido rector. Pero después de las instituciones religiosas y los sindicatos, las universidades son las instituciones que más se resisten a cambiar. Gestionar adecuadamente el cambio requiere una gobernanza ágil y fuerte, y una autonomía de la que las universidades españolas no suelen disfrutar o no utilizan. En Portugal, el ministro Mariano Gago, recientemente fallecido, hizo una reforma a fondo que permite a las universidades públicas ser fundaciones si así lo quieren y reclutar al rector internacionalmente. El mundo está cambiando radicalmente a un ritmo muy superior al del cambio generacional en las universidades, que se quedan desfasadas.

P. ¿Cómo ve la Universidad dentro de 20 años?

R. Mucho más especializada. No podemos pretender ofrecerlo todo. Los cursos de la Universidad del futuro serán más interactivos. Los jóvenes ya no pueden seguir una clase magistral ni discursos abstractos durante una hora. La Universidad de Maastricht (Holanda) aplica una pedagogía basada en resolver problemas concretos. Analizan el río de la ciudad y así estudian química, física de fluidos, estadística…

P. ¿Hace falta que España cambie su forma de enseñar?

R. Uno de sus problemas es que para ser catedrático cuentan más las publicaciones que la docencia. En gran parte depende del gobierno de la universidad siempre que tenga la autonomía para actuar en consecuencia. Pero no se puede cambiar el gobierno universitario sin tratar la financiación y la autonomía. En un mundo ideal, debería haber un consejo de gobierno único con unas 20 personas. Entre ellas, representación del mundo de la economía, de la política, académicos extranjeros y del propio campus. Ellos definirían la estrategia que debe de ejecutar el rector y su equipo. Es un cambio total. Hace falta un presidente en España que se interese por la universidad, algo excepcional, y este necesitaría a un ministro que esté dispuesto a no repetir para acometer esos cambios. Para una reforma a fondo tendrá tanta gente en contra que su carrera política se habría acabado. Pero el país se lo agradecería.

Sobre la firma

Pilar Álvarez
Es jefa de Última Hora de EL PAÍS. Ha sido la primera corresponsal de género del periódico. Está especializada en temas sociales y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en este diario. Antes trabajó en Efe, Cadena Ser, Onda Cero y el diario La Opinión. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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