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Columna
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Réquiem por el hechizo alemán

Para la zona euro, la victoria del partido anti-austeridad Syriza en las elecciones griegas no es solo una prueba política. Marca el comienzo de una nueva y más prometedora fase de la historia de la unión monetaria: el final del período de transición de cinco meses que vio cómo la unión monetaria rompía el hechizo alemán. La austeridad a toda costa no estará en el centro del mecanismo de resolución de crisis de Europa, como lo ha estado durante los últimos cinco años.

Todo comenzó el pasado agosto, con un discurso de Mario Draghi ante los banqueros centrales más importantes del mundo en Jackson Hole, Wyoming (Estados Unidos), en que el presidente del Banco Central Europeo señaló que estaba dispuesto a romper los antiguos tabúes.

Ahora, por primera vez, los electores de un estado miembro de la unión monetaria han optado un gobierno que construyó su campaña en torno a su oposición a la austeridad. Pero los griegos también han elegido a un partido pro euro y pro Europa. El nuevo primer ministro Alexis Tsipras no habría recibido un mandato tan amplio si no hubiera silenciado al ala izquierda de su movimiento que contemplaba abiertamente una salida del euro.

Debido a esa postura anti austeridad y pro euro, Grecia ejercerá una influencia mucho mayor de la que su 2% del PIB de la eurozona merecería normalmente. Otros gobiernos se preocupan porque muchas cosas pueden salir mal en las importantes negociaciones entre Atenas, sus países acreedores y el Banco Central Europeo. Pero en un buen número de capitales, los líderes esperan en silencio que la elección griega se convierta en catalizadora para un cambio en el diálogo europeo. Sin abandonar la necesidad de la prudencia fiscal, están ansiosos de empezar a hablar más sobre crecimiento, creación de empleo y mejores formas de impulsar las economías del bloque y sus miembros individuales.

En varias capitales, los líderes esperan que la elección griega catalice un cambio en el diálogo europeo

En su discurso de Jackson Hole, Draghi señaló que el BCE estaba reconsiderando dos pilares fundamentales del consenso Berlín-Bruselas. Llamó a un replanteamiento de la austeridad fiscal en los países que podían permitirse el lujo de los estímulos (¿adivina quién?), y anunció que el BCE estaba listo para relajar la política monetaria. Entonces, tras acorralar a las autoridades alemanas para que admitieran que la baja inflación amenazaba con convertirse en un problema, diseñó el camino hacia la expansión cuantitativa a gran escala. Al final, Alemania ganó alguna concesión seria sobre el reparto de las pérdidas, pero el carácter masivo y abierto del programa de compra de bonos iba en contra de las opiniones de Berlín sobre la política monetaria.

La zona euro también está de camino hacia una verdadera unión bancaria –uno de los logros más importantes para salir de la crisis–. Y los términos del debate están cambiando. Los gobiernos de Francia e Italia, dispuestos a realizar reformas, pero necesitados de un respiro fiscal, defienden un estímulo económico bien considerado. Juntos, los dos países han aportado el 50% más que Alemania a los dos rescates de Grecia, por lo que deben encontrar una forma de hacer oír sus opiniones.

En las próximas semanas la zona euro volverá a entrar en su modo de crisis. Se espera que se hable de diferencias insalvables, ultimátum, severas advertencias y transacciones de último minuto. Cómo empleará el nuevo gobierno en Atenas su victoria sigue siendo un gran misterio. Pero al igual que sus predecesores, tendrá que demostrar que no está pidiendo a los alemanes, los franceses o los italianos que paguen los impuestos que los griegos no pagan.

Al igual que Angela Merkel debe tener en cuenta la voluntad de los votantes griegos, Alexis Tsipras debe entender las preocupaciones de los alemanes.

Los líderes de la unión monetaria y la Comisión Europea pueden aprovechar la situación griega para sacudirse el trance de las reformas de austeridad y estructurales. La declaración de independencia de Berlín no quiere decir que puedan ignorar las realidades económicas, pero les da la oportunidad de diseñar políticas que vayan más allá del dolor y el ajuste fiscal. Syriza puede errar, defraudar o fallar, pero las implicaciones de su victoria electoral ya se extienden mucho más allá de las fronteras de Grecia.

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