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Tribuna
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Estamos ante una nueva revolución industrial

La digitalización ha cambiado nuestras vidas, y también la economía, a una velocidad impresionante. El despegue de la economía digital acorta las cadenas de valor, de las que se excluye cualquier eslabón que no aporte beneficio.

Este cambio radical, impulsado por los grandes volúmenes de datos, la computación en la nube y el internet de las cosas, también influye en la fabricación industrial. Tras la mecanización de las fábricas en el siglo XVIII por la aparición de la máquina de vapor, el inicio de la producción en masa por las líneas de montaje y el empleo de la electrónica y las tecnologías de la información en la automatización durante los años 60, volvemos ahora a encontrarnos ante una nueva revolución industrial, la cuarta. De ahí la actual denominación de industria 4.0.

El mundo virtual se funde con el real para la creación de productos. Este mundo nuevo es un sistema holístico en el que están integrados todos los procesos: los productos pueden localizarse e identificarse mediante sensores y chips, que permiten conocer su procedencia, su estado actual y su estado objetivo. El resultado es una red optimizada continuamente y sin fisuras.

A pesar de que la industria 4.0 es una verdadera revolución, a diferencia de las anteriores, esta se desarrollará progresivamente durante años. Hay compañías que, en la actualidad, ya ofrecen una amplia gama de software y sistemas de automatización industrial que permiten flexibilizar y acelerar el desarrollo de productos. Esta tecnologías permiten alcanzar ya una fiabilidad en la producción de circuitos electrónicos cercana al 100%.

Las fábricas del futuro como esta son una prueba clara de que, lejos de prescindir de las personas, su importancia será cada vez mayor: en el ámbito creativo del desarrollo de productos la inteligencia humana sigue siendo imprescindible. Pero también a nivel operativo los trabajadores juegan un papel crucial, si bien más como gestores, diseñadores creativos y supervisores. El futuro ya ha empezado, según demuestra un reciente estudio llevado a cabo por la empresa Pricewaterhouse-Coopers. Solo en Alemania las empresas industriales invertirán 40.000 millones de euros anuales durante los próximos cinco años en productos de la denominada industria 4.0. La inversión vale la pena, pues el capital se amortizará, según los datos de Pricewaterhouse-Coopers, en un plazo de 12 a 24 meses.

Este desembolso monetario también se realiza en el momento adecuado, puesto que aquellos que apuesten por la industria 4.0 podrán, gracias a las posibilidades que ofrece la digitalización, aumentar su productividad y reducir a la vez sus costes; podrán reducir la tasa de errores, así como el time to market, es decir, el periodo de tiempo que tarda un producto en comercializarse, hasta en un 50%.

Alguien podría objetar que las empresas de Silicon Valley tampoco tienen problemas para conquistar el mundo del desarrollo de productos. No estoy de acuerdo: es cierto que 65 de las 100 mayores empresas de software se encuentran en Estados Unidos. Es cierto que Google, Amazon y otros gigantes americanos extraen y explotan magistralmente esa materia prima que son los datos. Pero no es menos cierto que nosotros conocemos los procedimientos y procesos de la industria, conocemos los distintos sectores. Además, no solo somos tradicionalistas, sino que también somo digitalizadores desde hace ya tiempo.

El liderazgo tecnológico es un requisito fundamental para mantener el liderazgo exportador. Precisamente esta búsqueda de la innovación y la voluntad de seguir evolucionando es lo que representa un verdadero desafío para toda la sociedad.

Un desafío que afecta al mundo del trabajo: en este mundo impulsado por la digitalización, los puestos de trabajo y los requisitos de cualificación serán totalmente distintos a los actuales.

Se trata de una cualificación y recualificación de las generaciones presentes y futuras. Un desafío que afecta a la infraestructura: se necesitan urgentemente inversiones en redes de fibra óptica y comunicaciones móviles de alta velocidad para asegurar que el flujo de datos se desarrolle de forma fiable. Un desafío que afecta a los estándares: debemos establecer normas jurídicas uniformes que regulen el uso de datos e informaciones, idealmente en toda Europa, y que sean compatibles con las regiones económicas de Asia y América.

Joe Kaeser es presidente de Siemens AG.

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