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El Foco
Tribuna
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Historias de la ‘no banca’

Cuentan de un emperador romano que convocó un concurso de lira, al que solo se presentaron dos candidatos. Mandó tocar al primero y, lo hizo tan mal, que sin escuchar al segundo, le dio el premio directamente. Ante un caso así, nos queda siempre la duda de si el segundo no sería aún peor y la decisión tomada ha sido la correcta.

Viene esto a cuento porque en nuestro país, en los últimos tiempos, se han sucedido una serie de noticias relacionadas con el sistema financiero (preferentes, cláusulas suelo, tarjetas black) que llevan a muchas personas a pensar que estaríamos mejor sin bancos, que la conducta de estos es siempre sospechosa de fraude al cliente y que nos cobran por servicios que deberían ser gratuitos.

Las noticias de fraude llevan a muchos a pensar que estaríamos mejor sin entidades financieras

Sin negar que han existido sin duda abusos y prácticas indebidas en la comercialización de muchos servicios bancarios, se plantea de nuevo aquí la duda de si le damos el premio al segundo aspirante, sin necesidad de oírlo, o si lo pensamos dos veces antes de decidir.

Veamos, por tanto, que podría suceder ser si le pidiéramos que tocara al segundo aspirante

En nuestro caso, serán dos las melodías de la no banca que vamos a escuchar, para tener alguna referencia de cómo podría ser un mundo sin bancos, tal como conocemos a estas instituciones en la Unión Europea.

Consideremos dos servicios fundamentales que recibimos de la banca: el canalizar el sistema de pagos y transferencias y el de custodiar de forma segura nuestro dinero.

Respecto al primero, para ver cómo podría ser un mundo sin bancos que realicen la canalización de transferencias y medios de pago, podemos estudiar el caso de Cuba.

En este país, al estar fuera de los circuitos financieros internacionales, los envíos de dinero que hacen muchos cubanos que residen en EE UU y tienen familiares en el interior, a los que envían dólares, suponen una gran ayuda tanto para sus familias (que pueden mejorar su nivel de consumo y en especial, el acceso a ciertos bienes) como al país, que recibe divisas convertibles, pero siguen un extraño circuito de envío

Al no operar el canal de transferencias bancarias, los envíos son canalizados a través de personas que hacen de correos y, volando normalmente de EE UU a México y de ahí a Cuba, van luego a los domicilios de los destinatarios y entregan el efectivo. Aunque los datos son imprecisos, parece que el importe medio de estos envíos es de 100-200 dólares y que la comisión cobrada suele estar en unos 20 dólares por envío.

Las noticias existentes dicen que los correos son fiables y que, en general, no cometen fraude (su reputación y la continuidad de su negocio dependen de ello; en este punto, se comportan como la banca tradicional). El importe relativamente reducido de las transferencias se explica tanto porque así se minimiza el riesgo, en caso de problemas en la entrega o fraude, como en que estas cantidades, en Cuba, suponen importes elevados.

La conclusión, desde el punto de vista de la no banca, es que el sistema de pagos está sujeto a grandes retrasos e incertidumbre y que cobra unas comisiones muy elevadas, en relación al importe enviado.

Pasemos ahora a la función de custodia segura del dinero.

El país que podemos tomar aquí como ejemplo es Argentina, donde la nefasta experiencia del corralito, unida a la alta inflación y la desvalorización continua del peso hacen que muchas personas, nada más recibir su salario, lo retiren del banco y lo conviertan en dólares, guardándolo en casa

Las funciones de custodia de dinero y realización rápida y segura de transacciones de pago tienen un coste

Así escapan a la amenaza de una nueva confiscación, en forma de corralito y a la pérdida de valor de la moneda nacional (existen restricciones crecientes al cambio de moneda y un dólar blue, que es reflejo del mercado negro de cambio de divisas).

A partir de aquí, el problema es que hay que guardar de modo seguro todo el dinero en casa, tanto el destinado a gastos normales de consumo, como los ahorros financieros.

Como los ladrones lo saben, la primera consecuencia es la necesidad de utilizar cabinas en los bancos (para que no se vea el importe retirado) y aceptar la prohibición al uso de móviles en su interior (para dificultar la acción de cómplices).

Con todo, lo peor viene después. Al ser de conocimiento generalizado esta forma de obrar, los ladrones asaltan a las familias en sus casas, para intimidarlas, torturarlas y hacer que les revelen el escondite de dinero. A partir de aquí, existen curiosos foros en internet, donde los sufridos ciudadanos/ahorradores intercambian consejos acerca de si es mejor tener dos , tres o cuatro paquetes de dinero escondido (como se trata de un juego repetido, los ladrones exigen el paquete normal y el de reserva, pero puede ser que haya un segundo paquete de reserva y entonces….). Existe también el problema de qué hacer con el dinero cuando uno se va de vacaciones ¿mejor llevarlo o dejarlo en casa?

La tensión, el riesgo de violencia y todas las preocupaciones asociadas a tener que manejar de forma segura el dinero es algo que, afortunadamente, desconocemos en la Unión Europea.

Merece la pena pensar, entonces, que si estos servicios son útiles y necesarios ¿Cuál es el valor que les otorgamos y cual debe ser su coste?.

Curiosamente sobre este punto, personas que entienden perfectamente que en el garaje nos cobran por dejar el coche y en el guardamuebles por dejar unos enseres que no nos caben en casa, sostienen con ardor que estos servicios deben de ser gratuitos, sin reparar en que las cámaras de videovigilancia, el personal de seguridad, las cajas fuertes y todo el sistema de seguridad informática y privacidad, para manejar nuestro dinero de forma segura y discreta, tiene un coste.

Para finalizar, con todo lo anterior no queremos decir que cualquier cantidad por cobro de servicios bancarios esté justificada, ni que los bancos no hayan cometido prácticas irregulares en la comercialización de algunos servicios bancarios o financieros, en absoluto.

Se trata, en vez de ello, de pedir que el arpista más competente mejore en la ejecución de la melodía, sea transparente y nos explique con claridad los servicios prestados y su coste. Por el otro lado, como clientes, deberíamos asumir la responsabilidad de no adquirir servicios que no necesitamos o productos financieros que no entendemos, pero aceptando que las importantes funciones de custodia de dinero y realización rápida y segura de transacciones de pago tienen un coste, que ha de ser satisfecho.

No vaya a ser que corriendo irreflexivamente hacia el mundo de la no banca nos encontremos al llegar que el segundo concursante tocaba todavía peor… y el primero se haya ido lejos y resulte difícil hacerlo regresar.

Carlos Monasterio Escudero es catedrático de Economía Pública. Universidad de Oviedo.

 

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